Coherencia y efectividad narrativa son los aspectos más logrados de la tercera de las películas que en el Festival de Venecia se dedicaron a una figura relevante de la historia pasada. Me refiero al esperada Ferrari, que marca el regreso tras la cámara del director estadounidense Michael Mann después del poco valorado thriller Blackhat (2015). Casi veinte años de ausencia, los últimos dedicados a este proyecto basado en la biografía Enzo Ferrari – The Man and The Machine de Brock Yates, una imagen lo más amplia posible y documentada del creador de la conocidísima marca de coches deportivos. El largometraje de Mann no quiere ser un biopic del famoso empresario sino la mirada dirigida a un momento preciso de la vida de Enzo Ferrari (Módena, 18 de febrero de 1898-14 de agosto de 1988): ese 1957 donde se enlazaron de forma dramática eventos privados del empresario con una época especialmente complicada para la vida de la empresa.
Un matrimonio en plena crisis, una relación clandestina con una familia paralela, la contradictoria manera de expresar las emociones del Commendatore, así como los acontecimientos a menudo trágicos que caracterizaban la vida de los pilotos de Ferrari, se funden en la película de Mann de forma siempre muy eficaz haciendo que las dos horas de metraje vuelen literalmente. Todo gracias al montaje realmente espectacular firmado por Pietro Scalia y un ritmo narrativo nunca cansino y sustentado por la excelente actuación de Adam Driver capaz, una vez más, de dar cuerpo y voz de forma muy convincente a una figura clave de la industria italiana, después de encarnar a Maurizio Gucci. Menos efectiva es la actuación de Penélope Cruz en el papel de Laura Dominica Garello (esposa de Ferrari y corresponsable en la creación de la empresa), demasiado recargada y fatalmente prisionera de una imagen de la mujer italiana apasionada y doliente, que demasiado a menudo roza la caricatura.
En 1957, la bancarrota acecha a la empresa que Enzo y su esposa, Laura, construyeron de la nada diez años antes. Su tormentoso matrimonio se halla en horas bajas, mientras lidian con la muerte de su hijo Dino, en 1956, quien había sido diagnosticado con distrofia muscular desde su nacimiento. En esta crucial etapa, Ferrari tomará decisiones arriesgadas, apostándolo todo en una única carrera que atraviesa 1.000 millas a lo largo de toda Italia, la Mille Miglia. Esta popular carrera en los años cincuenta incluyó ese año a más de 250 participantes, entre los que se encontraban cinco Ferrari. Por su extensión y exagerado número de público que se acercaba a los coches en todo el recorrido, era casi imposible controlar la seguridad de la carrera y ello supuso un duro golpe para la marca y un largo proceso para Enzo Ferrari, cuyo preámbulo nos narra Michael Mann con suficiencia y buen pulso.
Ferrari ha sido nominada al BAFTA al mejor sonido (Angelo Bonanni, Tony Lamberti, Andy Nelson, Lee Orloff, Bernard Weiser).
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