Veo una carrera de velocidad sin dirección alguna y con visos de no terminar en meta posible. Veo que pierdo la salud en la prisa, que me olvido de la capacidad de disfrutar de lo sencillo y lo cercano.
Necesito días de 25 horas y las cosas para ayer. No tengo el tiempo suficiente para hacer lo que creo y me atemorizo con la prisa para terminar las cosas que creo que son imprescindibles. Me paso el tiempo apagando fuegos como un autómata sin tener un momento de respiro para reflexionar en lo acaecido… La consecuencia, una acumulación de estrés con el que convivo y sin saber cómo deshacerme de él.
Este sistema en el que estamos inmersos, de crear expectativas sobre el futuro en función de las experiencias que hemos vivido en un pasado, tanto actual como remoto, nos impide vivir un presente que, en realidad, es lo único que tenemos. Como dice Pessoa en su poema sobre vivir despacio…
No tengo prisa. ¿Prisa de qué?
No tiene prisa el sol y la luna: están seguros.
Tener prisa es creer que la gente pasa delante de las piernas,
o que, dando un brinco, salta por encima de la sombra.
No; no sé tener prisa.
Si extiendo el brazo, llego exactamente a donde mi brazo llega,
ni un centímetro más allá.
Toco sólo donde toco, no donde pienso.
Sólo me puedo sentar donde estoy.
Y esto hace reír como todas las verdades absolutamente verdaderas,
pero lo que hace reír seriamente es que nosotros pensamos siempre
en otra cosa,
y vivimos ociosos de nuestra realidad.
Y estamos siempre fuera de ella porque estamos aquí.
Y desde aquí, sin prisa y con la serenidad para mirar lo que sucede en la realidad, veo una carrera de velocidad sin dirección alguna y con visos de no terminar en meta posible. Veo que pierdo la salud en la prisa, que me olvido de la capacidad de disfrutar de lo sencillo y lo cercano, que no sé lo que quiero porque no me dedico ese tiempo, que pasa tan deprisa, para pensar en mí…. ¡Qué desperdicio de creatividad!
Algo que me ayuda a ir más despacio es correr. Un deporte que mejora la calidad de mi vida, que me permite dedicar un tiempo a reflexionar sobre mí. Correr, sin prisa, abre espacios tan emocionantes como encontrar aspectos nuestros que desconocíamos. Cuando corremos, nuestro cuerpo segrega tanta química, que una gran parte nos ayuda a mejorar los niveles de estrés, nos tranquiliza y relaja, mejora nuestros niveles de atención y en muchas ocasiones, a pesar de correr, nos lentifica la vida. Correr es uno de los mejores antídotos a la prisa.
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