As the Tide Comes In (Før stormen, 2023), dirigida por Juan Palacios, junto a la antropóloga y codirectora Sofie Husum Johannesen, tuvo su estreno en Grecia durante el 26 Festival de Documental de Tesalónica, tras su paso por los festivales IDFA y Göteborg y próximamente será la película inaugural del festival suizo Visions du Réel. El tercer documental del director, que ha sido producido por Elk Film, con el apoyo del Danish Film Institute, New Danish Screen y TV2 Denmark es una obra donde Palacios no nos deja respirar ni un segundo fuera de la sensación de estanqueidad, donde el contraste entre la candidez espontánea de su protagonista y la claustrofóbica cotidianidad de la vida en la isla transmiten una noción del tiempo detenido, que sentimos a la vez paradójicamente amenazador, como destructor de un modo de vida, inexorablemente destinado a la extinción.
El peligro incierto se materializaría en una marea que puede arrasar y aniquilar, como ya sucedió en 1634, pero que simplemente representaría acortar una agonía en la que se han instalado desde hace decenios los habitantes de Mandø, de una forma más o menos consciente. El tiempo en suspenso, representado por el director visualmente a través de diversos recursos como esos ambivalentes cielos infinitos, es patente incluso en la longevidad de una de sus habitantes, en los ataúdes de reserva que esperan en la iglesia, en caso de necesidad, y también, incluso, en la callosidad pétrea de unas manos que giran el lenguado en la sartén sin quemarse. Al final, Palacios y Husum Johannesen nos convencerán de que se trata simplemente de un sentido del tiempo distinto, generacional y geográfico, en el que la espera de la catástrofe es tan tensa como ignorada.
Más allá de los datos, las estadísticas sobre mareas y cambio climático, declaraciones políticas o entrevistas a bustos parlantes, este documental nos habla con la fluidez visual y naturalidad más efectiva, sin perder esa sensación de escudriñar a través de un peep hole los rincones del paisaje humano de una isla de ocho km2, en mar abierto en el Wadden danés. Este rincón del patrimonio mundial, reconocido por la UNESCO, se inscribe en una zona de mareas del mar del Norte, donde sus 27 habitantes viven a merced del clima y cada vez menos, también por su causa, del turismo ornitológico. Gregers, el más joven habitante de Mandø nos introduce en un paisaje de cielos infinitos y cambiantes, donde ejerce de porfiado Sísifo protegiendo los diques en inevitable descomposición, sin perder la esperanza en un futuro benevolente.
Durante su paso por Tesalónica, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Juan Palacios alrededor de una buena mesa, otro de los placeres que nos ofrece la ciudad griega, tras el coloquio que siguió a la entusiasta acogida a su documental.
Han transcurrido cinco años desde el estreno de Meseta, ¿cómo llegas o te llega el proyecto de As the Tide Comes In?
¡Es ahora que lo dices que me doy cuenta de que en realidad han pasado 5 años! Meseta tuvo su estreno mundial en el CPH:DOX de Copenhague. Andreas Dalsgaard, productor de Elk Film, vino al estreno y le gustó mucho. Un año más tarde recibí un email con un título tan disparatado como Meseta en el mar. En él me proponía hacer una película sobre una islita danesa del Mar de Frisia, Mandø, en un tono y estilo parecidos a mi película anterior.
¿Cuál es la conexión entre ambas películas, si es que existe?
Si bien la realidad retratada en esta nueva película, que trata de una isla amenazada por las consecuencias del cambio climático, es bien diferente a la realidad de Meseta, que es una exploración sobre la España vacía, sí que existe una conexión entre ellas. Ambas películas son una investigación de un lugar y su situación. Todo se construye sobre un territorio que en realidad se podría decir que es el personaje principal. En ambas películas se le da gran importancia a la atmósfera y a aspectos sensoriales del paisaje que para mí es una forma de traer al frente elementos no humanos del lugar que muchas veces suelen quedar relegados a un segundo plano.
Co-dirigiste con la antropóloga visual Sofie Husum Johannesen, ¿de qué forma distribuisteis el trabajo, preparó ella el material previamente?
En el proceso de investigación Sofie estuvo un par de semanas sola en la isla, sin cámara, conociendo a fondo a cada uno de los residentes y recopilando sus historias vitales. Ese trabajo ha sido algo imprescindible para la película, pues sirvió de base a la hora de explorar el paisaje cultural y emocional de la isla. De toda esa investigación antropológica sacamos las narrativas personales que más resonaban con la problemática y la situación a la que se enfrenta la isla.
¿Participó también durante el rodaje?
Sofie ha sido indispensable también en esa fase, primero porque mi danés es muy precario, entonces ella ha sido mi traductora. Por otro lado, para llegar al grado de intimidad que queríamos conseguir con los personajes el equipo debía de ser muy reducido, entonces digamos que los dos hemos sido bastante “todo terreno”. La mayoría de las veces estábamos ella y yo, y algunas veces teníamos a un ayudante. En general yo me he dedicado más a la dirección artística de la película, a escribirla y a orquestar el espacio-tiempo fílmico en el que los personajes de la isla, tanto humanos como no humanos, se entrelazan.
¿Cuánto duró el rodaje y cuantas veces tuviste que visitar la isla?
