Aprovechando la celebración del Record Store Day voy a hablar de 20 obras que me parecen imprescindibles en cualquier colección de discos de vinilo que se precie:
Miles Davis – Kind Of Blue (1959)
Escuchar este disco en su versión de vinilo de 180 gramos es como estar presente en el estudio de Nueva York, los días 2 de marzo y 22 de abril de 1959 en el que se grabaron estas míticas cinco canciones. No es moco de pavo, porque es estar en el momento en el que Miles Davis y su grupo grababan el DISCO de jazz por antonomasia, el mismo en el que la delicada trompeta de Miles se mezcla con el incendiario saxofón de John Coltrane, bajo los acordes de piano del mítico Bill Evans, además de contar con el alma de Cannonball Adderley al saxo alto y la excelente sección rítmica formada por Paul Chambers y Jimmy Cobb. En definitiva, el disco que sigue abriendo las puertas del jazz a los neófitos.
The Beach Boys – Pet Sounds (1966)
Si tienes un plato, tienes que tener Pet Sounds en vinilo, es así. Brian Wilson cambia la historia de la música popular, dándole al pop una sofisticación propia de la música clásica, mezclando el Muro de Sonido de Phil Spector con la idea de Rubber Soul de que las canciones de relleno quedan terminantemente prohibidas.
The Beatles – Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967)
Difícil elegir un único disco de la banda más grande de todos los tiempos, Revolver sigue siendo mi favorito y Abbey Road parece haberse convertido en la elección más popular en los últimos tiempos, pero creo que, a nivel sonoro y de producción, el disco más perfecto es Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, desde su inicio como si fuera una orquesta a lo crujientes que suenan las guitarras eléctricas, la perfección de las cuerdas en A Day In The Life o She’s Leaving Home o los toques clásicos de Lucy In The Sky With Diamonds, todo en este disco está hecho para escucharse en el mejor equipo posible. Y si todo eso no bastase, valga como excusa contar con la portada más mítica de la historia de la música.
Love – Forever Changes (1967)
A muchos discos en los 60 decidían añadirles cuerdas y flautas para hacerlos más atractivos comercialmente, normalmente eran cosas azucaradas que subrayaban innecesariamente las canciones, pero en Forever Changes Arthur Lee tenía esos arreglos pensados desde el principio, no eran pegotes, sino parte fundamental de las canciones. Lee estuvo tres semanas con David Angel, el arreglista de las cuerdas y los cuernos, tarareando y cantando las partes orquestales para que este las transcribiera. El resultado es uno de los discos más hermosos jamás grabados, un disco de folk orquestal que parece un sueño hippie, sino fuera porque es un disco bastante escéptico sobre los resultados obtenidos por los chicos del amor, la paz y la música.
The Kinks Are The Village Green Preservation Society (1968)
Qué bien suenan los discos clásicos de los Kinks, las melodías de Ray y las armonías de Dave Davies deberían ser escuchadas siempre en el mejor equipo posible, pero si un disco suyo se merece esa posición es esta maravilla que pasó totalmente desapercibida en su tiempo pero que es, sencillamente, una de las grandes obras maestras de la historia, con Ray Davies dando una clase magistral sobre un tema totalmente actual, y apropiado en un artículo de este tipo, la nostalgia.
Scott Walker – Scott 4 (1969)
De esta reducida lista puede que sea el menos famoso, el que menos aparece en esas listas de imprescindibles, pero esta es mi elección personal, entre todos los que tengo en vinilo, si tuviera que decir cuál es el que mejor se escucha. Una absoluta delicia que empieza con una canción llamada “The Seventh Seal” que resume la película de Bergman en 5 minutos y lo hace sonando como si la banda sonora la hubiese compuesto Ennio Morricone y la hubiera producido Phil Spector. Es solo el inicio para un disco con una producción inmejorable con un ‘in crescendo’ notable que alcanza su culminación en una cara B simplemente perfecta. Un orgasmo barroco para los oídos.
