Atrás ha quedado París, la primera metrópoli del mundo en iluminar sus calles y edificios con luz eléctrica, conocida mundialmente como “La ciudad de la luz”. Ahora la “nueva ciudad de la luz” es Eindhoven, en el sur de los Países Bajos. Quizá sea porque allí fue donde nació la empresa Philips o porque, a pesar de haber sido arrasada durante la 2ª Guerra mundial, ha sabido reinventarse y reformar su ruinoso entramado urbano en algo bello y hermoso. La reconversión de sus fábricas en galerías de arte, en estudios de diseño, en restaurantes y empresas jóvenes, ha convertido Eindhoven en la capital holandesa del momento, por la estética de sus ruinas.
Todo comenzó con el arquitecto y diseñador gráfico Louis Christiaan Kalff (1897–1976), quien, en 1925, se incorporó al departamento de publicidad de Philips, dispuesto a revolucionarlo todo con sus ideas. Aunque anteriormente había trabajado como arquitecto en la construcción de algunos edificios y casas para los ejecutivos de la propia empresa, su amor por el diseño, le llevó más allá del campo publicitario y lo introdujo en el mundo de la iluminación.
Destacó principalmente en el campo del diseño industrial y es ahí donde encontramos la mayor parte de creaciones: entre ellas el famoso logo de Philips. Sus lámparas, hoy en día, son consideradas auténticos iconos del diseño. Mi favorita es el modelo de mesa Z realizada en latón con pantalla y pie metálico lacado en negro. También diseñó otros productos, como pequeños electrodomésticos: radios, altavoces e, incluso, una maquinilla de afeitar.
Hacia el final de su etapa en Philips, desmarcado ya del mundo del diseño, siguió prestando servicios a la firma como asesor y consultor, pero aún tuvo tiempo para realizar un último trabajo como arquitecto en colaboración con el también arquitecto Leo de Bever. Ambos proyectaron El Evoluon, un edificio singular con un diseño futurista y cuya forma se asemeja a un platillo volador aterrizado y también a muchas de las lámparas que había diseñado para Philips: Una gran cúpula de hormigón armado de 77 metros de diámetro con diferentes anillos concéntricos que la recorren en forma de balcones circulares.
Este edificio, en sus orígenes, fue un antiguo museo de la ciencia construido por Philips para conmemorar su 75º aniversario. En las décadas de 1960 y 1970, fue muy visitado, pues por aquel entonces sus exhibiciones interactivas suponían una novedad. Pero años más tarde cuando empezaron a abrirse los museos de ciencias en otras ciudades. El Evoluon quedó obsoleto y cerró en 1989. Es en esa época cuando el edificio se renovó y amplió, reconvirtiendo su uso a un amplio espacio en el que desarrollar y celebrar eventos de carácter general como, recepciones, congresos, salón de bodas, etc.
Sin quererlo, Louis Kalff y Philips, indirectamente, influyeron en la estructura urbana de la ciudad. Su preocupación y amor por el diseño aún perdura en nuestros días. Con ellos se inició el proceso de transformación de la ciudad. Durante décadas, ellos fueron los responsables de decorar, vestir e iluminar tanto a la ciudad como a sus locales.
Con ellos se inició el proceso de embellecimiento de la ciudad, porque en mi opinión, una de las cosas más maravillosas que tiene Eindhoven es su sensibilidad en el tratamiento de la luz. La luz produce un efecto imperceptible para la gran mayoría de nosotros; ninguno somos ajenos a ella, puesto que nos afecta sin que nos demos cuenta. Sin ella, la mayoría de las construcciones pierden encanto, fuerza, pudiendo, incluso, llegar a modificar nuestras emociones.
¿No os ha pasado alguna vez que entráis en un edificio o local y, a pesar de que el espacio os gusta, hay algo que no sabéis explicar por qué, pero os molesta?
En la mayoría de los casos esto ocurre por la luz. Su empleo en la arquitectura es fundamental. Ella es la herramienta básica que permite al arquitecto modificar la expresión del espacio, interviniendo en la estética, el ambiente y las emociones del usuario.