Empezamos en el 2020. En una película de estas características la escritura, el rodaje y el montaje se dan casi de forma simultánea o, al menos, es como me gusta trabajar a mí, porque no es una película en la que el punto de partida sea una historia clara que va de A a B. De hecho el relato es algo casi secundario que nos sirve más bien para explorar una atmósfera de espera. Nos sirve para especular sobre una tormenta que potencialmente, según los científicos, podría hacer que la isla desapareciera. Los personajes de la película tienen un arco narrativo mínimo. Precisamente porque la situación de la isla, su realidad, es la de una especie de limbo en el que poco cambia. Terminamos de rodar y de montar en abril del 2023. Estuve en la isla 15 veces y cada viaje duró entre 3 días y 3 semanas.
Gregers, el granjero protagonista, participó en un programa de televisión cuando era un niño y tú recuperas las imágenes en las que el pequeño, ingenuamente, revela sus sueños de futuro. En su madurez, intenta ser concursante del reality Granjero busca esposa, lo cual supone el reconocimiento de un fracaso. Ambas situaciones, marcan también el paso del tiempo en esa pequeña comunidad, de la misma forma en que muestras los cumpleaños de la anciana Mie.
Como decía, las historias de los personajes evolucionan muy poco en la película. Pero al tener una narrativa de tan poca densidad, “pequeñas” cosas como cumplir 99 años y más tarde 100 años se convierten en grandes hitos dentro de la película, que además marcan el paso del tiempo. Gregers es el personaje con más movimiento interno. Cuando nos encontramos con ese programa de los 90 en el que expresa que le gustaría ser piloto y volar de la isla como un pájaro nos emocionó mucho por lo bonito del sueño, pero también porque nada de eso se ha cumplido. Más bien todo lo contrario. Es la única persona joven que se quedó a vivir en la isla. Tiene 45 años mientras que el resto de los isleños tienen más de 70. Es una relación de amor/odio la que tiene con la isla porque por un lado, cuando era joven quiso marcharse. Sin embargo, heredó la granja de sus padres y nunca se movió de la isla. Pero por otro lado él es el rey de Mandø, su guardián, todo ese mundo forma parte de su identidad y lo lleva con mucho orgullo. No creo que a estas alturas pudiera vivir en otro lugar.
¿Cómo generasteis dramáticamente la interacción entre los personajes? ¿Qué grado de espontaneidad hubo, por ejemplo, en la conversación sobre la full moon sickness o sobre el abandono en que el gobierno mantiene a la isla?
Las interacciones entre los personajes nacen de la observación de su día a día. A partir de ahí generamos situaciones que, aunque sean intervenciones por nuestra parte, todas ellas pertenecen a su realidad. Durante la escritura y rodaje se trataba más bien de planear situaciones muy calculadas para que en ellas se dieran interacciones espóntaneas entre los personajes. En estas conversaciones siempre había un personaje que sabía más que el otro, nuestro aliado digamos, que entendía lo que nosotros queríamos conseguir con las escenas. Este personaje nos servía para iniciar o encauzar ciertas conversaciones. En el caso de que por razones técnicas y formales tuviéramos que centrarnos en un personaje, siempre elegíamos el que menos sabía, pues sería el que reaccionaría de forma más espontánea ante la situación o la conversación.
En el caso del síndrome de la luna llena, las dos mujeres que hablan en la tienda sufren de dicha condición. Rodamos la escena durante la luna nueva, porque les afecta casi tanto como la luna llena y porque en la película, en ese momento, hemos visto la luna nueva en el cielo. Este encuentro en la tienda se da prácticamente todos los días; Ingeborg va a comprar, Ellen le atiende y charlan sobre cosas del día a día. Sabiendo esto, nostros creamos las condiciones para filmar la escena en el tono que queremos.
En el caso de la conversación del abandono del gobierno esta todo rodado en un solo plano. Están en la puerta de la granja, en una pausa tomando un café y fumando un cigarro. Algo que sucede unas cuantas veces cada día. Es una conversación muy larga en la que Søren, nuestro aliado en este caso, tira de la lengua a Gregers sobre un tema que nosotros sabemos le irrita particularmente. Søren simplemente se limita a echar más leña al fuego. Al final cogemos la parte de la conversación que nos parece más interesante.
¿Cuáles fueron tus referentes estilísticos, además de tus elecciones para Meseta? ¿Qué es lo surgió específicamente para As the Tide Comes In, donde los planos son inmensos y el uso del color es significativo, tan coherente con la narrativa?
Muchas gracias. Por ejemplo la idea de rodar en formato anamórfico, lo cual no había hecho nunca, surgió después del primer viaje que hicimos a la isla. Rápidamente me di cuenta de lo plano, vasto y solitario que es este paisaje y de cómo el scope podía ayudar a enfatizar estos aspectos. Excepto en las partes más soleadas del verano con los turistas, siempre buscábamos horas crespusculares para rodar, si teníamos suerte con niebla, que en mi opinión crea cierta atmosfera liminal, como una especie de calma antes de la tormenta. Creo que todo el trabajo sonoro de Peter Albrechtsen junto a los elementos naturales que filmamos, como las diferentes fases de la luna o la marea que vemos subir poco a poco, van marcando no solo el paso del tiempo sino un increscendo en intensidad que culmina hacia el final de la película.
Continuamos charlando con Juan Palacios, que actualmente reside en Amsterdam, de su inminente participación en Visions du Réel y también de las localizaciones de su próximo filme en el País Vasco, donde rodará su próxima película en verano, un híbrido de ciencia ficción y nos emplazamos para una nueva conversación con un director cuya carrera seguimos con creciente admiración.
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