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Amor vs Limerencia

En Sin miedo, Juan, Lifestyle lunes, 23 de marzo de 2015

Juan Solbes

Juan Solbes

PERFIL

Algunos pueden pensar que el amor puro y racional es lo que toca vivir, otros creen que cruzar el puente y vivir en el extremo  es un desafío no apto para todos los públicos.

Tengo que reconocer que había tirado la toalla. A mi alrededor e incluso conmigo mismo no surgía algo tan increíble. La gente ya no pierde la cabeza por amor… Pues bien, ahora puedo decir que conozco a una persona que vive un estado de locura en un proceso de enamoramiento y eso me produce una satisfacción increíble.

Parece que, hoy en día, el enamoramiento que se vive entre los seres humanos está empezando a estar regido por nuestro hemisferio cerebral racional, calculador, controlador, mucho más que por nuestro hemisferio cerebral emocional, creativo, pasional, juguetón, emotivo… Da la impresión que ponemos freno a las relaciones cuando se empiezan a salir de lo normal, ponemos límites a ciertas actuaciones que nos llevan a desbarrar en determinados momentos, distanciamos los encuentros para no sentir la necesidad de dependencia de alguien o por miedo al enganche que puede producir una persona con la que estamos en la gloria. Parece que cuando no podemos controlar lo que sentimos empezamos a crear problemas y se enfrían las relaciones…

Limerencia es un estado generalizado de locura que nos transforma y nos agita impidiendo que pensemos en otra cosa que no sea la persona a la que amamos. Es decir, nuestra vida se convierte en un monotema del cual no podemos ni queremos salir. ¡Es increíble!

Evidentemente esto tiene peligros, es cierto, ya nos lo decía la doctora Dorothy Tennov que acuñó este palabro cuando escribió su libro Love and limerence: the experience of being in love, donde la obsesión es lo que empieza a imperar en el cerebro de quien padece este mal personal que, aunque no tiene mayores consecuencias en la mayor parte de los casos, ha sido la causa silenciosa de las muertes literarias más conocidas de las historia.

Ponerle puertas al mar es un cometido que nos puede llevar a perdernos a nosotros mismos en la inmensidad de tanta agua y de tanta emoción. Sentir sin límites es el mayor regalo que podemos aceptar en esta vida. Disfrutar de la cantidad de hormonas que modifican mi comportamiento cuando me enamoro es algo digno de vivirse tantas veces como llegue. Perder la cabeza de vez en cuando por amor, por obsesión o por querer vivir la mayor experiencia del mundo es un riesgo que quizá vale la pena correr en algún momento de la existencia de cada uno.

Será la imposibilidad de estar con la persona amada la que nos lleve al sacrificio y a la destrucción… pero vivir una experiencia de enamoramiento, de estar con ganas junto alguien a tu lado, de alucinar con lo que se siente en compañía de alguien que te vuelve loco, de perderte en el tiempo y en el espacio cuando unos brazos te rodean y te acarician hasta el último milímetro de tu cuerpo, de no controlar lo que sucede y dejarte llevar por alguien en el que confías sin límites, dejar que se te caiga la sonrisa en cada momento del día y no poder parar de reír de la felicidad que tal sensación produce es por lo que vale la pena dejarse sentir hasta la saciedad.

Enhorabuena a los que encuentran esa sensación y se permiten vivirla sin prejuicios ni límites sociales hasta encontrar la máxima expresión de ese amor.

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