Queda inaugurada la temporada nacional de festivales de música, ese modelo de negocio que explota la música en directo a pesar de que ésta parezca no ser lo más importante.
Ha llegado ya ese maravilloso momento del año en el que todo aficionado a la música puede disfrutar de su versión en vivo y en directo, y con exuberancia. O al menos esa es la teoría. Una plétora de conciertos se despliegan durante todo el verano a razón de cartel de festival. Vale que muchos son más difíciles de diferenciar que dos canciones de Vetusta Morla e Izal, pero ahí están, multiplicándose. Quizá por eso sea el momento de recordar algunas de las leyendas urbanas que rodean a los festivales y su concepción más teórica. Nunca está de más recordar qué cosas pensabas que podrías hacer cuando te compraste el abono y, en realidad, jamás podrás llevar a buen puerto.
#1 Escuchar (y ver) a tu grupo favorito
Bien, en realidad esto suele abundar en la dificultad de hacer coincidir el milagro de la vista y el del oído en cualquier concierto; sin embargo, en el caso de los festivales el milagro adquiere tal cuerpo que quizá sería un buen momento para llamar al experto del Vaticano si se da. Esto sucede en casos contados, es decir, si tu grupo favorito toca a la vez que los Black Keys o si renuncias a todo y acampas en las primeras filas con suficiente avituallamiento. Lo más habitual, por contra, es que en el escenario todo suceda a una distancia en la que debas aceptar la derrota y reconocer que estás viendo el concierto en una pantalla grande.
Hasta ahí la oportunidad de ver a tu grupo favorito. Lo de escucharlo adquiere tintes dramáticos. Seguramente estarás rodeado de gente que ha pagado su entrada para darle la espalda al escenario, hablar por el móvil tratando de encontrarse (sin éxito) entre la masa o intentar superponer su voz a la del cantante para poder contarle el último capítulo de Juego de Tronos al de al lado. Es más, probablemente tú seas cualquiera de esas figuras, así que qué te voy a contar.
#2 Escuchar esa canción que tanto te gustaba cuando tenías 15 años
Los setlists de festival empiezan a ser como los dinosaurios: sabemos que existen, pero dentro de poco ya sólo existirán debajo de una gruesa capa de polvo. Sólo falta que alguien les tire un meteorito. Sin embargo, entre los grupos que manejan espectáculos conceptuales sólo para grandes eventos y los que tocan en el festival precisamente porque presentan disco, la cosa empieza a tener más ciencia-ficción que Jurassic Park. Para último botón, el setlist del concierto de Radiohead en el Primavera Sound, tan alejado de su emocionante muestrario de hits como próximo al sopor más insoportable.
#3 Emborracharte
Bueno, pues si no voy a poder ver y escuchar a mi grupo favorito, y también puede pasar que me tenga que tragar un ladrillo de una hora, para escuchar esa canción en la que pensé cuando me compré el abono, entonces recurriré al alcohol. Bien, esto sí es posible con un matiz: lo tendrás que hacer a costa de tu hígado. Como siempre, pensarás, pero no; en este caso lo tendrás que hipotecar. Y, con la cantidad que alcohol que necesitarás para olvidarlo todo, a ver quién lo quiere después. Piense en pequeño (vasos), actúe en grande (precios).
#4 Coincidir con gente
El ya nos veremos en el festival es el equivalente social al a ver si quedamos de esos encuentros espontáneos que si no se dan de forma premeditada es por algo. Aunque, en este caso, existe una regla no escrita, la de la proporcionalidad directamente inversa entre las ganas de encontrarte a alguien y hacerlo. Por otro lado, y para evitar amistades que se van por el sumidero, convendría participar en reuniones previas entre amigos para determinar de forma indiscutible cuál es el eje de todas las indicaciones en el festival: ¿a la izquierda, mirando el escenario, o a la izquierda del escenario?
#5 Drogarte y encontrarte con famosos al hacer cola para ir al baño
Como en casi todo, hay un trecho importante entre lo que se supone que y la realidad. Casi siempre a peor. Lo mismo sucede entre lo que la gente alejada de festivales cree que vas a hacer a un festival y lo que haces de verdad. Lo mejor es no revelar la auténtica realidad para seguir aparentando respetabilidad, y si acabas subiendo al escenario a ocupar el lugar del cantante, no lo cuentas en casa.
#6 Ver todos los conciertos que querías
No pasa. Directamente. Los horarios impresos con los conciertos subrayados con fosforescencia (los acabarás perdiendo a poco que te esfuerces) jamás se cumplen; dicen que quien lo consigue ve cómo se dibuja un arco iris en el horizonte y se abre una puerta a una nueva pantalla de bonos en la que recoges toda la cerveza gratis que puedas durante 30 segundos. De hecho, lo más normal es que te quedes en el paso previo: varios de los conciertos que querías ver cuando se anunció el cartel se desarrollan, en realidad, al mismo tiempo. El malo del final son los temidos solapamientos.
#7 Lucir y asistir a los mejores outfits
Hace unos diez años, Nueva Vulcano publicó Juego Entrópico; en él estaba la maravillosa “Esto no es París”. Bien, pues esto no es Coachella. Lejos de las estampas de top models henchidas de elegancia y savoir faire estilístico, los festivales son el lugar perfecto para parafrasear a Roy Batty y reconocer que has visto cosas que nadie en su sano juicio querría creer. Desde calcetines hasta las rodillas con chanclas a disfraces recreando la mierda del WhatsApp.
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