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Cultura

Dos de los Castro: “A pie de página” y “Jantipa”

En Hermosos y malditas, Cultura martes, 20 de diciembre de 2022

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

No quería que terminara esta año sin dedicar una entrada de «Hermosos y malditas» a un hermoso tándem cultural paterno-filial por el que sentimos aquí una especial simpatía y en particular a dos trabajos con una cierta coincidencia temporal: A pie de página. Placeres en el desierto de la lectura (La Caja Books, 2022) de Fernando Castro y Jántipa o del morir (Temas de Hoy, 2022) de Ernesto Castro.

Tengo a Fernando Castro Flórez (Plasencia, 1964) no solo como un estupendo teórico y crítico de arte sino como un generoso divulgador que habría contraído pronto un vicio difícil de encontrar en España: el de dedicar sincera atención a lo que hacen los demás (una actitud análoga a la realizada por el escritor Vila-Matas en su propio ámbito). Ejemplos de esa cualidad son tanto las lúcidas e irónicas participaciones en distintos medios de comunicación, los temas de sus atractivos comisariados, el vínculo vivo con la actualidad del arte, o la ingente cantidad de vídeos subidos en la plataforma YouTube en los que el autor de ensayos como Contra el bienalismo o Estética y cuidado de sí da exhaustiva, pródiga y fina cuenta de las últimas referencias en un amplio segmento de interés enhebrado casi siempre por la actualidad crítica en el dominio del arte.  

 A pie de página supone, como indica pronto su subtítulo (Placeres…), una inmersión lúdica en la memoria, o mejor, unas memorias sobre los distintos episodios biográficos, epistemológicos, metodológicos y sentimentales por los que Castro (padre) adquiere feliz conciencia del goce de la cita y de la nota a pie de página (una suerte de huella de lo encontrado en lo dicho, de registro de las referencia, de la explicación adicional, de la información agregada, de humildad del buen docente, de la invitación a buscar).

a pie de pagina

Ensayo evocador, con su humor típico (he buscado un adjetivo neutro exprofeso) y una ironía no exenta de algún tono de melancolía crítica (Castro ha leído bien a hauntologos como Mark Fisher o al Simon Reynolds de Retromanía y no cae nunca en las versiones de la nostalgia más manidas) con capacidad de contagio y naturaleza de coming of age.

En su cómoda brevedad y en la hospitalaria serie «bastardilla», A pie de página da cuenta del itinerario formativo (una parte del itinerario intelectual) de quién luego sería referencia en el ámbito de la estética, el gusto por lo distinto, lo indisciplinado (con todo el eco de Foucault), el fragmento y lo misceláneo,  pero también de cuestiones oscuras en el proceso de levantamiento de la subjetividad (las manías, las extravagancias, las casualidades), la inminente sensación de peligro, la llamada de la estantería y cierta temperatura que a mí me ha recordado el práctico Cómo ordenar una biblioteca de Roberto Calasso o el inteligente ensayo de Pierre Bayard (de equívoco título para malpensados) Cómo hablar de los libros que no se han leído.

Caen en el apartado de aciertos de este ensayo sobre la formación (la correspondencia más reflexiva, montaignesca de la Bildungsroman), el recuerdo de lo inmemorial, la evolución de una poética (en el doble sentido como lirismo y como producción), el hallazgo de la enciclopedia, las bonitas páginas sobre lo familiar, el emocionante encuentro con futuros acompañantes habituales (Nietzsche, Adorno, Benjamin, Kafka, Borges, Octavio Paz), la conciencia del valor de lo intempestivo, la entrañable conciencia del descarrío más temprano, los elegantes homenajes a grandes nombres que una generación posterior habría de olvidar (Valente o Ullán), todo el tono de un Instituto Benjamenta (Robert Walser), la feliz coincidencia (Novela con cocaína de Aguéev es una de mis novelas preferidas y de ellas hablamos aquí).

Trilogía platónica. Jantipa o del morir

Este año también se ha publicado Jantipa o del morir (temas de hoy, 2022) la primera novela filosófica de Ernesto Castro y el hecho de que un filósofo joven (un sintagma menos tendencioso semánticamente que el de «joven filósofo») haya dedicado la primera incursión de una anunciada trilogía a la muerte (y a la literatura sobre el mal) es otra razón de la simpatía que aquí sentimos por este exitoso autor.

Jantipa fue la mujer de Sócrates, el ágrafo, y aquí se sitúa al inicio del rótulo de una trilogía anunciada, desplazada geográfica y temporalmente a un campo nazi junto con otras reconocibles voces del pensamiento con «a», así entre otras Edith Stein (luego santa Teresa Benedicta de la Cruz), filósofa judía convertida al cristianismo y asesinada en Auschwitz en agosto de 1945; Charlotte Delbo (1913-1985) la pensadora materialista de esta novela de ideas o diálogo novelado (un relato trasladable antes al teatro que a Netflix, en todo caso), de la valiente resistencia marsellesa o la checa Heda Margolius Kovály (Helda Bloch): Bajo una estrella cruel.

Con frontispicio de Ferlosio y en poco más de cien páginas, Ernesto Castro muestra –al permitirnos entrar en un improbable diálogo terminal (el hocico de los matarifes asomando en el barracón de los parlamentos)– su destreza narrativa, su natural apego por el contraste (lo viejo y lo nuevo, lo integrado y lo apocalíptico, lo subterráneo y lo elevado, lo sagrado y lo profano, lo casi demodé y lo dans le vent).

Destaco de Jantipa o del morir su contención cuando procede, su firmeza cuando toca, el difícil equilibrio conseguido entre el respeto y el humor, la emoción y la inteligencia, el absurdo-cómico (estilema caro a Castro hijo), el contrapunto entre la pereza y la soberbia, la capacidad del autor para detectar de inmediato el argumento falaz (y desmontarlo), el análisis «vivo» de los hábitos discursivos, el valor del testimonio, sus distintos registros ora informales ora cultos, la brava posición moral, acertada a mi juicio, consistente en decir pese a todo, por utilizar el lema de Didi-Huberman pese a Claude Lanzmann et al: imágenes pese a todo, esto es, pese a lo apabullante del gran horror preferir la invitación a pensar y decir.

En este sentido, por concluir con un paratexto final –el pasaje del Fedón a modo de epílogo– se trata de razonar en tiempos de misología, algo a celebrar sobre todo cuando el autor es nada más y nada menos que eso, magnífico perito en logos.

Hermosos: signos vitalistas de vida inteligente cultural.

Malditas: envidias españolas.

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