La nueva etapa del IVAM tiene el color verde de la esperanza y del césped de Match Point. Jesús G. Cívico entrevista en exclusiva a José Miguel G. Cortés, su director, para hablar de cultura, de arte y del azar como elemento de la vida.
J.G.C. ¿Nos salva el arte? Lo digo porque el arte cae siempre del lado de lo bueno…
J.M.G.C. Es que yo no creo que se pueda hablar a partir de términos tan amplios. No hay ningún aspecto de la creatividad artística ni de la actividad humana (el cine, el arte, la cultura o la literatura) en el que resulte posible hablar en términos absolutos. En esas formas de expresión, como ocurre con el arte, hay de todo. Cada uno debe elegir su historia. Escogemos uno entre muchos libros, una entre muchas propuestas. Entre otras cosas, porque uno lleva una mochila consigo a la espalda las 24 horas, y pesa: es el background. Todo lo que uno ha visto, escuchado o leído, todas nuestras querencias, todos nuestros miedos hacen que elijamos una u otra cosa entre mil. En el mundo del arte sucede igual.
Hay muchos artistas y entre ellos (no quiero decir que estos sean mejores ni peores) hay una serie de artistas fantásticos, que generalmente utilizan el arte como un instrumento de salvación. Una serie de hombres y mujeres que quizás (¡algunos, eh!) no están encerrados o no se han convertido en serial killers, porque a través de su obra han sabido dar cabida a toda una serie de obsesiones, paranoias, miedos, querencias… Y yo me identifico con esa serie de artistas que no separan el arte de la vida, artistas que no separan lo que hacen de lo que viven. Lo que están viviendo es un elemento fundamental para su obra. Y al revés.
Es decir, no me interesa tanto la pregunta por el arte, la literatura o el cine sino más en concreto cómo intentar construir un discurso artístico, un proyecto concreto de la experiencia artística. Hoy puede ser una obra en vídeo y mañana una novela, un cuento o… unos aforismos. Y todo me parece perfectamente válido. Un dibujo a lápiz en medio folio puede tener más potencia y me puede interesar, fascinar y perturbar más que una instalación de 500 metros cuadrados y eso depende de muchísimas cuestiones.
Recuerdo la correspondencia de Witold Gombrowicz con Jean Dubuffet, la discusión que se traen el escritor polaco y el artista del ready-made sobre qué tipo de necesidad o de placer satisface el arte. ¿El arte tiene que ver más con el vicio de fumar o con la necesidad de comer?
Bueno… yo no fumo pero entiendo la metáfora. Los dos me parecen grandes artistas pero me siento más cercano a Gombrowicz que a Dubuffet. Me siento más representado en sus libros y en su manera de ver el mundo con todas sus frustraciones y miserias. El arte, en todo caso, más que una necesidad es un deseo. Incluso un deseo íntimo y personal cuando se puede elegir… Veo al arte como un deseo en un sentido íntimo, profundo o personal. Pero no se puede hablar del deseo sin hablar de la frustración, sin mencionar el caso de los deseos inalcanzables. ¿Qué es un deseo cuando se consigue? El mejor deseo es el que nunca se consigue. Como sucede con el amor cuando preferimos la imagen que nos hemos construido de la persona deseada a la persona real. De hecho, es posible que la persona deseada no exista, eso se pone en evidencia cuando la conoces. Creo que algo parecido puede suceder con el arte: que nos fascine la obra y nos decepcione el artista que la ha realizado.
El artista no tiene por qué coincidir con su obra. El autor o la autora de los versos más hermosos que podríamos leer esta noche no será superior a la imagen que nos hemos formado de él o de ella, es decir, siempre es superior el mismo deseo, incluso con todas las contradicciones. Creo que cabe incorporar la contradicción como un elemento de vida. Frente al deseo, el artista como cualquier otra persona es imperfecto y se equivoca. Y eso está bien. A mí me dan pavor aquellos que nunca se equivocan, los que dicen Ya te lo dije. Generalmente los que se creen perfectos y dan lecciones de ética son los que deberían callar.
Desconfía de los éticos porque te harán daño y luego justificarán éticamente lo que han hecho…
Sí, justificarán cómo te han hecho daño o cómo te han condenado. Yo desconfío de los dogmas y de los que hablan desde un punto inamovible del espectro estético o ideológico, esos que afirman que siempre han tenido razón. Reivindico el derecho a contradecirnos y a equivocarnos. El derecho a hacer cosas que luego con el paso del tiempo descubriremos que estaban mal. Esto es la existencia, lo demás son dogmas morales.
Esa reivindicación de la contradicción nos parece muy sugerente a los que nos dedicamos a la filosofía y, muy típico de los filósofos es hacerse preguntas acerca de la última razón de las cosas: ¿Cuál es la razón que justifica mejor la existencia de un museo de arte moderno? ¿Por qué debe existir y por qué debemos cuidarlo?
