Vaya por delante que, como norma general, por aquí tiraremos a destajo por lo arty. Sin embargo, no queríamos dejar de señalar los méritos de una firma que aúna como ninguna el dual imperativo categórico creatividad-comercialidad. Abran paso a THREE FLOOR.
Creatividad versus comercialidad: voilà los dos extremos que tensan la cuerda sobre la que todo diseñador novel avanza de puntillas (cuando no sobre el dedo gordo), tratando de integrar en su colección de debut a dos públicos objetivos, crítica y cliente, entre los que frecuentemente media un abismo. No es poco lo que se juega: su destreza como funambulista de órdago decidirá si su paso por el circuito de la moda se quedará en one hit wonder o le permitirá, por el contrario, recabar los fondos y/o ayudas necesarias para el segundo asalto, la auténtica prueba de fuego que, aplacado el furor de la novedad, determinará, esta vez sí, el porvenir de facto del sastrecillo valiente. Huelga decir que, si los que sobreviven a este arduo proceso pueden contarse con los dedos de una mano, menos aún son aquellos que, con el consumidor medio entregado a la aplastante ortodoxia del mass market, consiguen hacerse un hueco propio en la hipercompetitiva industria de la moda. Y aunque como norma general por aquí, no tratéis de impedirlo, tiraremos a destajo por lo arty, no queríamos dejar de señalar una firma que aúna como ninguna este dual imperativo categórico.
Lo que nos lleva a Three Floor, ejemplar marca británica cuyo concilio entre lo arty y lo comercial deja literalmente en bragas al Vaticano II. Con patronajes de reminiscencias arquitectónicas y andamios suaves, pero firmes, el talle (y su derivado intrínseco, el cropped top) se impone como punto de inflexión del look, en un elenco de prendas con el minivestido como estrella indiscutible. Cuerpos dominados por angulosas líneas en “X” y “V” que desnudan los hombros y una dosis extra de dinamismo a través de asimetrías y perniciosos cut-outs se yuxtaponen a bajos de línea A que dejan cabida, a su vez, a aberturas, peplums o doble pico, alcanzando su contrapunto gracias a la monocromía o estricto colour block sobre tejidos first class fluidos y con ligeras concesiones a lo industrial. ¿Resultado? Una combinación explosiva de audacia y sensualidad, un paso por delante de la contemporaneidad: fashion forward en estado puro. Un ABC predestinado al éxito sabiamente administrado a través del e-commerce, una estimable red de ventas y unos precios más que razonables. Tanto es así que etiquetas poco dignas de mención han fusilado sin miramientos algunos de sus best-sellers, un indicador de que podrían haber superado ya la frontera del early adopter. En su séptima colección, el calor estival acentúa la liviandad de los materiales en gasas, sedas y muselinas, con el coral, el amarillo y el azul como protagonistas. El único pero: sus estilismos. Esas gafas de vampiro y mechas fucsias a lo María Forqué no nos ponen lo más mínimo. En fin, nada que vuestra fecunda imaginación, queridos lectores, sea incapaz de solventar. ¿O no?
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