En el segundo episodio de la última temporada de Girls, “Hostage Situtation”, Hannah (Lena Dunham) se va a pasar el fin de semana con Marnie (Allison Williams) y Desi (Ebon Moss-Bachrach) a Poughkeepsie, una ciudad algo más al norte de Nueva York. Cuando trata de distanciarse de la autodestructiva convivencia de sus dos compañeros de viaje, entra en una tienda de artilugios y souvenirs.
En esa atmósfera de utensilios de cocina bañados por el sol, aparece la dependienta, una joven afroamericana ataviada en un vestido negro de mangas cortas y top con transparencias. Le cuelgan dos collares, uno negro de punto en gargantilla y otro de cadena caído que acaba en una cruz de metal. En el rostro, línea de ojos estilizada, labios pintados de un granate perfectamente delineado y un pelo recogido en moño que deja completamente al descubierto sus facciones.
¿Por qué estás aquí y no ganando 10 millones de dólares al año como modelo en Dubai?, dice Hannah… y piensan los espectadores.
La respuesta que sigue es un breve relato disparatado con referencias al Chris Noth de The Good Wife y a una electrocución de alto voltaje. Atónita, Hannah prefiere creer la historia de la enigmática dependienta, validando el encuentro como algo verdadero. Pero tan alejada de la ciudad, para Hannah ese instante es realismo mágico, porque desaparece el cinismo con el que trataría a casi cualquier otro personaje en casi cualquier otro momento del resto de la serie.
Ya en el primer episodio de la última temporada de Girls, Hannah lidiaba con un mundo alejado de su burbuja y también sólo a unos pocos kilómetros de Nueva York. Lo que en los Hamptons era un romance de playa, en Poughkeepsie es un amor platónico que regala teteras.
De hecho, el único villano del episodio es alguien que las acompaña desde Nueva York: el propio Desi. Nadie mejor que él representa las frustraciones de la metrópolis, incluyendo los dramas que desde allí arrastra o las adicciones que le afligen. Tanto es el antagonismo con el que Lena Dunham —aquí directora del episodio— quiere retratar el desquicio de Desi, tras una disputa con Marnie que el capítulo convierte en slasher en forma y narrativa.
El título del capítulo también responde muy bien a las complejidades de la excursión: Hostage Situtation (Toma de rehenes). No tanto porque Marnie y Hannah deban permanecer encerradas en un AirBnb durante unas horas, pues al fin y al cabo son sólo ellas las que pueden clamar victoria sobre Desi, sino porque tras ese episodio de terror deben volver a la normalidad. Esa reconversión a sus yo neoyorquinos cuando cogen el coche y empiezan su camino de vuelta es la mayor muestra de su problema: tienen un síndrome de Estocolmo con la ciudad en la que han madurado.
Damos por seguro que Lena Dunham va a darle vueltas a esa idea durante el resto de temporada. Y si algo ha demostrado “Hostage Situtation” es que su pluma y su habilidad tras las cámaras sólo han hecho que crecer. Nueva York puede que esté vapuleando a sus personajes, pero a ella sólo ha hecho que convertirla en la voz generacional que Hannah presumía ser cuando Girls empezó su periplo televisivo. Toca saltar al cine.
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