Como huesos descarnados en un trazo exasperante sobre papel, encontramos una faceta desconocida por parte del gran público del célebre pintor irlandés Francis Bacon (Dublín, 1909 – Madrid, 1992) en la exposición que acoge hasta el 15 de octubre la Fundación Bancaja de València. Se trata de una muestra individual muy particular que aglutina un corpus representativo de la colección del italiano Cristiano Lovatelli Ravarino, comisariada por el crítico de arte y profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Castro Flórez.
En el recorrido sorprende la presencia determinante del dibujo, técnica que Bacon negó siempre y que, sin embargo, había practicado no sólo en calidad de bocetos sino como piezas acabadas. Hace poco tiempo que sabemos de la existencia de estos dibujos, protagonistas de la exhibición, que pudieron verse durante la feria ARCO en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y ahora podemos disfrutar, con una nueva lectura, en València. En la sala de Bancaja hallamos un total de 58 dibujos sobre papel a lápiz, cera y collage, en los que percibimos buena parte de los temas que le obsesionaron como artista a lo largo de su carrera, y que son una parte de los donados al coleccionista italiano, de entre los cuales se ha escogido bajo el criterio curatorial.
¿Por qué Bacon afirmó toda su vida no haber realizado dibujos? ¿Acaso los consideraba obra menor? Tal y como detalla el comisario Castro Flórez, estas obras no son ensayos ni bocetos, son piezas en sí mismas, la intencionalidad en el trazo, el acabado, la elección de los colores e incluso aun cuando nos vemos ante uno de los dibujos en blanco y negro a lápiz su presencia habla por sí sola.
Han estado ocultos durante décadas, doblados algunos de manera que su conservación peligraba y el coleccionista, filántropo que deseaba compartir los singulares trabajos con el mundo, además de asegurar la conservación de los mismos, con la mejor de las intenciones, inició la colaboración con el comisario, que culmina en la que probablemente sea la exposición más extraña, casi hipnótica, de un artista extraordinario que cumpliendo ahora 25 años de su fallecimiento continúa asombrándonos. Asimismo experimenta un tremendo repunte de precios en el mercado de las subastas, que pese a la crisis no para de crecer.
Según explicaba a finales de los noventa el comisario e historiador del arte Matthew Gale, con motivo de una retrospectiva en la Tate Modern de Londres, Bacon solía desechar toda obra con la que no estuviese suficientemente satisfecho, tanto es así que, en cierta ocasión, entregó parte de sus bocetos a un operario que acababa de reparar algo en su taller para que los destruyese. El humilde trabajador los conservó y, décadas después, ese material ha sido subastado con cifras exorbitantes. Era un conjunto de bocetos, no dibujos acabados, que fueron atribuidos a Bacon después de su muerte y acerca de cuya autoría existen no pocas controversias.
Del mismo modo, los dibujos que en la actualidad acoge la Fundación Bancaja también fueron tiempo atrás objeto de estudio y de dudas por parte de expertos y la crítica internacional, determinando finalmente que sí son obras auténticas del pintor, que tuvo una relación personal con el coleccionista y que la autoría no es cuestionable.
Bacon declaró en numerosas ocasiones no pertenecer a ningún movimiento artístico, su obra suele por lo general resistirse a ser clasificada, así que no es de extrañar que exista tanto oscurantismo respecto a sus dibujos. En sus conocidas pinturas trabajó la representación de la figura humana con un afán subversivo, desfigurándola y posicionándola en espacios cerrados e indeterminados.
Estos se trasladan al papel mediante collage que superpone cartulinas de colores planos que parecen una especie de tronos en los que se alzan los personajes dibujados, mayoritariamente papas, figuras pertenecientes al clero involucradas en una enorme tensión y con cabezas de forma fálica. Tamaños medianos y grandes, formatos abarcables en una distribución atractiva, con paredes pintadas de gris, la Fundación Bancaja ofrece así una de las experiencias expositivas de imprescindible visita para este verano, sugerente, irreverente y en crudo.
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