La Agrupació fotogràfica de Catalunya exhibió durante el mes de septiembre la muestra La Gran Guerra, con fotografías realizadas por un autor anónimo en pleno campo de batalla, entre los años 1914 y 1918, en el norte de Francia. En la galería que ilustra este artículo podéis contemplar una selección de las imágenes de la muestra.
Entre los innumerables homenajes y recordatorios de todo tipo con que se ha conmemorado el centenario del inicio de la conocida como “Gran Guerra”, la exposición de la AFC ha sido especialmente destacable por varios motivos. El primero de ellos es la misma historia de la obtención de las fotografías, según cuenta Francesca Portolés, directora de la asociación y persona que las encontró durante una visita a Els Encants. En 2004, las halló en una tienda fascinante, con vitrinas atiborradas de material fotográfico, dentro de una caja de unos 35 cm, revestida de azul cobalto.
En sus propias palabras: la tentación de abrirla fue inminente, lo hice y… ¡oh, sorpresa! delante de mí había un montón de placas de vidrio en posición vertical, separadas por un listón de madera y numeradas cronológicamente. En el fondo, había un visor estereoscópico, que me hizo comprender de qué tipo de fotografía se trataba.
En cada una de las setenta placas había dos imágenes casi iguales. El fotógrafo apuntó en la izquierda el lugar donde tomó la fotografía (Artois, Reims, Arras, Chalons, Verdún) y en la derecha el número del cliché. Ahí estaba la guerra: obuses, paisajes destruidos, desolación, pueblos arrasados, prisioneros, muerte, trincheras… Un tesoro estereoscópico que constituye el segundo de los motivos que convierten la muestra en un evento único.
Francesca Portolés tuvo la paciencia de aguardar al aniversario del inicio de la Primera guerra mundial para mostrarlas al público. Intentó durante diez años conseguir el apoyo necesario para poder organizar una exposición y aquí viene el último, aunque indeseable aspecto destacable de este descubrimiento fotográfico: los intentos de hallar una respuesta que hiciera posible que esas placas vieran la luz fueron infructuosos. Pero como ese tesoro merecía mejor destino que una caja de madera forrada de papel azul cobalto, ella misma asumió personalmente todos los gastos y gestiones derivadas de la exposición, que han podido disfrutar un gran número de visitantes, en la Agrupació fotogràfica de Catalunya.
No solo hemos visto las imágenes enmarcadas, sino también anaglifos proyectados sobre una pantalla, visibles con gafas bicolor, así como imágenes que se podían ver con un enorme aparato estereoscópico y un mapa de época que ubicaba geográficamente cada una de las fotografías.
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