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El despertar de la literatura feminista

En Cultura sábado, 13 de diciembre de 2014

Valentín Vañó

Valentín Vañó

PERFIL

Desde Jane Austen, la progresiva feminización de la literatura inglesa no ha evitado los prejuicios de género. En el canon feminista, Virginia Woolf comparte reivindicación con autoras menos conocidas, como Charlotte Perkins Gilman o Kate Chopin.

En términos generales, la feminización de la literatura inglesa, y por tanto anglófona (pido disculpas, pero la historia la cuentan los vencedores, y así es como yo la estoy estudiando) comienza a principios del siglo XIX, con la prosa elegante e irónica de Jane Austen. Las novelas de Austen, extraordinarias por su análisis social, profundidad psicológica y por sus virtudes como estilista, suponen la confirmación canónica de la emergencia de las mujeres en el terreno de las letras. Por entonces, autoras de novela gótica como Anne Radcliffe habían demostrado que podían encandilar con sus argumentos terroríficos al público ávido de cultura impresa.

El protagonismo en el canon de Jane Austen se define en contraposición a una autora nacida un año antes de su muerte, quien quiso anularla por la vía de la apropiación temática. Charlotte Brontë, autora fundamental de la novela victoriana junto a Dickens, introdujo en la turbulenta Jane Eyre a un personaje que sería clave en la crítica al patriarcado de las teóricas feministas de la segunda mitad del siglo XX. En el legendario capítulo 26, durante la boda de Jane Eyre con Mr Rochester se descubre la razón de la amargura del aristócrata: el monstruo gótico de su mansión es su primera esposa. La loca, la mujer perturbada de la buhardilla.

El concepto es esencial para el pensamiento feminista: la locura de las mujeres. Esa supuesta inestabilidad emocional, o tendencia natural a la depresión y melancolía, ha sido un instrumento de género de las sociedades patriarcales para el confinamiento social de las mujeres. Bertha Mason, la mujer loca de Jane Eyre, encarna como prototipo de ficción ese concepto, a partir del cual han trabajado académicas como Elaine Showalter, o Sandra Gilbert y Susan Gubar. Estas últimas titularon The Madwoman in the Attic su ambicioso ensayo de crítica literaria feminista de casi 800 páginas (attic puede traducirse como desván o buhardilla).

Virginia Woolf fotografiada por Gisèle Freund.

Virginia Woolf fotografiada por Gisèle Freund.

Un cuarto propio. Entre las autoras de lengua inglesa que han reflexionado con agudeza sobre los vínculos entre feminismo y literatura, destaca Virginia Woolf, quien adaptó a la reflexión literaria el espíritu reivindicativo de la primera ola del feminismo. En Una habitación propia, Woolf se interroga sobre la escasez de mujeres escritoras importantes y concluye que esa escasez es consecuencia de la falta de recursos económicos y de la tradicional hostilidad hacia las mujeres con ambiciones creativas. “De aquí a cien años, las mujeres habrán dejado de ser el sexo protegido”, escribe.

En ese breve ensayo, escrito con su encantador registro modernista, Woolf inventa un personaje simbólico, una Judith Shakespeare dotada con el talento de su hermano, que ve truncada su carrera literaria a causa de su género. Su tesis es bien conocida: para dedicarse a la literatura, una mujer necesita independencia económica y un espacio personal para escribir, un cuarto propio. Virginia Woolf es una autora ampliamente reconocida en el canon, a diferencia de otras escritoras reivindicadas en las últimas décadas por las teóricas feministas. Es el caso de Charlotte Perkins Gilman, que en su estremecedor relato El empapelado amarillo (The Yellow Wallpaper) cuenta en primera persona la historia de una protagonista que sufre esa enfermedad de las mujeres mencionada antes; una mujer deprimida e internada, que empeora de su mal al verse desposeída de su afición creativa, la escritura.

Kate Chopin

Kate Chopin

Entre las recuperaciones de los últimos años destaca una novela, El despertar, de la norteamericana Kate Chopin, que resulta sorprendente por la carga de actualidad de su argumento. Edna Pontellier es un trasunto de esta autora bilingüe y francófona, que siente crecer un deseo adúltero en su interior, en contra de la sociedad retrógrada del Nuevo Orleans de principios del siglo XX. Escrita con una prosa sencilla, pero dinámica y sensual, El despertar estimula la identificación del lector con esa protagonista joven, comprometida con su propia voluptuosidad. La novela es interesante también por sus cualidades extraliterarias: sufrió censura y un rechazo severo de los críticos de la época por su argumento a favor de la emancipación sexual femenina. En español puede leerse en una edición muy reciente, de 2012, de la deliciosa colección Letras Universales de Cátedra, con traducción y amplio estudio biográfico y crítico de Eulalia Piñero Gil, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ilustración portada: The Madwoman in the Attic, Brianna Angelakis / Devianart

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