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Nosferatu: un siglo de esoterismo y terror

En Cine y Series domingo, 23 de octubre de 2022

Aníbal Moltó Barranco

Aníbal Moltó Barranco

PERFIL

Nosferatu, una sinfonía de terror (Nosferatu, eine Symphonie des Graues, F. W. Murnau, 1922) cumple cien años, poniendo, una vez más, de manifiesto su capacidad de vencer al tiempo. Esta intemporalidad hace que sea considerada, actualmente, como una de las películas más representativos del expresionismo alemán, junto a El gabinete del doctor Caligari o Metrópolis.

De entre los muchos monstruos que pueblan el folclore y la cultura popular, los vampiros son, definitivamente, los que más hielan la sangre. A lo largo de la historia, desde los vrykolakas del mundo heleno hasta el concepto del muerto viviente chupa-sangre contemporáneo, su sombra ha ido cerniéndose sobre las mentes del público, haciendo acto de presencia en sus más terroríficas pesadillas. Son numerosos los apelativos para hacer referencia a estas criaturas, pero el que más escalofríos provoca es el que pone título a la obra más famosa del director alemán Friedrich Wilhem Murnau: Nosferatu.

Nosferatu constituye un cultismo recurrente, tanto en cine como en literatura, para referirse a estos seres de ultratumba, pese a ser únicamente mencionado en dos ocasiones y además de manera muy superficial, en la célebre Drácula de Bram Stoker. No obstante, cabe tener en cuenta que, pese a la impresión que pueda transmitir la percepción de esta palabra, su origen es apenas memorable. El término en cuestión fue hallado por el autor victoriano en el ensayo Supersticiones rumanas de Emily Gerard, donde se presenta como la expresión rumana de vampiro. No obstante, ese término no existe en ninguna otra lengua. La explicación que se puede dar a esta incongruencia es la falta de conocimientos del rumano por parte de la autora, que la llevaría muy posiblemente a cometer un error de transcripción, traduciendo erróneamente el adjetivo nesuferit, cuyo significado real es infestado.

Aun así, y muy a pesar de sus humildes orígenes, el trío compuesto por el productor Albin Grau, el director F. W. Murnau y el guionista Henrik Galeen elevó el término nosferatu al lenguaje popular. Lograron dotarle de un sobrecogedor carisma, siendo empleado recurrentemente en adaptaciones posteriores.

Noche y océano

Afirmar que se trata de una cinta pionera del cine de terror resultaría una frivolidad, ya que supondría obviar las claves y elementos artísticos que la componen. Implicaría no tener en cuenta el momento en el que se vivió, la cultura artística predominante de la Alemania de la posguerra, la cosmovisión de sus creadores o el simbolismo presente en sus planos. Nosferatu es algo más que una brillante y pionera cinta de terror, es un espejo en el que podemos ver las diferentes corrientes culturales reinantes en el Periodo de Entreguerras y los primeros pasos del cine contemporáneo.

Un proyecto envuelto en el manto del esoterismo

Si bien el primer nombre que resuena en la mente colectiva al mencionar Nosferatu es el de su director F. W. Murnau, el principal responsable de este gran proyecto no fue otro que Albin Grau (1884-1971), quien ejerció como diseñador de vestuario y decorados, así como productor. Además, él fue quien introdujo todo el conglomerado esotérico y ocultista de la película, elementos que la hacen única y pionera dentro de la historia del cine de terror.

Tras combatir en los frentes serbio y ruso en la Primera Guerra Mundial, Grau comenzó a frecuentar diversos círculos esotéricos en Berlín, asumiendo el cargo de Gran Maestre de la Logia Lichtsuchenden Brüde. Comenzó a trabajar en la industria del cine como ilustrador y publicista, razón por la cual conocería a Murnau, a quien propuso dirigir su adaptación de Drácula, proyecto por el cual fundaría Prana Film.

nosferatu

Logotipo de Prana Film.

El nombre de la productora, Prana, pone de manifiesto el interés de Grau por las ciencias ocultas, haciendo referencia a un término sánscrito (lengua litúrgica usada en credos como el budismo, el hinduismo o el jainismo) relativo a la fuerza vital presente en todas las criaturas vivientes.