Marvin Gaye – What’s Going On (1971)
La obra maestra del soul concienciado y el momento en el que Marvin Gaye mandaba a freír espárragos el método cadena de montaje de Berry Gordy en la Motown, abriéndole la puerta de par en par para que Stevie Wonder entrase en su fase imperial (Songs In The Key Of Life también debería aparecer en este listado). Una de las voces más exquisitas de todos los tiempos pone un espejo a la realidad social de un país al borde de un ataque de nervios y lo convierte en arte junto a algunos de los mejores músicos de la factoría Motown.
Joni Mitchell – Blue (1971)
Hay algo en la calidez de este disco que es perfecto para el vinilo, un disco espartano con poco más que Joni, su guitarra, su piano o su dulcimer de los Apalaches, y su única voz. Claro que eso ya es mucho, caricias que duelen y corazones rotos desde las colinas de Laurel Canyon.
Led Zeppelin IV (1971)
Jimmy Page se ha encargado personalmente de remasterizar estos discos en vinilo y el resultado es, como era de suponer, brillante. La máquina más perfectamente engrasada del rock suena a la perfección tanto en las imparables piezas hard rock, como “Black Dog” o “Rock and Roll”, como en las delicias acústicas como “The Battle Of Evermore” o “Going To California”, aunque los momentos más increíbles llegan cuando combinan ambas en “Stairway To Heaven” y con los ecos pantanosos de “When The Levee Breaks, donde la batería de Bonham suena como si estuviera siendo golpeada salvajemente dentro de tu propia casa.
David Bowie – The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars (1972)
Guitarras eléctricas que adelantaban el punk combinadas con arreglos de cuerda que harían feliz a Brian Wilson. Bowie se convertía en una estrella con un disco en el que rock & roll más visceral se mezclaba con las baladas más melodramáticas, logrando una mezcla propia que sonaba a medio camino entre el Scott Walker más barroco y el primer disco de los Sex Pistols. Dicho esto no hay disco de Bowie en los 70 que suene mal, así que, básicamente, aquí pueden insertar el suyo favorito propio.
The Rolling Stones – Exile On Main Street (1972)
Si un extraterrestre apareciera en la Tierra y nos dijera quiero más rock and roll, después de haber podido escuchar el “Johnny B. Goode” de Chuck Berry en la Voyager, no habría mejor respuesta que ponerle (al máximo volumen, y en vinilo) Exile On Main Street. Tras escuchar “Rocks Off” y “Rip This Joint” ya se habría hecho con una camiseta con la lengua de Jagger. Pero escuchándolo atentamente, también sabría que la criatura era un bastardo con muchos padres, blues, country, gospel, folk… Además de tener una reputación de lo más discutible, viviendo en un sótano insalubre con jeringuillas, botellas de Jack Daniels, mezclándose con ventiladores, amplificadores y guitarras.
Pink Floyd – Dark Side Of The Moon (1973)
Si Meddle fue el disco con el que, finalmente, Pink Floyd salió de la alargada sombra de su miembro fundador, Syd Barrett, Dark Side Of The Moon fue el momento en el que lo plasmaron a la perfección, sónica, lírica y conceptualmente, convirtiéndose en una de las bandas más grandes de todos los tiempos por el camino. Desde el inicio al final, los mismos angustiosos latidos, Dark Side Of The Moon funciona como un todo, con primera y segunda parte, siendo el disco más representativo de la época de gloria del vinilo.
Steely Dan – Aja (1977)
Decía St. Vincent que los que saben de esto utilizan los discos de Steely Dan para probar cómo suenan los equipos de sonido. Normal teniendo en cuenta que Donald Fagen y Walter Becker eran unos obsesos de la producción hasta el último detalle y que en sus discos solo tocaban los mejores músicos de sesión del mundo. Para el momento en el que llegaron a este Aja eso significaba gente como Steve Gadd, Larry Carlton, Wayne Shorter, Michael McDonald o Chuck Rainey, que junto al dúo titular lograron la más perfecta y sofisticada unión entre la música pop/rock y el jazz. Si hay alguien con vocación de ingeniero de sonido este es el disco que debe aprenderse de arriba abajo.