El diseño de la luz, plasmado en la arquitectura, enriquece la obra cuando se logra comprender la interacción entre ella y el espacio, y se consigue dar un carácter expresivo, según cada obra y de acuerdo a lo que se quiera demostrar. Nos permite destacar los elementos, jugar con la volumetría, las texturas y el color, y aportar sensaciones diversas al espacio. De ahí su importancia a la hora de diseñar o proyectar cualquier construcción. Porque si bien es cierto que la forma de cada edificio y la concepción del espacio son importantes a la hora de proyectar y lo que diferencia según el tipo de entorno a un edificio de otro, sin la luz estaríamos perdidos.
Si os fijáis, muchos de los locales que pueblan nuestras ciudades adolecen de una buena iluminación. Iluminar un espacio va mucho más allá de colocar luminarias distribuidas en un plano. Para ello, es necesario tener en cuenta qué luz vamos a emplear. Es algo que los holandeses han empleado muy bien, quizás por la influencia de Philips.
Y probablemente sea este uno de los motivos por los que Eindhoven es especial y diferente, por la cuidada y selecta iluminación de sus locales. En todos y cada uno de ellos, el tratamiento que se hace de la luz es especial y armoniza con el diseño arquitectónico, resaltando aquellas zonas que se consideran más importantes y dejando con menos intensidad, o parcialmente en sombra aquellas que no lo son.
Empezando por los locales situados en el centro urbano junto a la estación de tren, encontramos El Blob, un edificio futurista diseñado por el arquitecto italiano Massimiliano Fuksas. Su estructura de vidrio y acero con forma orgánica es la entrada al maravilloso centro comercial The Admirant.
En frente, por un lado, vemos el Restaurante Usine ubicado en la planta baja de la fábrica y torre Philips y por otro, el Happiness Café. En esa misma calle Emmasingel descubrimos las tiendas de ropas muebles, librerías. Una verdadera delicia: todos y cada uno de esos comercios tienen una luz y una estética diferente, nada de franquicias o copias entre locales. Y al final de la mismas, el fantástico Museo Philips desde donde podemos empezar nuestro recorrido por el centro; aquí descubriremos pequeñas joyas de locales, pero ya mezclados con las franquicias internacionales.
Como es imposible citarlos todos, nombraré algunos que llamaron mi atención:
El Coffe Lab cerca de la estación de tren o la propia estación, obra del arquitecto Koen Van Der Gaast, cuya planta primera destaca por su cuidada estética vintage, colores, lámparas y mobiliario. No nos hubiera sido difícil imaginar a cualquiera de los miembros de la serie Mad Men esperando por aquí el tren.
El restaurante Kazerne, en la zona de los barracones militares; el Museo de arte moderno Van Abbemuseum, el gran edificio blanco de la biblioteca pública conocido como The Witte Dame y el barrio Strijp-S, un espacio en el que se ubican las antiguas fábricas reconvertidas en edificios que albergan todo tipo de actividades creativas y de ocio. Imprescindible visitar el Urban Shopper, el Onder de Leidingstraaat, café y tienda de productos orgánicos y el Área 51, el skatepark más grande Europa.
En la mayoría de los locales que he mencionado arriba se combinan diferentes tipos de iluminación para resaltar y diferencias los ambientes.
Por ejemplo, la iluminación directa la utilizan en áreas de trabajo donde se realizan tareas y en las que es necesario ver lo que se está haciendo. Este tipo de luz es aquella en que la que el flujo luminoso incide directamente sobre una superficie. Debe ser utilizada con cuidado, ya que puede resultar agotadora, porque tiende a crear sombras duras.
La indirecta, dirigida contra elementos como paredes, mamparas u otros, de manera que parte de esa luz es absorbida y parte es reflejada en la dirección contraria, produce una luz suave que transmite confort y bienestar.
La iluminación difusa la utilizan en espacios donde se requiere que la luz del ambiente sea homogénea como, por ejemplo, en la biblioteca o espacios de tipo administrativo.
La iluminación empotrada (luz de efecto) en el revestimiento o en algún elemento arquitectónico, sirviendo para evidenciar sólo la luz en sí, creando un efecto propio, ya que ilumina puntos o zonas de interés. Y por último, las cintas de leds utilizadas para destacar determinados elementos de la arquitectura.
En este pequeño recorrido por Eindhoven hemos descubierto la importancia que tiene la luz y su empleo tanto en la arquitectura como en los aspectos de nuestra vida cotidiana. Algo que puede interactuar con nuestras emociones provocándonos sentimientos positivos o negativos. Gracias a la empresa Philips y a la gente que trabajó y trabaja en ella, Eindhoven se ha ganado el apelativo de la ciudad de luz.
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