Este concepto esotérico está claramente asociado a la imagen del vampiro del film, concebido como la criatura que se alimenta de la sangre o energía vital de los vivos. Esta idea de entes astrales, surgidos de pensamientos oscuros de los seres humanos, responsables de epidemias que reclaman sacrificios de sangre para poder evitarlos, está íntimamente vinculada a la del alquimista Paracelso, cuya figura se encarna en el personaje del profesor Bulwer (homólogo de Abraham Van Helsing). Esto se concreta en el film en la epidemia de peste que se extiende por la ciudad de Wisborg, que no se puede remediar con métodos científicos, sino con el sacrificio de  sangre una mujer, destruyendo así, para siempre al ser tenebroso responsable de esta catastrófica situación.

De Prana Film no es únicamente revelador su nombre, sino también su logotipo, el símbolo del Yin y el Yang, otro elemento del esoterismo en el que la luz (la sabiduría, el conocimiento) triunfa sobre la oscuridad (la ignorancia). Sin embargo, este elemento no solo se circunscribe únicamente a fundamentos conceptuales, sino que también se aprecia en elementos visuales, tales como las cartas que intercambian Orlok y su subalterno Knock, cargadas de simbología indescifrable, probablemente muy influenciada por códigos esotéricos.

Nosferatu

La carta con símbolos esotéricos.

La sombra de lo oculto continuaría sobrevolando la leyenda de Nosferatu con el paso del tiempo, ya que en julio de 2015 la tumba de Murnau fue profanada y su cadáver decapitado. En las proximidades del nicho fueron hallados restos de cera, que indicaba la posibilidad de la celebración de algún tipo de ritual secreto.

El rodaje: la cosmovisión de Murnau

El nombre de F. W. Murnau ocupa un lugar emblemático dentro de los pioneros del séptimo arte, siendo sus obras fuente de inspiración para futuros creadores, y, obviamente, Nosferatu no sería una excepción.

Al igual que otros virtuosos de la dirección cinematográfica, Murnau lideró el rodaje del film con mano de hierro, llevando su terquedad y su cabezonería al límite, llegando incluso a poner en peligro a parte del equipo de producción, así como al actor Wolfgang Heins (quien interpretó al capitán del Empusa) quien acabó cubierto de ratas tras abrir el ataúd durante el rodaje. Pero no solo atentaría contra la integridad de los responsables de la producción sino también de la de las cámaras, al utilizarlas en paisajes naturales a plena luz del día, con el fin de dotar de veracidad a su sinfonía de terror. Se valió incluso del uso del acelerado y del ralentí, así como de la proyección del negativo de la película para representar la transición del mundo de los humanos al mundo de ultratumba del vampiro.

Nosferatu

No se dejen llevar por el terror que pueda inspirar esta foto. Solo es Max Schreck relajándose durante el rodaje.

Esta preferencia por los escenarios naturales hace que la categoría de “film expresionista” no sea del todo adecuada para este film. Dichas ambientaciones, en contraste con la escenografía bidimensional propia de El gabinete del doctor Caligari o la atmósfera artificial-industrial de Metrópolis, sumado al simbolismo influenciado por lo esotérico, hacen que la estética de Nosferatu se aproxime más a los paisajes propios del Romanticismo alemán, unida a otras corrientes vanguardistas como el simbolismo, el realismo mágico y el Art déco entre otros. Todos estos elementos harían de Nosferatu toda una isla dentro del expresionismo cinematográfico alemán.

Orlok: el pájaro de mal agüero

Con el paso del tiempo, el cine ha ido distorsionando la figura de este monstruo nocturno, desde la película protagonizada por Bela Lugosi en 1931 hasta los vampiros-gusiluz de Crespúsculo, pasando por las versiones de la Hammer o la más romantizada de Francis Ford Coppola.

Todas estas cintas ofrecían un retrato del vampiro similar al de un monstruo de semblante sexy y frío, rebosante de elegancia, generando en el espectador un dilema sobre aceptar un erótico mordisco y unirse a ellos en una inmortal y pecaminosa existencia o bien mostrar un contundente rechazo para permanecer en el bando del bien. No obstante, tal perspectiva se fundamentaba más en El vampiro de John Polidori, de aire más sofisticado y seductor, que la del conde de Transilvania.

Drácula

Bela Lugosi como Drácula.

Con Nosferatu se dotó por primera vez de rostro cinematográfico al renombrado monstruo creado por Bram Stoker y, pese a las numerosas licencias argumentales del film, su imagen del vampiro es hasta ahora la más próxima a la esencia del villano original. Murnau fue incluso más lejos, ofreciendo un vampiro cuya repulsiva fisonomía y ademanes de insecto lo convertían en un ser más parecido a una alimaña que a un atractivo chupa-sangre. Orlok, debido a su naturaleza maldita, constituía también una personalidad infecciosa, haciéndole estar siempre rodeado de ratas y causante de una plaga de peste allí donde va.