The Clash – London Calling (1979)
Los Clash descubren que el punk es mucho más una actitud que un estilo cerrado de música y abren las puertas al reggae, el ska, el jazz, el rockabilly, el soul, el dub e infinidad de otros estilos para grabar su obra maestra definitiva. Una fiesta concienciada que suena mucho mejor a 33 revoluciones por minuto.
Michael Jackson – Thriller (1982)
Michael Jackson y Quincy Jones se combinan para crear un sonido tan propio, limpio y fresco que su huella sobre la música de la década iba a llegar a ser abrumadora. Soul y pop se armonizan a la perfección en un disco en el que los sintetizadores se mezclaban de maravilla con los recitados de Vincent Price, los solos de Van Halen, los increíbles arreglos de viento o, por encima de todo, la increíble voz del propio Jackson.
Radiohead – Ok Computer (1997)
El último gran disco antes de la llegada del MP3, una obra gigantesca en la que Radiohead mezclaban la pomposidad del Dark Side Of The Moon con la agresividad del Nevermind de Nirvana, sonando tan adecuados a su época como los Beatles en los 60 o Prince en los 80. No se le puede poner una sola tacha a un disco perfecto que también se puede conseguir en su versión extendida, Oknotok, con un increíble disco de extras que demuestra que tenían suficiente material para un disco doble. Valga esta entrada para recomendar la mayoría de discos de la banda en su versión vinilo, del reciente Kid Amnesiac al imprescindible In Rainbows.
The Miseducation Of Lauryn Hill (1998)
El hip hop es un género con una gran relación con el vinilo, quizás porque en su fundación están los DJs más creativos de la historia, ya saben dos platos y un micrófono. Eso sí, para el momento en el que apareció esta maravilla de Lauryn Hill el estilo ya había alcanzado la mayoría de edad y era capaz de una musicalidad mucho mayor de la que le dotaban sus críticos. Este disco es un perfecto ejemplo de eso, con solos de guitarra, bajos funky, cuerdas y arreglos de vientos sonando junto a las bases programadas, sin olvidar la voz de terciopelo (azul, por supuesto) de la propia Hill.
Sufjan Stevens – Illinois (2005)
El quinto disco de Sufjan Stevens está grabado con un equipamiento ‘lo-fi’ pero suena como si fuera una superproducción rica en detalles con múltiples instrumentos dando distintas capas a las canciones, muchos de ellos tocados por el propio Stevens, como ese maravilloso arreglo de cuerdas que abre la inmortal “Chicago”, aunque en otras ocasiones baste el arreglo más espartano, guitarra acústica y piano, en la emocionante “John Wayne Gacy Jr”.
Daft Punk – Random Access Memories (2013)
Este disco es algo así como el nuevo Aja, el disco de unos tipos obsesionados con hasta el más mínimo detalle del sonido, en el que cada cosa que suena está ahí por una razón, un disco en el que el dúo francés pasaba de lo digital para recuperar la calidez de lo analógico llegando a explosiones de sonido tan gigantescas y ornamentales como en “Touch”.
Kendrick Lamar – To Pimp A Butterfly (2016)
El mejor disco de la pasada década es una enciclopedia de la música negra del siglo XX en la que cabe el jazz de Miles y Coltrane, el P-Funk de George Clinton, la psicodelia soul de Prince, el gangsta rap de Dr. Dre o el neo-soul de Lauryn Hill. Un disco pensado para ser escuchado en vinilo, desde el momento en el que comienza con una aguja cayendo sobre un vinilo en el que empieza a sonar el “Every Nigger Is A Star” de Boris Gardiner.
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