En mi caso te hablaré del IVAM y de nuestro proyecto. Este pretende que cuando la gente atraviese sus puertas se nutra de un conjunto de impresiones, sensaciones, emociones, conocimientos y vinculaciones que enriquezcan en algún punto su vida. Queremos que todo eso les transforme. Esperamos que de una u otra manera, lo que han visto, lo que han sentido, lo que les ha enamorado, lo que les ha chocado o lo que han odiado, lo que ha ampliado, en todo caso, sus conocimientos, en fin, lo que les ha emocionado en este museo aporte valor a su vida.
No quiero sonar pretencioso, pero me gustaría que el IVAM consiguiera hacer justamente eso. Me gustaría que la visita al IVAM modifique a quien lo visita, que la visión de una obra les enriquezca. Este es el objetivo. Ni más ni menos.
Hay una cuestión básica: hay que ser feliz. Así que lo que quiero es que lo que vean aquí les resulte estimulante, excitante, mágico y que les ayude a ver la realidad de otro modo. Incluso si solo se trata de que si ven una colilla (en un sentido metafórico) en el asfalto la vean de otra manera, y que lo vivan de una manera distinta, porque han conocido otras formas de ver la realidad.
Creo que ese vitalismo es muy afín a nuestra revista. Nos gusta en EL HYPE esa vocación por contagiar emociones y por cuidar el objeto de esas emociones. En lugar de la pasividad, nos gusta el empeño en alterar (elevándolo) el gusto por conocer vivamente las propuestas artísticas y culturales de mayor calidad.
Sí, si un museo de arte moderno consigue alterar cualquier aspecto de tu existencia, no sólo intelectual sino sensitivamente, es porque se trata de algo vivo, algo está vivo cuanto te convulsiona.
El museo debe convulsionar y dar viveza. Es por ello que una pared puede alterar y convulsionar tu percepción y tus conocimientos. Una pared puede estar llena de vida y ese es el elemento en el que debemos trabajar.
Uno de los puntos principales de tu propuesta de gestión tiene que ver con la apertura a nuevos públicos. Desde las primeras exposiciones parece que se ha creado una nueva ilusión en la gente. Pero tengo la impresión de que provenía de un público predispuesto. ¿Sabes que muchos jóvenes acusan al arte moderno de ser frívolo?, ¿te preocupa este prejuicio?
Más que referirme al arte en abstracto, insisto en que creo que se puede hablar de artistas. Hay artistas muy frívolos y hay otros profundamente implicados en aspectos sociales o cuestiones de tipo político y social. Los hay reivindicativos, que se expresan contra el racismo, contra la misoginia, contra la desigualdad. Hay cientos, miles de artistas cuyo trabajo gira entorno a problemas como estos y otros que son perfectamente frívolos. El público se acerca a las propuestas que más le interesan.
Además, no se trata sólo del objeto o la temática de sus obras sino de cómo se aproxima a estas. El autor puede estar hablando de la situación terrible de un pueblo centroafricano, pero su discurso, aunque justo (en términos morales), puede estar expresado con un lenguaje desprovisto de interés artístico. No es suficiente el buen corazón sino que su lenguaje artístico debe presentar interés, ambos deben entrelazarse.
Desconfío de los dogmas y de los que hablan desde un punto inamovible del espectro estético o ideológico
Hablando de los artistas, tengo la impresión de que como un caso particular de la actual y más general incapacidad de autocrítica, muchos de ellos sólo encajan dos respuestas: o que no entiendes su obra (porque se sitúan por encima de un determinado nivel de comprensión) o que su obra es magnífica (y aquí nunca les parece excesivo el elogio).
Creo que es porque la experiencia artística no está al margen de los problemas que afectan a la sociedad en su conjunto. Si vivimos en una sociedad donde los valores hegemónicos (los hegemónicos, ¿eh?, pero no los únicos) están basados en la banalidad, en cuestiones espurias, en la frivolidad o en la acumulación de dinero y de fama, etc., todo eso afecta a los distintos aspectos de la sociedad, incluido, por supuesto, el arte. El arte no vive en una torre de cristal al margen de todo eso. El artista es alguien que vive, sufre, disfruta en esta sociedad como todos.
Al mismo tiempo, vivimos en una sociedad que no está acostumbrada a discutir ni a debatir sino sólo a descalificar. Es mucho más fácil decir este es un inútil o esta es una vendida que detenerse a argumentar. Para argumentar se necesita capacidad, inteligencia y tiempo. Eso es algo que quien se dedica solo a destruir el trabajo de los demás generalmente no tiene, si no, posiblemente, estaría ocupado en su propia propuesta. En todos lo ámbitos necesitamos gente que plantee cosas con un ánimo crítico, pero siempre constructivo.
