Si hay algo que hemos visto mil veces cuando se trata de cine de terror es a un serial killer (asesino en serie). Lo hemos visto de muchas maneras distintas: hombres, mujeres, adultos, niños, guapos, feos, listos, tontos, humanos, extraterrestres, animales, hasta neumáticos hemos visto matar a gente.
También desde los más variados ángulos: desde el punto de vista del poli que los persigue, desde el del propio serial killer, desde el del amigo del asesino, desde el de la novia del asesino, desde el del periodista que informa, hasta en POV asumiendo el rol del psycho-killer.
Pero no por ello tenemos que caer en el error de pensar que está todo dicho en este género. Corrijo: puede que sí esté todo dicho, pero tampoco es lo importante. Lo que puede marcar la diferencia en un género tan transitado como este es decirlo de manera diferente.
I Am Not a Serial Killer (2016, Billy OBrien) es, desde luego, una película que se esfuerza en desmarcarse del género al cual pertenece. El argumento, de entrada, no responde a los cánones a los que más o menos estamos acostumbrados: un adolescente que trabaja en la funeraria de su madre lucha por reprimir sus instintos asesinos. De salida se pone incluso mejor cuando este chaval descubre que uno de los miembros más respetados de la comunidad en la que vive es nada menos que un asesino.
I Am Not a Serial Killer remite en cierto modo a Twin Peaks en tanto que ambas diseccionan la vida en un tranquilo pueblo estadounidense en el cual de repente se introduce algo maligno. Las coincidencias tampoco van mucho más allá, porque obviamente la película carece de la complejidad estructural y cínica que le otorgó David Lynch a la serie. Se trata sin embargo de un feliz encuentro, ya que tanto aquí como allí ocurre algo similar: el asunto principal, el del asesino, queda parcialmente ensombrecido por un interesante retrato de las vidas de los habitantes del pueblo.
La conexión con Twin Peaks es más obvia si tenemos en cuenta que, como en la serie, la identidad del asesino en I Am Not a Serial Killer queda revelada de manera prematura. Signo inequívoco de que en ambos casos interesa no tanto (o no solo) el whodunnit como los efectos de los asesinatos en los protagonistas.
En esta película, la paradoja psicológica es, sin duda alguna, el elemento más novedoso de todo el entramado argumental. Por un lado, que quien ha de dar caza al asesino en serie sea, precisamente, un asesino en serie potencial no deja de tener su ironía. Y por otro, el hecho de que el asesino de turno sea un anciano, y no alguien físicamente más poderoso como cabría esperar, añade una lectura crepuscular: matar es un ejercicio solitario que acaba consumiendo al asesino, en este caso de manera casi literal.
Sí, por supuesto que nos movemos en terreno indie, que es donde se suelen encontrar las voces más peculiares en el género del terror. Es por eso que I Am Not a Serial Killer es una película áspera, parca en técnica, profusa en diálogos que parece que poco o nada tienen que ver con el asunto central del asesino y que responden más bien a una descripción costumbrista.
Pero su inequívoca adscripción a una determinada manera de entender el cine no es ni mucho menos una desventaja. Tampoco lo contrario. Es simplemente el envoltorio en el que viene presentada una historia que dispone de suficientes razones como para no pasar desapercibida. Al menos, y sobre todo teniendo en cuenta lo que los grandes estudios vienen haciendo últimamente con el género de terror, está claro que I Am Not a Serial Killer es una propuesta que debería despertar el interés del aficionado al género.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!