En las últimas horas del 49 Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya han hecho acto de aparición algunas de las propuestas más violentas (y divertidas, todo hay que decirlo) del certamen. Una de ellas es Hardcore Henry, película que todo el mundo esperaba el año pasado en la sesión sorpresa, aunque una serie de problemas legales finalmente lo impidió. Sitges la recupera este año para regocijo de los fans pero eso sí, en una sesión especial.
La principal peculiaridad de Hardcore Henry reside en su punto de vista narrativo: toda la película, de principio a fin, está narrada en primera persona. Esto y su violencia sin tregua hacen que sea fácil compararla con un videojuego shooter de esos en los que solo ves la mano con la pistola y te dedicas a disparar. No me parece una comparación justa, porque la naturaleza de la película no tiene tanto que ver con el mundo del videojuego como con el lenguaje narrativo cinematográfico.
En efecto, la apuesta de Hardcore Henry es una arriesgada pirueta formal: la narración continuada en primera persona en una película tan violenta como esta juega con los límites del lenguaje cinematográfico, los expande, y pone a prueba la capacidad de resistencia del espectador.
Esta no es la primera película narrada completamente en primera persona, recordemos Maniac, que también se pasó en Sitges hace algunos años. Pero con toda probabilidad sí es la apuesta más valiente y ambiciosa en este apartado. Se habría agradecido un guion un poco más pulido que escapara de la cansina repetición de proezas de los stunt men, pero finalmente es imposible no quedar desbordado por la espectacularidad técnica de la propuesta.
También es una película muy violenta la que vino a presentar en persona su protagonista, Dolph Lundgren: Don’t Kill It. En este caso, sin embargo, la violencia surge de un planteamiento a medio camino entre el género de terror y el de acción: un demonio aterroriza una pequeña población estadounidense poseyendo de uno en uno a sus habitantes. Un rudo cazador de demonios le intenta atrapar pero cuenta con un serio problema: cuando alguien mata a un poseído, el que lo mata es automáticamente el nuevo poseído.
Este argumento genera momentos de una hilaridad bastante conseguida en los que la violencia se desata de manera absurda y casi surrealista. La sangre y las mutilaciones no escasean en una divertida propuesta de serie B que supone un paso adelante para su director, Mike Mendez, respecto a su previa (y fallida) Big Ass Spider.
Por último, dos películas que marcaron la recta final de Sitges 2016. Por un lado, The Neon Demon, de Nicolas Winding Refn. No es fácil definir una cinta como esta, de lectura compleja, con significados medio ocultos en sus imágenes y una evidente autocomplacencia estética. Es una película que ha gustado mucho en Sitges, donde los productos de Winding Refn suelen caer bien.
Pero el director danés se acerca cada vez más a la egolatría desmesurada de su compatriota Lars von Trier: le delatan sus iniciales colocadas en mitad de la pantalla durante los créditos iniciales. The Neon Demon es una cinta aletargada en su ensimismamiento narrativo, casi estática, cuyo visionado proporciona pocos alicientes, más allá de una fotografía estudiadísima. El desvarío de su secuencia final confirma la arrogancia que se intuye durante toda la proyección: The Neon Demon es un producto para gafapastas convencidos y post-modernos cool felices con la vacuidad alarmante de este producto que resulta finalmente necio e irritante.
La otra película que marcó las últimas horas del festival fue Arrival, esperadísimo nuevo film de Denis Villeneuve cuyas previas Sicario, Enemy y Prisioneros se cuentan fácilmente entre las mejores películas de los últimos cinco años. Presentada en la sesión sorpresa de este año, las entradas estaban agotadas desde hacía bastantes días, lo que confirma que el título ya se había filtrado y hacía bueno el demoledor hype de esta película, con defensas absolutamente entusiastas como la del propio Ángel Sala, que la presentó como la mejor película de 2016. Esto acabó dañando finalmente una propuesta que no deja de ser un pastiche de muchas otras películas de contactos alienígenas, con Interstellar y Contact a la cabeza.
Es incuestionable su perfección técnica, así como también el pulso narrativo de Villeneuve. Pero su argumento acaba generando falsas expectativas debido a una simplicidad que uno espera que explote antes o después, algo que finalmente no ocurre: el metraje se reduce a la exploración del lenguaje de los extraterrestres por parte de la protagonista, excelentemente interpretada por Amy Adams.
Su tono mesiánico lastra las posibilidades de impacto del giro final, que hay que reconocer que está lo suficientemente elaborado como para no chirriar con el resto del conjunto. Pero Arrival es una película que es demasiado autoconsciente de su ambición de convertirse en la cinta definitiva de ciencia-ficción de lo que llevamos de siglo, y eso termina por dejarla en un discreto segundo plano. Es correcta y es interesante, pero no es extraordinaria.
Respecto al palmarés, poco que decir. Swiss Army Man era sin duda la mejor película a concurso, o por lo menos la más valiente. También la interpretación de Daniel Radcliffe lo era. El premio a la niña de The Girl with All the Gifts es el reconocimiento a una excelente interpretación que corría el riesgo de pasar inadvertida debido a la edad de la actriz, pero ya es el segundo año seguido que Sitges premia a una niña, y eso demuestra que los jurados del festival están libres de prejuicios absurdos y premian a quien quieren premiar al margen de su edad.
Sorprende en este palmarés, eso sí, la ausencia total en los premios de la sección oficial a concurso de Grave (Raw). Es muy probable que su polémica previa en Toronto haya perjudicado seriamente las opciones de premio de esta por otra parte interesante cinta: su actriz protagonista y su guion eran muy dignos aspirantes a premio.
Con el palmarés y las últimas proyecciones del domingo finaliza la edición 49 del festival. Y comienza la cuenta atrás para la celebración del 50 aniversario, una celebración que no empezará en octubre del año que viene sino que deparará algunas sorpresas a lo largo de los próximos 365 días. Confirmado ya que la edición número 50 comenzará como antiguamente en jueves, y no en viernes, y sugerido también que la película inaugural tendrá mucho que ver con una mítica y archiconocida película de ciencia ficción de los años 80, solo cabe esperar que el 50 aniversario de Sitges sea una orgía de fantasía que, como es norma habitual en estos últimos años, estará pensada casi exclusivamente para el disfrute de los fans y hooligans del certamen.
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