La nuestra es una sociedad fraternal pero de la línea… cainita, ¿no?
Efectivamente, estamos acostumbrados, lo he dicho alguna vez, a una sociedad cainita. Vienen a decir: O lo hago yo o no vale nada. La capacidad de reconocer que hay hombres y mujeres haciendo cosas fantásticas en muchos campos no está muy extendida. Hace falta un cambio general. Sucede igual con muchas cosas, basta coger los periódicos y ver cómo cada día incluyen cuatro o cinco titulares apocalípticos, anuncian el fin del mundo, pero al día siguiente amanece. El mundo no se ha acabado. Hay que analizar y valorar las cosas en su justa medida.
¿Eres partidario de aumentar el listado de las artes? ¿incluyendo, por ejemplo, el cine, el happening? ¿hasta dónde?
Absolutamente. Todo el conjunto de expresiones artísticas o de expresiones personales son válidas. Por supuesto, el cine queda incluido. El problema no es con qué instrumento expresas ideas o emociones sino qué se está contando.
Hay manifestaciones artísticas de primer orden expresadas a través del cómic, el diseño, la fotografía. Nosotros hemos incorporado todo esto hace tiempo, de hecho hemos invitado aquí a escritores y escritoras a participar en visitas guiadas a nuestra colección para que nos cuenten su punto de vista. Interesa la gente, hombres y mujeres que tienen algo que decir. No importa cómo lo digan, boca abajo o caminando de espaldas. Da igual lo que utilicen para enhebrarlo, lo importante es el discurso que están construyendo y este se puede plantear de mil maneras.
No se trata de ir ampliando un listado sino de poder considerar cualquier materia capaz de ser un medio con el que la gente se expresa.
Hablando de cine desde ese punto de vista artístico ¿cuáles son tus cineastas de referencia?
He ido variando y construyendo ese gusto, casi prefiero hablar de películas (y aquí mis referencias varían en cada momento) porque me da cierto pavor enumerar autores en particular. Quizás, y como se acerca el cuarenta aniversario de su asesinato, puedo decirte que me interesa mucho Pier Paolo Pasolini. De hecho, queremos dedicarle un homenaje. Me quedaría con Pasolini como cineasta, como poeta e intelectual. Uno de los intelectuales más importantes en Europa y a la vez una persona denostada por casi todo el mundo en algún momento.
Quizás por crear cierta controversia, citaría también a Wong Kar-Wai. Hay películas suyas que me parecen maravillosas como las primeras, Chungking Express o Happy Together. Me interesa por ejemplo cómo introduce la visión de la gente que llega a Buenos Aires, una gran ciudad donde siente y deambula gente que viene del otro extremo del mundo, me gusta cómo muestra el desasosiego o la profunda soledad que alguien puede sentir. Aunque si me pides uno, me quedo con Pasolini.
En la historia ha habido crímenes y aberraciones como la esclavitud o la sujeción de la mujer que eran vistas con normalidad por la gente común. ¿En tu opinión cuáles serían las grandes injusticias de hoy? ¿hay alguna a la que sean particularmente sensibles los artistas?
Creo que en ese terreno, en el de las injusticias y los triunfos que obtenemos sobre ellas, nunca hay que cantar victoria. Las libertades y derechos se conquistan con mucho sacrificio, pero se pueden perder fácilmente. Hay libertades y conquistas, como el derecho al aborto o la igualdad en el plano de la opción sexual, que nunca son definitivas. Puede haber pasos hacia atrás como la “ley mordaza” en relación con la libertad de expresión y la sociedad debe estar alerta.
Me preocupa mucho más otra cuestión que tiene que ver con la justicia y su relación con el arte. La moralidad no tiene cabida en la creación artística, una cosa es la forma en que una persona se expresa como miembro de la sociedad y otra cosa es lo que hace en tanto que artista. No debemos confundirlas. El arte forma parte de la vida, pero es siempre una ficción. Por ejemplo, una película es una ficción, no existe. Es sólo una historia. No sé si hace falta recordarlo. Esa ficción la ha inventado un hombre o una mujer. Se trata de una creación. No se pueden enjuiciar con los mismos parámetros la vida social y el arte. La creación artística necesita otros, que no son de índole moral.
Decía el sociólogo Max Weber, acerca de Las flores del mal de Baudelaire, que hay obras de arte hermosas que son hermosas no a pesar de ser inmorales sino precisamente en lo que tienen de malo (en un sentido moral).
Sí, no cabe enjuiciar una obra desde parámetros de moralidad en un modo inquisitorial. Por otro lado, un artista puede exorcizar sus demonios personales escribiendo un libro, pintando o esculpiendo. El arte puede ser una válvula de escape a un conjunto de preocupaciones, pero no caben sobre ella juicios morales del tipo de la Inquisición. No caben ni en la vida privada e íntima de las personas ni en el juicio artístico.
