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Cinco claves para entender mejor el año musical que se fue

En Música jueves, 14 de enero de 2016

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Sin ánimo exhaustivo, repasamos algunas de las constantes que explican el 2015 en cuestión musical.

Esto no pretende ser, ni mucho menos, un listado más de los mejores discos del año. Seguramente porque nadie los necesite ya a estas alturas. Aunque sí podría decirse aquello de que todos los que están, en cada categoría, han sido trabajos lo suficientemente significativos como para destacar entre la abundante oferta que nos asedia.

#1 En femenino plural

Quizá la sensibilidad femenina sea más proclive que la masculina a expresar con acierto los claroscuros de unos tiempos tan complejos como los que vivimos. Puede que sea una cuestión de ambivalencia para adoptar ropajes diversos sin traicionar su propia esencia, o que ellas sean capaces de gestionar sin complejos aventuras sónicas más audaces que las de sus homólogos masculinos, sin tener que imitar sus roles ni ceñirse a ciertos estereotipos que son ya cosa del pasado. El caso es que algunos de los mejores y más singulares discos que se han facturado en 2015 han venido de manos de mujeres con discursos plenamente reconocibles, que perpetúan -afortunadamente- la tradición legada por Patti Smith, Stevie Nicks, Kate Bush, Laura Nyro, Laurie Anderson… es el caso de Grimes, Julia Holter, Gwenno, Sleater-Kinney, Empress Of, Courtney Barnett, Natalie Prass e incluso la Björk más atinada de la última década.

#2 La importancia de lo confesional

En otras épocas, regidas por la primacía de la purpurina, el hedonismo pujante de la pista de baile, los placeres sintéticos de radio fórmula servidos con desparrame catódico o el tormento puramente existencial de crecer en un entorno frío, rural y desestructurado, los striptease emocionales, hubieran cotizado mucho más bajo. Hoy en día, quizá como trasunto de ese yoísmo y la exaltación de las emociones que las redes sociales han propulsado hasta el infinito, el público premia las entregas en las que el autor se desnuda emocionalmente sin miedo alguno a caer en el ridículo, desvelando su intimidad sin pelos en la lengua. Nada que objetar, siempre y cuando se haga despachando canciones tan espléndidas como las de Sufjan Stevens, Father John Misty, John Grant, Villagers, Sun Kil Moon o -de nuevo aquí también- Björk.

# 3 El peso de la tradición

Parecerá una perogrullada, pero mientras el rock sea rock y el soul siga siendo soul, seguirán generando legiones de artesanos que sabrán seducir al personal con armas clásicas, haciendo que lo viejo nos vuelva a parecer si no nuevo, sí plenamente fresco, palpitante y creíble. Los discos que en el último año han editado Kurt Vile, Deerhunter, Jason Isbell, Josh Ritter, Will Johnson, Tobias Jesso Jr., Leon Bridges, Laura Marling, Bill Ryder-Jones, Majical Cloudz, Alabama Shakes, Ezra Furman, Matthew E. White o incluso unos Wilco menores -ahora que toca lapidarlos- son una prueba fehaciente.

# 4 El puzzle sonoro como triunfo

No resulta extraño que, dada esa fragmentación que resquebraja en nichos muy pequeños la inclemente sobreoferta discográfica que nos circunda, los más listos de la clase sean aquellos que son capaces de embutir un buen cúmulo de estilos y referentes en discos abigarrados y poliédricos, compuestos casi a imagen y semejanza de un puzzle, con una intención tan ambiciosa que raya en el panteísmo; Aunque sus discos a veces aturdan y requieran el beneficio del largo plazo. Ese ha sido el caso de Kendrick Lamar, firme aspirante al trono de la mejor música negra con el desbordante To Pimp a Butterfly (Interscope/Universal) o de Jamie xx, mente en la sala de máquinas de The xx y artífice de ese prodigio de electrónica bastarda que fue In Colour (Young Turks/Popstock!). Incluso las furiosas viñetas de Sleaford Mods, mucho más austeras, supuran esa apelación transversal que se basta para trascender cualquier género y conectar con amplias capas de público.

#5 Valores fiables y  benditos ácratas

Entre la fiabilidad de los valores seguros y la acracia de algunos talentos que operan totalmente por libre, al margen incluso de un pálpito urbano cada vez más hostil, se ha movido parte de lo más granado que el 2015 nos ha dejado en nuestro país. Es decir, entre los discos de Fernando Alfaro, Christina Rosenvinge, Joan Miquel Oliver, Joaquín Pascual, Francisco Nixon y las deliciosas muestras de vuelo libre de Flamaradas, Emilio José, Alberto Montero o la estrepitosa irrupción de Niño de Elche. Entre medias, sin demasiada argamasa que los una -ni falta que hace-, discos de Nacho Umbert, Hazte Lapón, Maronda, Pablo Und DestruktionAlondra Bentley, Betunizer, TachenkoDisco Las Palmeras!… en ese equilibrio entre lo consolidado y lo emergente, entre la ortodoxia y la heterodoxia, es donde debe residir la virtud.

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