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Y el canto se hizo carne

En Música 6 julio, 2015

Juanma Játiva

Juanma Játiva

PERFIL

De procedencias geográficas muy distintas, la música gozosamente terrenal de Richard Bona y Ruthie Foster tiene sus raíces remotas en cantos de iglesia, los que la madre del primero elevaba en el templo de su Minta (Camerún) natal y como solista del coro de Gause, la pequeña población tejana en la que creció la segunda. Ambos protagonizan la decimosexta edición del festival Jazz Panorama, que arranca el 17 de julio en Torrent (Valencia).

No cuesta nada imaginar a la familia de Ruthie Foster, con su abuela al frente, recogiendo uva Mustang en su Texas natal y cantando góspel y espirituales negros en la iglesia local al escuchar su canto, tan moderno como el de Adele Laurie Blue Adkins o el de la productora y bajista de su último álbum, Meshell Ndegeocello, y de sabor tan añejo como el de sus admirados Mississippi John Hurt o Jessie Mae Hemphill.

Alternativamente dulce, gozosa, doliente, combativa o profunda, la voz de la cantante y guitarrista tejana viene avalada por algunas nominaciones al Grammy, pero sobre todo por su capacidad para conmover, provocar lágrimas, gritar aleluya o danzar alegremente, más allá de su bien dotada garganta. El origen ancestral de su arte no le impide acercarse con naturalidad al pop, el soul o el funk más actual, pero escuchar su versión del clásico folk de Pete Seeger «If I had hammer» demuestra que nunca se puede dar por definitiva la mejor versión de las canciones más grandes.

La cantante tejana Ruthie Foster. Foto: Mary Keating-Bruton

La cantante tejana Ruthie Foster. Foto: Mary Keating-Bruton

Ruthie Foster será la encargada el 19 de julio de cerrar un festival que  inaugurará el George Lacson Project, un combo internacional de músicos de la Berklee School of Music de Valencia. Cuidado, es algo más que un proyecto académico. Lo lidera el bajista George Lacson, un músico también sureño, de Saint Louis (Missouri) concretamente, que a lo largo de su carrera ha tocado con John Lee Hooker Jr. y ha compartido escenario con músicos del calibre de Lenny Kravitz o Z.Z. Top.

En medio del cartel figura Richard Bona, uno de los mejores bajistas que se pueden escuchar hoy día, con una valía que ya detectó en los 90 el teclista Joe Zawinul, que lo fichó para su banda y le dio la alternativa discográfica en su álbum We the people. Su capacidad como multiinstrumentista y virtuoso bajista le valió un prestigio en París y Nueva York que no ha cesado de alimentar hasta el momento actual, en que un álbum como el reciente This is Richard Bona da buena cuenta del abrazo planetario que como músico ofrece a las audiencias más cosmopolitas. Un abrazo que abarca el jazz, la bossa nova, el son cubano, la chanson, el afrobeat, el soul o el funk. Y, cómo no, el canto tradicional africano.

Casi da igual obviar la referencia a los innumerables músicos de postín con los que Bona ha tocado, desde Manu Dibango a Pat Metheny, de Harry Belafonte a Quincy Jones, de Michael Brecker a Herbie Hancock, de Jacques Higelin a Tito Puente, Queen Latifah o Sadao Watanabe. La propuesta multicultural que presenta con su Mandekan Cubano, que subirá la temperatura de seguro del Hort de Trénor el 18 de julio, transciende cualquier colaboración y muestra un corazón musical enorme que recorre con sensibilidad y conocimientos proverbiales los templos, lugares de trabajo y salones de fiestas de las tradiciones sonoras africana, europea y americana. Seguro que el abuelo de Richard Bona, un respetado griot (trovador) camerunés, jamás hubiera imaginado que sus raíces produjeran con el paso de los años un árbol melódico tan frondoso como el de su nieto.

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