A las puertas del cerrajón definitivo del año del infortunio, en un clima en que el calendario de vacunación parece insuflar brotes de optimismo que alumbran el final del largo túnel, hay que sumar a esa inercia positiva dos de los artefactos de ficción más reconfortantes y sólidos de las últimas semanas, ambos invocados en las listas de lo mejor del año que se multiplican durante estos días.
La irrupción del cómico John Wilson quedará como una de las pocas notas felices de 2020 —con el permiso de Michaela Coel—, especialmente para el aficionado a la comedia, las series y el audiovisual en general. El cómico neoyorquino, detective privado tras licenciarse en la universidad, y fogueado a través de su canal de Vimeo con la serie How to, ha expandido su particular narración audiovisual gracias a la confianza de HBO, quienes depararon en su talento y le instaron a formatear su estilo para dar a luz How to With John Wilson. Seis cartuchos en que el joven creador (34 años), con su inseparable cámara a cuestas, ingenia diarios audiovisuales sobre los aspectos más mundanos, insignificantes o, simplemente, aquellos que pasan desaparecidos para la mayoría de los mortales. Con este material, usurpado de la calle como un detective a la caza de hallazgos extravagantes e inverosímiles, lo utiliza para trazar un recorrido narrativo tan demencial como ingenioso e imprevisible.
Así desde “How to Cook a Risotto” a un episodio dedicado a los andamios —y a otros elementos y barreras arquitectónicas olvidadas—, u otro a los plásticos de protección para los muebles, Wilson despliega un intransferible humor a medio camino entre Nathan Fielder (quien ejerce de productor ejecutivo) y nuestros Carlo Padial y Juan Cavestany. Aunque el propio Wilson cita a Les Bank como una de sus máximas referencias, donde es capaz de pasar, sin alterarse, de lo absurdo y más insignificante a un humanismo con su punto de ardor, pero también de ternura.
Lo deslumbrante de esta anomalía perpetrada por un marciano recorriendo las calles del relato infinito que es Nueva York, es su habilidad por cazar esas imágenes de gran agudeza visual que complementan o contradicen la propia narración que articula Wilson mediante la voz en off. Algo así como unos aforismos visuales sobre los que se esconde una lúcida y ácida mirada sobre nuestros comportamientos y la vida urbana en las grandes ciudades. John Wilson ha venido para quedarse. De eso, no cabe duda.
La otra ficción que ha marcado en positivo el último tercio del curso —en su caso desde las parcelas dramáticas— ha sido Industry, una co-producción entre BBC y HBO que descubre un retrato ácido, malcarado, sin velos, de los brokers londinenses y el submundo financiero de la City. Tiburones en crecimiento y en formación en una jungla despiadada y sin ápice de ética, infestada de drogas, sexo banal, workaholismo, karoshi y una avaricia sedienta que expone la soledad y el desamparo de los principales personajes que pueblan este interesante, entretenido y adictivo producto. Un universo que se aborda desde el punto de vista de una joven no licenciada estadounidense dispuesta a triunfar en esta firma de inversiones.
Esta ficción de ocho dosis, creada entre Mickey Down y Konrad Kay, y convertida en la gran tapada de la temporada catódica, respira la bilis angutiosa de Succession, pero mezclada con el descaro y la actitud desinhibida de Girls u otras comedias del YO juvenil que abordan sin tapujos temas como el sexo y las drogas. Y aún se le puede añadir una ración de puñaladas a lo Juego de tronos, y un desalmado retrato de esas esferas financieras de cenas en miradores y copas en reservados que remite al Shame de Steve McQueen.
Tal es la positiva acogida de ambas series en la plataforma de Warner Media que ambas han sido recompensadas con una segunda temporada.
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