El nuevo ensayo del escritor Eloy Fernández Porta, Las aventuras de Genitalia y Normativa, publicado en Anagrama, analiza la disputa entre lo normativo y lo transgresor en el actual debate social, a través de campos como el género, el arte contemporáneo o, en este capítulo, la moda. Hemos tenido el placer de charlar con él sobre su último libro y otras cuestiones recurrentes en la obra de este singular ensayista.
En Genitalia… te has centrado en la moda, ¿por qué piensas que lo sexy se ha vuelto algo normativo?
Llevaba tiempo haciendo ejercicios de escritura sobre la moda, hasta acumular contenido que iba más allá del libro presente. Pero fue cuando me puse a abordar la cuestión de lo ordinario y extraordinario, viendo imágenes de desfiles, cuando pensé que era un caso ejemplificante. Esta nueva orientación también tiene que ver con uno de mis textos favoritos, el Diálogo de la moda y la muerte de Leopardi. Tenía ganas de escribir algo en esa dirección…
¿Cómo explicarías este libro a alguien que no esté relacionado con este lenguaje?
Ante todo, pienso que todos vivimos en términos de normas y excepciones. Todos nos hacemos una idea de nuestra posición en la sociedad, lo que se puede y no se puede hacer. El caso más claro es el de la vida personal, relacionada con los instintos más primitivos, y que encapsulo bajo el término Genitalia. Se tratan de leyes escritas o no que codifican nuestra manera de actuar. Pienso que esta perspectiva en general y este libro en particular, interesará a todo aquel a quien le interesen los mecanismos y las lógicas, asidas a la apariencia física, de las redes sociales. Es un libro que le interesará a quien ha sido juzgado, llegando a preguntarse dónde están los límites de su comportamiento personal.
Esta vivencia cotidiana la intento resumir en la experiencia jurídica del consumidor, donde no solo los jueces y represores, sino tú y yo, los lectores y las lectoras, formamos parte de un tribunal público en el que juzgamos y somos juzgados. Aquí exploro la parte oscura de las redes sociales y el más allá del debate público en el mundo digital. Es un debate que tiene una parte liberadora, pero también tiene una parte sumamente restrictiva. Y con restrictiva no me refiero a la corrección política o a la cultura de la cancelación, sino a un instinto básico normativo que nos lleva a incorporarnos a ese tribunal.
Da la sensación de que, en las redes sociales, nos volvemos canales de nosotros mismos. Todos somos un canal que, como bien apuntas, nos libera, pero también nos encorseta. Quizá este discurso impide llevar a una comunión ideal, de igualdad de los unos con los otros.
Pienso que más bien se produce una comunión de una manera perversa. Porque cuando hablamos de generar comunidad, pensamos en términos positivos, como una manifestación, una reunión en la calle: la revolución. Cuando hablamos de reunión de cuerpos, siempre tenemos en mente un horizonte liberador, donde todas las opciones sexuales se consideran válidas. Igualmente, hay un lado oscuro, porque la comunidad, como señalaba Žižek, también puede la horda, y el problema de las normativas es que son muy atractivas, son magnéticas, y tienen una gran capacidad para crear acuerdos y consensos que son también represores. Este puede ser uno de los argumentos más controvertidos del libro, porque habitualmente cuando se habla de represión se habla de la extrema derecha, o de algunos académicos, ya sabes. Pero esas atribuciones crean normas que se imponen, y lo hacen no solamente bajo un poder vertical que impone el gobierno, los poderes fácticos, sino que la norma, según se va usando, nos va moldeando hasta formar eso que pensamos que somos. Así pues, en el libro cuestiono una idea muy extendida, donde el sujeto tiende a pensarse a sí mismo como una excepción radiante de las normativas sociales.
El discurso de la autoayuda es una de las formas de encorsetamiento más generalizadas en el mundo contemporáneo, ¿no?
En la cuestión de la autoayuda hay varias cosas. Por una parte, se puede entender la autoayuda como la versión contemporánea de géneros de estructura clásicos, que viene de las letras latinas y que van desde los consejos amorosos, del ars amandi, hasta los diálogos de carácter cívico y moralista. El discurso de autoayuda trata de difundir trucos y habilidades para funcionar en sociedad. Es un punto más sociologista para la literatura latina. Para traerlo al presente diría que sea cual sea el discurso del progreso personal, siempre termina con la frase: hay que trabajar más. Aunque el nuestro es uno de los países de Europa en que más horas se trabaja seguimos creyendo en tópicos como que en el sur trabajamos menos. En todos estos discursos de progreso personal, hay un trabajo sobre el yo, algo parecido a lo que Foucault llamaba cuidado de sí, que no es otra cosa que una modalidad más de la adicción al trabajo. Y aquí lanzo la pregunta en el libro, de si es posible alguna forma de liberación o de progreso que no pase por la productividad, que incluye a su vez la autoexplotación.
La norma, según se va usando, nos va moldeando hasta formar eso que pensamos que somos.
¿Piensas que hay alguna esperanza frente a esta situación? Porque da la sensación de que vamos abocados a una explotación mayor…
Eso se ve de una manera muy diáfana en el sector cultural, que es un sector que se imagina a sí mismo como carente de interés financiero, y por tanto realiza una serie de tareas gratis en nombre de una vocación que puede ser también una trampa. Luego en el capítulo del libro De la norma considerada como una de las bellas artes, le doy la vuelta a la relación entre la norma y la excepción tal como se suele pensar. El dicho Hecha la ley hecha la trampa, lo invierto diciendo Hecha la trampa, haciéndose la ley. Ahí la transgresión, la ley, es lo primero que ocurre, y se reconstruye la ley que no es fija, que siempre es mutante y siempre está buscando al culpable. En el ámbito de las artes se puede ver en obras cuyo propósito no es ser singulares y únicas, sino normativas en tanto que modélicas.
Para ir finalizando, con la publicación de este libro, ¿hacia dónde te gustaría llegar? ¿Qué debate o debates te gustaría abrir?
Por lo pronto, me gustaría debatir acerca de las ilusiones de libertad, las fantasías que hemos creado que nos hacen sentir libres y nos prometen una emancipación próxima, un horizonte emancipatorio. Los nombres que hemos dado a la palabra libertad y las ilusiones que hemos depositado en ella. Y aquí está la segunda cuestión, que son las reglas como ficciones normativas y reglamentistas, el qué se puede hacer y qué no, que generamos de manera cotidiana. Así como todos sabemos ponernos en el papel del acusado o de la víctima, me gustaría que el lector se pusiera en el papel de juez, de forma colectiva, en la toma de decisiones, en el género y en el compartimiento público.
Luego hay un tercer debate que parece el más interesante, que es el que trata de las relaciones personales. Es un tema que en anteriores libros, como En la confidencia, he tratado bastante. Aquí parto de la idea de que todos somos creyentes de una doctrina que denomino relacionalismo, la creencia ciega en el valer de los vínculos personales per se y en su capacidad para crear colectividad en un sentido positivo. Digo que esto es una doctrina y no solo una actitud o una idea, porque en el mundo digital se ha acabado imponiendo como el sentido común, como la única forma de pensar. Cada vez parece más difícil concebir al sujeto como individuo autosuficiente y el individuo se define más asociativo. Es como si al homo sapiens le hubiera seguido una evolución que sería el homo asociativus. hay un segundo paso que es el de formar parte de una colectividad definida. Aquí veo sus partes buenas cuando se trata de una decisión propia, pero no me parece que lo sea, pues lo veo más bien como un imperativo.
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