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The Strokes, “Is This It”: 20 años del disco que propició la última escena del rock

En Música lunes, 2 de agosto de 2021

Marc Muñoz

Marc Muñoz

PERFIL

Hay efemérides que duelen, aniversarios que dejan lo último de M. Night Shyamalan (Tiempo) en una atracción de feria realista, despojada de cualquier artificio fantástico. El 30 de julio se cumplieron veinte años de la salida de un disco determinante para entender la música de los primeros compases de siglo, así como catalizador de la escena rock de la primera década de este. Una fecha en el calendario que sirve como desalmado recordatorio de la fugacidad del tiempo para aquellos que una vez fuimos jóvenes vibrando con esa revitalización de las guitarras alumbrada a la vera de un trabajo discográfico regenerador e influyente. Un lapso que, como casi todo en la vida, se asimila como aterradoramente corto y desproporcionado en relación al cúmulo de vivencias desplegadas durante ese mismo intervalo.

Corría el otoño de 2000 cuando salió a la corteza neoyorquina una formación de veinteañeros de actitud despreocupada y pundonor roquero; salidos de familias bien, Bohochic de la parte alta de Manhattan. Su nombre respondía a The Strokes, y en su filas siguen militando Julian Casablancas, Nick Valensi, Nikolai Fraiture, Fabrizio Moretti y Albert Hammond Jr, el último en incorporarse. En enero de 2001, a través del sello Rough Trade, publicaban Modern Age, su carta de presentación y puerta de entrada a un torbellino de conciertos, festivales, juergas sin límite horario ni prohibición parental de ningún tipo, portadas de las revistas más preciadas, contratos millonarios y luchas fratricidas por estampar su firma en estos. Germen de un fenómeno que estallaría a todos los niveles unos meses después, con la publicación de su primer larga duración: Is This It.

Strokes

Registrado en los sótanos donde se situaba el estudio Transportarreum del East Village, el quinteto neoyorquino encontró a lo largo de seis semanas su hábitat subterráneo idóneo para desplegar ese rock crudo y abrasivo que Casablancas y los suyos tenían entre ceja y ceja. Con la asesoría del productor Gordon Raphael, y bajo el amparo de la escudería RCA —los que se impusieron en la puja por ficharlos—, esas jornadas terminarían moldeando el canon sónico para toda una nueva generación sedienta de nuevos espasmos roqueros.

El objetivo era sonar como una banda del pasado —en concreto de la esfera CBGB de los 70, o unos años antes, el Max’s Kansas City— que viajara al futuro para hacer un disco (Casablancas dixit). Ahí estaban los ecos de la Velvet, la suciedad prístina de los Ramones, el posado oscuro de Jane’s Addiction, el art rock y las guitarras angulosas de Television o el magnetismo ululante y maleante de Alan Vega y los Suicide.

Las referencias eran obvias, hasta quizá poco originales, pero el compuesto y la actitud deshilichada y carismática con que las despachaban cambiarían la fisonomía musical de la ciudad, y de ahí (como suele ocurrir con Gotham), revolucionarían el escenario internacional y la industria musical de su tiempo.

Los atentados del 11-S trastabillaron los planes iniciales de publicación —en Estados Unidos no llegó a las cubetas hasta el 9 de octubre— y obligaron a deshacer alguna línea de la canción “New York City Cops”. Ni el luto ni la tragedia nacional de esos días frenaron el ascenso meteórico de la banda. En menos de cinco meses ya habían llegado al medio millón de copias vendidas. Las críticas positivas y el entusiasmo generalizado se saldaron con una exhaustiva gira mundial.

El fenómeno Strokes se consolidaba en todos los hemisferios del globo. Una oleada de rock del nuevo milenio que traspasaba lo puramente musical para tejer complicidades con el mundo de la moda. Las cazadoras de cuero, las Converses, los pantalones de pitillo y las cabelleras desaliñadas se incorporan como vestimentas cool entre los jóvenes de medio planeta.