Respecto a nuestra ciudad, nos preocupa un cierto abandono. El anterior consistorio parecía tener una obsesión por las señas identificativas arquitectónicas de gran formato. Al final ya había demasiadas. Todo era un poco raro y confuso. La ciudad no sólo huele mal metafóricamente sino también en sentido literal. ¿Cuáles serían las prioridades de una actuación estética en Valencia?
Lo prioritario sería un plan de actuación cultural global. Lo principal sería que no se pusieran parches sino que se intentara mapear la ciudad para detectar necesidades, también en relación con las propuestas artísticas que se pretende dar a conocer. A la vez, es importante que se tengan en cuenta tanto los grandes nombres como los desconocidos. No podemos caer ni en el populismo ni en el elitismo. Esos extremos siempre llevan a la equivocación. Hay que traer a los grandes nombres, esos que la gente tiene derecho a conocer de cerca, pero sin dejar de difundir proyectos culturales nacidos en barrios. No hay que elegir sino combinar, por ejemplo, grandes conciertos y elementos locales, grandes escritores, pero también un fanzine o una revista on-line.
La idea es que no sobra nadie. No hay que “dar la vuelta a la tortilla” de forma que los que no entraban antes entren ahora, la clave es que “no hay que hacer tortillas”. La ciudad tiene que «vibrar cultura» y en este sentido, todo lo que hay en ella resulta importante. No sobra nadie. Todos los sectores tienen cosas que decir. La ciudad debe ser sensible a un fotógrafo, a un grupo de jazz o de hip-hop y eso no es antagónico con la organización de una exposición de Francis Bacon. Ahora, para ello necesitamos un mapa global de las necesidades y de lo que se hace y una apuesta decidida por convertir a Valencia en una ciudad de cultura.
La nueva dirección ha comenzado proponiendo una programación con artistas de prestigio internacional, como Bruce Nauman y Martha Rosler, el francés Boltanski o la británica Gillian Wearing (premio Turner en 1997). Pero, quería enlazar la siguiente pregunta con Boltanski (París, 1944). Nos gusta su apego a lo ligero, su obra llena de fragilidad y sombras incluye la cuestión de la identidad. La modernidad hablaba en términos universales, sin embargo, parece que nuestra época prefiere el repliegue narcisista extraordinariamente individual y el regreso a los relatos identitarios de tono nacionalista y colectivo.
La reivindicación de la identidad puede ser fundamental en un momento determinado, por ejemplo, para una minoría históricamente no representada o puede ser fundamental también para una mayoría, pienso aquí en las mujeres. Pero lo cierto es que también puede limitar. Reivindicar una identidad puede ser fantástico. Nada es bueno en sí mismo y en toda circunstancia, depende del contexto social, cultural, histórico, político. Si lo sacamos de ahí no entendemos nada. Todo lo que sea aumentar el acervo cultural y la representación es positivo.
Sobre las utopías me preocupa que casi siempre terminan siendo distopías. Me preocupa cómo podemos ser mejores que ayer y sobre todo cómo lo seremos mañana, en un sentido literal, no el de un futuro utópico. Para eso, no tenemos las herramientas o los recursos sino las contradicciones y las limitaciones. Pushing the borders! Hay que avanzar un poquito más y luego un poco más. Pero no para ser perfectos, todos rubios, todos guapos, todos millonarios, todos felices y hablando catorce idiomas sino para avanzar cada día un poco más, dentro de nuestras limitaciones y contradicciones, incluso si de vez en cuando hay que recular. Esa es mi “no utopía” diaria.
La decepción, imagino que estaremos de acuerdo, es un aprendizaje. No te voy a preguntar si ha habido alguna decepción tras ocupar una posición como la de director del IVAM, sino si hay una decepción en ti respecto del arte, de los artistas, del mundo que los rodea, etc. Algo que te haya hecho aprender más cosas del arte y de la vida.
Claro, he tenido muchas decepciones y de todas espero haber aprendido algo, incluso si luego vuelvo a cometer los mismos errores. Lo decía Chavela Vargas: Los mismos errores, con las mismas personas, las mismas noches… Cuanto más mitificas más fácilmente te decepcionas. Yo soy una persona normal y corriente que mete la pata y tiene contradicciones. No quiero que nadie me mitifique. Las decepciones forman parte de la vida. De las decepciones he aprendido tanto de las de dentro del arte como las de fuera del arte.
Muchas veces aprender de las decepciones nos lleva a evitar los mismos errores. Lo que he aprendido es a no tener rencor. La vida es demasiado corta. No tengo tiempo ni energía para ello. Yo soy de los que siempre tratan de ser positivos. No puedo permitirme el lujo de guardar rencor. Nadie dijo que la vida fuera fácil.
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