Aun así, del mismo modo que el vampiro interpretado por Max Schreck y el conde transilvano comparten muchas características, también presentan muchas diferencias entre los dos. Por ejemplo, los mordiscos de Orlok, que no convierten a sus víctimas en vampiros, sino que les provocan la muerte por ausencia de sangre en su organismo. Otra disparidad destacable respecto a la novela de Stoker, es que en Nosferatu la forma única para destruirle no es otra que la exposición al sol, que le hace desaparecer en una nube de cenizas y fuego.

Nosferatu

Max Schreck como Orlok.

Nosferatu, más que un muerto viviente devorador de humanos, es una presencia espectral, más espiritual que física, de parámetros paracelsianos. Se trata de un pájaro de mal agüero cuya maldición no se fundamenta en su propia monstruosidad, sino en el rastro que deja tras de sí, constituyéndose como un foco infeccioso, un sombrío parásito venido de un mundo ajeno al nuestro que despierta nuestros más profundos temores y más primitivas supersticiones.

Con todo ello, el director alemán alcanzó un logro único, crear un personaje profundamente próximo en esencia al ofrecido en la novela original, pero con una serie de contundentes diferencias dotándole de personalidad e identidad propias. Con una ingeniosa combinación de fidelidad argumental y creatividad, surgió así el vampiro más original de la historia del cine.

Florence Balcombe y la cruzada contra Nosferatu

Tras la muerte de Abraham Stoker, sería su esposa Florence Anne Lemon Balcombe (1858-1937) quien asumiría el rol de guardiana y protectora de la obra y el legado de su esposo, de ahí que, tras el estreno de Nosferatu, llevara a cabo una agresiva cruzada contra la misma. No obstante, ello no suponía que fuera radicalmente opuesta a que la novela de su marido fuera adaptada a otros formatos, pues tres años después del rodaje permitió a la compañía Hamilton Deane adaptarla al teatro, e incluso autorizaría a la Universal la realización del film homónimo dirigido por Tod Browning y protagonizado por Bela Lugosi.

Florence Balcome.

La adaptación de Murnau, sin embargo, generó una reaccción profundamente diferente en el corazón de la viuda. Por un lado, la película no mostró ningún rigor argumental respecto a la historia original, introduciendo cambios radicales en la trama y rebautizando a sus personajes, conociéndose a Harker como Hutter, a Mina como Ellen, al profesor Van Helsing como el profesor Bulwer o a Renfield como Knock. También hubo personajes elididos, como Lucy Westenra, su prometido Arthur Holmwood o el tejano Quincey P. Morris. Todas estas modificaciones fueron concebidas por Balcome como un ultraje, sentimiento que la conduciría, sedienta de justicia y de dinero, a llevar a cabo su contienda contra Murnau y su cinta.

Poco después de tomar su decisión, la señora Balcombe recibió un correo de Alemania, en el que se incluían recortes de prensa en los que se indicaban que la película era una adaptación libre de Drácula de Henrik Galeen. No era la primera vez que llevaban a cabo una adaptación libre de una obra literaria gótica británica, ya que, dos años antes, Murnau ofreció, con su obra  La cabeza de Jano (Der Januskopf, 1920), su propia versión del clásico de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde sin ninguna consecuencia de tipo legal.

Póster de La cabeza de Jano de Murnau.

Balcombe no tiraría la toalla en su guerra contra Murnau y su vampiro, por lo que, poco después del estreno de Nosferatu, se afiliaría a la Sociedad de Autores Británicos. Durante los siguientes dos años, la sociedad y su secretario G. Herbert Thring fueron hostigados por diversas cartas de la viuda exigiendo acciones contra el director y su fraudulenta adaptación. En un primer momento, el secretario informó a la demandante de que al existir un editor en Alemania de la novela no implicaba una obligación en lo referente a la cesión de derechos al cine.

Ganara o no la demanda, la productora Prana se encontraba en una situación económica de lo más adversa. Estas desfavorables circunstancias hicieron que, el mismo año de estreno de Nosferatu, la productora se declarara en bancarrota, insolvente para hacer frente a las exigencias monetarias de Mrs. Stoker. Pese a las muchas artimañas de la viuda, durante los años siguientes la sinfonía de terror iría retumbando por los cines de Alemania y de todo el mundo.