Tras la publicación de su debut y sellar su membresía como salvadores del rock, la onda expansiva generada allana el surgimiento de una escena alternativa bajo el paraguas del new rock. Kings of Leon, The White Stripes, Interpol, The Rapture, The Walkmen, The Bravery, Black Rebel Motorcycle Club, TV On the Radio, Band of Horses, Yeah Yeah Yeahs, Arcade Fire aprovechan el tirón favorable para reforzar la escena desde el continente americano; y blindar Nueva York —primero LES y luego la tierra santa del especulador, también conocida como Williamsburg— como nuevo crisol musical.

Al otro lado del Atlántico Franz Ferdinand, Bloc Party, The Libertines,  y, unos pocos años más tarde, Arctic Monkeys, hacen lo propio. Proliferan también las meras calcomanías en todos los husos horarios: The Hives (Suecia), The Vines (Australia) The Kooks (UK). Una revitalización de la escena roquera y neoyorquina que germinaría con Williamsburg como cuna y lugar de peregrinaje para un nutrido número de formaciones que ayudaron a definir el sonido de la década: LCD Soundsystem, Animal Collective, MGMT, Grizzly Bear, Yeasayer, Vampire Weekend, The National, The Drums, etc.

The Strokes

Tras dominar charts, conversaciones y rivalidades durante la primera década del S.XXI, el quinteto de Manhattan pasa por una acusada crisis creativa durante la segunda década. Una travesía en el desierto de la que parecen haberse salido con las buenas sensaciones recuperadas con su último trabajo hasta la fecha, The New Abnormal (2020).

Los críticos de la banda y de su legado no han cesado de acribillar su autenticidad y valor, escudados en la poca originalidad de la propuesta y su deuda contraída con el rock neoyorquino de décadas anteriores. Razón no les falta, aunque en esas palabras suele también subyacer la distancia emocional de quien no pudo experimentarlo desde el esplendor enérgico juvenil; desde lo visceral, sino en su faceta más intelectual. Para los que tuvimos la suerte de volcarnos en esta regeneración del rock, de asimilarla como la música de nuestro tiempo, de celebrar su triunfo sobre el nu metal y grupos como Limp Bizkit y Korn, no existe atisbo de reproche, sino agradecimiento eterno.

BONUS TRACK

Si se quiere tener una panorámica amplia y precisa de lo que fue y supuso todo ese oleaje, recomiendo la lectura de Nos vemos en el baño: Renacimiento y Rock and Roll en Nueva York, la exhaustiva historia oral de esas jornadas. Un tomo de 600 páginas hiladas por la periodista Elizabeth Goodman a través del concurso de los principales exponentes de esa escena, detallando los entresijos jugosos. También es la crónica de una ciudad herida en busca de las señas musicales perdidas.

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1 comentarios

  • RENEP

    RENEP 5 agosto, 2021 5:12 am

    20 años¡ , esta obra fue como un disco-evento , recuerdo que ese entusiasmo por la banda que fue calando de a poco hasta convertirse en un hito, de esos que necesitaba el pais norteño en ese periodo post 11-09 y post napster, recuerdo que artistas de hollywood ( hollywood aun fuerte culturalmente no el palido espejo de hoy en dia) iban a sus conciertos con sus hijos , esposas , en fin mucha gente ganada , todos on board para con esta banda, era la esperanza del rock cristalizada, era uno de esos discos que mueven los cimientos culturales de una sociedad asi como lo fue el nevermind de nirvana que para el momento cumplia 10 años y como èste fabrico y propulso una escena , the post punk revival, debo ser sincero , normalmente no me gustan los articulos de Hype ,pero este como dice dicen los americano , hits close to home, que buen recuerdo , un disco excepcional, maravilloso y mas en esta epoca donde el rock y las guitarras parecen haber muerto, donde el Covid nos encajona, gracias Hype por este detalle.