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Vivir como si lucháramos contra el tiempo

En Cultura martes, 23 de agosto de 2022

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Leer libros, escuchar discos, entrevistar a gente interesante. Las cosas que nos (me) dan la vida. Un regalo. A veces me parece la mejor profesión del mundo. De verdad. Llego tarde a Remake (Aristas Martínez, 2020), del periodista Bruno Galindo. Como me ocurre con casi todas las novelas. Demasiados libros musicales amontonados en mi mesilla. Su historia plantea una interesante hipótesis: imaginad que celebráis vuestro 45, 53 o 58 cumpleaños recreando, año por año, momentos clave de vuestras vidas. Con sus mismos protagonistas. Ex novias y ex novios, antiguos compañeros de colegio e incluso familiares fallecidos. En su defecto, actores. Como una obra de teatro. Todos en una simulación de lo que ha sido vuestra vida en cuestión de unas horas, reunidos a golpe de talonario. Egotrip escenificado. Y en vena. Tratando de reproducir lo que realmente pasó. ¿Tentador? ¿Inquietante? ¿Morboso?

Es uno de los momentos clave de una novela (extraordinaria, a mi parecer: se la compara con la prosa aparentemente fría de J.G. Ballard o el pensamiento de Baudrillard) que plasma como pocas la cultura que nos rodea: el revival eterno, la ausencia de expectativas halagüeñas, el desencanto político, la impresión de que todo va a peor. Sí, lo estáis pensando: las puñeteras bandas tributo como síntoma. Y sobre todo, la irreparable sensación para quienes sobrepasamos una cierta edad de que todo lo que vivimos es como una repetición de cosas que ya hemos experimentado antes: entre los 15 y los 30 años, pongamos por caso.

¿Hay alguna expresión en castellano que describa esa creciente insensibilidad que solo se adquiere con el desgaste del tiempo, esa jodida añoranza de aquellas primeras veces que ya nunca volverán? ¿Nos os pasa que sentís como si vuestra piel se endureciera como la de un reptil? ¿No os gustaría aspirar los olores, los sabores, las texturas y los paisajes con la misma intensidad que cuando erais jóvenes o adolescentes? Y no hablo de mentalidades, no. Sino de experiencia. Pura y dura.

Del libro pasamos a las entrevistas: es exactamente lo mismo que me explicaba David Carabén al hilo de “Un lloc que no recordi”, una de las mejores canciones de lo último de sus Mishima. “Esa sensación de que ya lo has visto todo, las ganas de ir a un sitio que no recuerdes, de entrar a un bareto y descubrir que es un puto antro, como cuando empiezas a salir por las noches tal que si fueras de safari, de llegar a un barrio que no habías pisado nunca: la necesidad de tener esa sensación de que sigues descubriendo cosas”. Y otra entrevista que abunda en la idea, el desasosiego de Paca (Brull), dueña de Gestalguinos, el bar más antiguo de mi ciudad, antes de su reciente cierre, y que quedó off the record: me decía que la que nos sucede es la primera generación en mucho tiempo en tener la certeza de que vivirá peor que sus padres.

Intento, todos lo intentamos (creo), mantener el optimismo. Pero cuesta. Cuesta ver un informativo. Cuesta cuando comprobamos que este modelo depredador tiene visos de agotamiento. Somos tan idiotas de creer que nos estamos cargando el planeta, cuando va a ser el planeta el que demuestre que lo que nos estamos cargando es a nosotros mismos. Esto es de otra entrevista, ojo: me lo dijo el lúcido Julio Bustamante. El planeta sobrevivirá: ya lo hizo tras la extinción de los dinosaurios.

Remake

Portada de Remake (2020), de Bruno Galindo.

Remake (2020) es un libro que en un principio me inspira mal rollo pero a su vez me engancha y me fascina por lo mucho que tiene de real. A veces me invade la sensación de que todo lo que hacemos pasada una edad es un simple ardid para engañarnos y luchar contra el irremediable paso del tiempo. Ya sea correr maratones (llevo seis medios, no creo que nunca me marque uno entero: igual sería más consecuente hacerlo), pincharnos botox (de esto no gasto, ojo) o acudir a fiestas de discotecas que vivieron su esplendor hace más de tres décadas y chaparon hace más de dos (en esto tampoco me he estrenado, aunque no lo descarto).

Forma parte de esa lucha contra el tiempo la necesidad de ocuparlo por completo. Si es por trabajo, congratulémonos. Si es por ocio, también. Echo de menos la sensación de perder el tiempo porque sí. De malgastarlo por puro placer. A destajo. Mi hija (11 años) se aburre con frecuencia. Cómo la envidio. Empiezo incluso a entender a quienes viven la vida a través de las experiencias (y los descubrimientos) de sus propios hijos. Aunque lo que nunca haría es proyectar sobre ellos (ella, en este caso) ninguna vieja frustración, como esos insoportables padres que arrastran la tara de futbolistas (o entrenadores) frustrados y se convierten en energúmenos.

Luchamos tanto contra el tiempo que padecemos un FOMO de tres pares. Queremos estar en todo, en todas partes y a toda hora. Hacemos cosas que nunca hubiéramos imaginado. Como levantarnos varios días a las siete de la mañana para hacernos un hueco en una cala de Menorca. En plenas vacaciones. De locos. Como si la distribución de bonitas playas por toda la isla fuera el cartel del Primavera Sound. La inversión de nuestro clímax vital lo explica todo: de aquellos amaneceres en los que llegábamos a casa tras una noche de farra a estos en los que nos levantamos para hacer básicamente lo mismo que nuestros abuelos en Benidorm o Salou hace seis décadas, solo que recortando el instante en una publicación de Instagram en lugar de buscarle un marco dorado junto a la repisa de la tele, donde el toro y la flamenca. ¿Repetiría la experiencia? Quién sabe.

Remake (2020), creo que ya lo he dicho, es uno de esos libros que le dejan a uno cavilando. Dándole al coco. Viéndose reflejado. Pienso en todo esto mientras apuro mis últimos días de vacaciones en la playa artificial de un resort que está a solo un par de kilómetros de una playa real, mientras escucho un disco (fantástico: el nuevo de Beyoncé) que me engancha por lo bien que recicla hallazgos sonoros pretéritos. Otro remake. Otro irresistible bucle. Y doble, además. ¿Tengo remedio? ¿Lo tenemos?

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