Al no poder cobrar una indemnización, Florence decidió perseguir a los administradores de los bienes de la productora, haciendo que los gastos a los que estaba haciendo frente la Sociedad de Autores Británicos para esta batalla legal fueran cada vez más elevados. En este contexto de obsesión persecutoria, el abogado de la productora ofreció una parte de la taquilla recaudada y ser proyectada bajo el título de Drácula, oferta que rechazaría. Dos años después, el tribunal falló a favor de la viuda, por lo que exigió una suma de cinco mil libras a cambio de la cesión de los derechos a la nueva entidad administradora, la Deutsche-Amerikanisch Film Union. La DAFU rechazó la oferta, presentando una apelación que perderían para solo apelar una vez más.

drácula

Abraham Stoker, autor de Drácula.

Este maratón de fracasos llevó a la viuda a comprender que jamás obtendría un solo penique por la obra de Murnau, por lo que el problema adoptó dimensiones de tipo personal, haciendo que la señora Stoker exigiera la confiscación y posterior destrucción de todas las copias de Nosferatu. La DAFU aceptaría la sentencia, por lo que el negativo original sería destruido, así como la copia enviada a Londres en 1925 a The Film Society. La copia enviada a Estados Unidos fue entregada a Universal para iniciar la producción de Drácula de Browning. Florence Stoker, al haber cedido los derechos de la novela, exigió la destrucción de la misma, cumpliéndose su voluntad.

A pesar de sus enormes esfuerzos, era evidente que no existía ninguna garantía de que todo rastro de la película fuera eliminado. Durante el tiempo en el que se estuvo desarrollando la querella, la sombra del vampiro se proyectó en salas japonesas, españolas, estadounidenses, francesas… Era evidente que Nosferatu había llegado para quedarse en los anales de la historia del séptimo arte.

¿Una película maldita?

Es frecuente dentro de la cultura popular cinematográfica asociar maldiciones a las películas de temática ocultista y/o espiritista, condición íntimamente relacionada con acontecimientos misteriosos acaecidos durante o después sus respectivos rodajes. Ahí está El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1971), con nueve miembros del equipo fallecidos, decorados incendiados, rollos de película revelados misteriosamente y Ellen Burstyn sufriendo una lesión de espalda. Lo mismo ocurre con Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), cuyas dos actrices protagonistas, Heather O’Rourke y Dominique Dunne, murieron a la edad de 12 y 22 años respectivamente, relacionando la maldición con actos de blasfemia y profanación.

Max Schreck.

Nosferatu, una sinfonía de terror, obviamente, con las ingentes dosis de ciencias ocultas que albergaba, no podía estar libre de la categoría de película maldita. Uno de los rumores más extendidos sobre la cinta giraba en torno a la figura del actor Max Schreck, intérprete encargado de encarnar al vampiro cuyo apellido, Schreck, en alemán significa susto o miedo. Su espectacular actuación, su irreconocible rostro cubierto por un excelente maquillaje y su falta de fama en el extrajero generaron una serie de especulaciones que desembocaron en el rumor más descabellado de la historia del cine: Schreck era un auténtico vampiro. Si bien es cierto que nunca fue un monstruo bebedor de sangre, el brillante actor murió de un paro cardíaco a la prematura edad de 57 años, una tragedia que sí podría considerarse un hecho maldito.

El guionista del film, Henrik Galeen, tras su implicación en icónicas producciones como El golem, El estudiante de Praga, Mandrágora, El hombre de las figuras de cera y Salon Dora, abandonó Alemania en 1933 con la llegada del nazismo a la cancillería. Vivió en Sucecia, Inglaterra y Estados Unidos, donde moriría en 1940, sin haber rodado ningún otro film. Gustav Wangenheim, quién interpretó a Hutter, debido a su militancia comunista, también huyó de su país natal. Fue acogido en la URSS donde se dedicaría a la redacción de guiones y a la producción cinematográfica. Al finalizar la guerra se instaló en Alemania Oriental, donde trabajaría para la Deutsche Film AG, como guionista y director.

Alexander Granach, quien interpretó a Knock, huyó también a la URSS debido a sus orígenes judíos y a sus ideas anarquistas, de donde también escaparía para acabar en Hollywood. En la Meca del cine americano, debido a su marcado acento, sería condenado a encarnar a villanos rusos y alemanes, como en la comedia romántica Ninotchka.  Su compañero de reparto, John Gottowt, también de ascendencia judía, huyó a Polonia, donde, tras la invasión nazi, permaneció escondido disfrazado de sacerdote católico. Fue encontrado y asesinado por oficiales de las SS en 1942. La verdadera maldición lucía un único símbolo esotérico: la esvástica.

