¿Es posible el amor en una sociedad hipersexual y donde las redes favorecen el aislamiento físico? Una paradoja, a priori, pero que en manos de Ruppert y Mulot se transforma en un sugerente reto.
Ruppert y Mulot llevan ya casi una década demostrando que la historieta puede encontrar todavía caminos inexplorados. Tomando préstamos del videoarte, de la danza, del arte contemporáneo o, simplemente, reinterpretando los recursos clásicos de la narrativa gráfica, estos dos autores han conseguido romper esquemas aprovechando una mirada lateral al noveno arte, aplicando un razonamiento de ingenuidad infantil que invita a probar aquello que parecía totalmente prohibido. Desde Safari Monseigneur, sus obras han sido un reto continuo en el que la experimentación formal más atrevida se combinaba con planteamientos argumentales inteligentes y lúcidos que no esquivaban la inmersión en el género más clásico.
Una trayectoria de gran coherencia, fundamentada en editoriales independientes como L’Association que, tras la extraordinaria Irene et les clochards, abría un camino inesperado hacia el cómic más comercial con La gran odalisca (Diábolo Ediciones), donde se acompañaban de Bastien Vives a los lápices para practicar un cómic más comedido en lo experimental, pero que aportaba una lectura fresca y novedosa a un género tan tópico como “comedia de aventuras”. Una mezcla desvergonzada de referencias del manga, la televisión y la literatura cuyo éxito favoreció que la prestigiosa colección Aire Libre se abriera a estos dos enfants terribles en solitario, que respondieron a la invitación con una provocación en toda regla: La técnica del perineo (Diábolo Ediciones).
La famosa habilidad muscular que permite separar el orgasmo de la eyaculación es una buena excusa para que Ruppert y Mulot desarrollen un ensayo en toda regla sobre el sexo y el amor en los tiempos de las redes sociales. Aunque la comercialidad de la colección les obliga a perder algunas señas de identidad definidas (la ausencia de caras en los personajes, la experimentación radical en la composición…), su lucidez encuentra cauce de expansión precisamente en la abierta reflexión planteada al lector, que es capaz de desarrollar una atrevida revisión del proceso de enamoramiento más tradicional, puesto a prueba con todo tipo de desafíos: desde la propia ausencia del contacto físico que plantea la red, reconvertida en juego de provocaciones, hasta la hipersexualización colectiva, en una propuesta de orgía seguidora del Schnitzler de Relato Soñado que adquiere una conclusión más propia de la acidez de Lauzier.
Una especie de catálogo de posibilidades amorosas (en el que es posible encontrar también conexiones con otra de las grandes obras de Schnitzler, La ronda) que no impide al dúo practicar su habitual mirada crítica a los usos sociales modernos al arte contemporáneo e, incluso, cierta tímida experimentación formal (magistral la representación del coito) y una inédita reivindicación del romanticismo en un escenario social y temporal que parece completamente estéril y reacio a él.
El sexo en la era de Skype resulta tener nostalgia del amor…
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