John Gottowt

Sin embargo, el suceso truculento que más avivó la llama del rumor de la maldición de Nosferatu gira en torno a la misteriosa muerte de su director, F.W. Murnau. Al igual que otros muchos iconos del cine alemán, Murnau huyó a los Estados Unidos del terror nazi, pero, a diferencia de Galeen, continuó con su carrera cinematográfica, llegando a estrenar una de sus grandes joyas, Amanecer (Sunrise: A Song of Two Humans, 1927) que ganaría tres Oscars en la primera gala de su historia.

A tan solo dos semanas del estreno de su último film, Tabú, Murnau murió en un accidente de coche junto a García Stevenson, su criado filipino de catorce años. Kenneth Anger afirma en su más que polémico libro Hollywood Babilonia que, tras aquel fatídico suceso, se difundió el rumor de que era el joven quien conducía el vehículo y que, justo antes de salirse el coche de la carretera, Murnau, le estaba practicando una felación. Chismorreos que despiertan nuestros intereses más morbosos y que nos hacen olvidar virtudes como el rigor y el criticismo.

El legado

Debido a su potencial a la hora de asustar al público, el vampiro se ha convertido en un personaje recurrente dentro del cine de terror. Sin embargo, la imagen del vampiro como un ser espiritual y esotérico nunca más volvió a hacer presencia en la gran pantalla hasta 1993, cuando Werner Herzog estrenó su célebre remake Nosferatu, vampiro de la noche (Nosferatu: Phantom Der Nach, 1979). En esta versión el antagonista respondía al nombre de Drácula, pero se rescataba la idea del vampiro como un espíritu oscuro, concepción que se plasma en las visiones oníricas de  Harker (interpretado por Bruno Ganz) en las que ve al vampiro en una situación puente entre dos mundos. La película ganó el Oso de Plata en la Berlinale.

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Klaus Kinski e Isabelle Adjani en Nosferatu, vampiro de la noche (Werner Herzog, 1979)

Aunque con su cinta Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1991) retomaba la visión establecida por Tod Browning, Francis Ford Coppola también incluyó elementos de la obra de Murnau, como la sombra del vampiro dotada de voluntad propia o el estilo epistolar como guiño a la novela original.

Sin embargo, a pesar de la marginalidad de esta imagen vampírica, los homenajes a la obra de Murnau no han cesado en el séptimo arte, prueba de su más que incuestionable impacto en la cultura popular y cinematográfica. En el año 2000, se estrenó La sombra del vampiro (Shadow Of The Vampire, E. Elias Merhige, 2000), en la que se relata la historia del rodaje de Nosferatu tomando como base el rumor de que Max Schreck era un vampiro real. La excelente interpretación de Willem Dafoe le permitió ser nominado a Mejor Actor en los Oscar, los Globos de Oro y el Sindicato de Actores.

Catorce años más tarde, se estrenó la hilarante comedia de terror Lo que hacemos en las sombras (What We Do In The Shadows, Taika Waititi, Jemaine Clement, 2014), en la que se rinde homenaje a los diferentes vampiros de la historia del cine, incluyendo el de Murnau, representado en el personaje de Petyr, que muere, de hecho, de la misma forma que el chupa-sangre de Murnau: achicharrado por la luz del sol. Recientemente se ha confirmado que Robert Eggers, director de El hombre del norte, dirigirá un nuevo remake de Nosferatu, protagonizado por Bill Skarsgårdd, Lily-Rose Depp y Nicholas Hoult.

Lo que hacemos en las sombras

Lo que hacemos en las sombras (What We Do In The Shadows, Taika Waititi, Jemaine Clement, 2014)

En el mundo de la animación, también encontramos guiños a la obra de Murnau, concretamente en la película Shin Chan y el misterio de la Academia Tenkasu (Eiga Crayon Shin-chan Nazo Meki! Hana no Tenkasu Gakuen, Wataru Takahashi, 2021), donde Shinosuke y sus amigos tienen que hacer frente a un vampiro extremadamente parecido a Orlok, que en vez de chupar sangre, muerde traseros. Sin duda, la prueba definitiva de la inmortalidad de un film es la cantidad de homenajes y remakes presentes en obras posteriores, aunque sea en films sobre niños japoneses que se divierten enseñando el trasero al público.

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