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Tokyo: la dualidad de un mismo espacio

En Lifestyle miércoles, 22 de enero de 2020

Irati Martínez

Irati Martínez

PERFIL

Tokyo, la gran ciudad que todos hemos visto a través de las pantallas de televisión y cine, se nos presenta real, mordaz y grandiosa. La capital nipona cuenta con varios de los barrios más rocambolescos y frenéticos del mundo, que hacen de esta la ciudad lo que es hoy día. Tokyo no sería Tokyo sin las luces de neón de Shinjuku, la loca moda de Harajuku y Shibuya, los centenares de tiendas de manga, anime y tecnología de Akihabara, o los antiguos templos de Asakusa, Chiyoda o Ueno. De esta manera, las diferencias culturales y los mil estereotipos posicionan a Japón como uno de los países más particulares del ancho mundo. Sin embargo, lo que hemos conocido previamente no coincide en su totalidad con lo que encontramos allí, y es que Tokyo es todo lo que esperas y más. Y es en ese “más” donde se debe hacer el énfasis.

Tokyo

¿Por dónde empezar? La ciudad se caracteriza por resguardar sus barrios entre grandes y largas avenidas. Barrios de calles larguísimas, casas bajas y estrechas, cableado exterior y máquinas expendedoras de bebidas a cada 30 metros. Coincidiréis en que la mejor forma de conocer una ciudad, su cotidianidad y costumbres, es callejeando, dejándose guiar por los impulsos de lo que se está observando. Y si tal vez lo usual es ir a los barrios mencionados anteriormente, otros tantos no tan trillados también merecen nuestra atención.

Meiji. Tokyo

Zonas como Meguro, repleta de canales y caracterizada por la estampa floral de los cerezos en flor (sakura) en primavera, o el cambio de color de la hoja en otoño (llamado momiji). O como Shimokitazawa, menos turístico que la restante mayoría, donde encontramos algunas de las mejores tiendas de ropa vintage de la capital, rebosante de una atmósfera alternativa que se desvincula de lo que normalmente estamos acostumbrados a ver.

Shimokitazawa. Tokyo

Igualmente, la zona entre la estación de Shin-Okubo (el barrio coreano) y Takadanobaba también resulta una de las mejores áreas para perderse entre parcelas de casas unifamiliares, restaurantes de ramen más baratos de lo habitual, azoteas donde colarse furtivamente, tiendas de idols y pequeños parques donde, los fines de semana, encontraréis una multitud de tokiotas practicando deportes de equipo entre familias y amigos.

Es destacable la zona de la estación de Ichigaya, que cuenta con una de las estampas más peculiares y auténticas de la ciudad, alejada de toda esa modernidad y luminosidad que desprende el centro. Esta estación se ubica cerca de un canal donde, bajo el puente que lo cruza, tiene lugar un longevo negocio de pesca. En unas piscinas artificiales repletas de peces encontramos desde familias con niños pequeños hasta ancianos que acuden en busca de paz y ocio en medio de ese torbellino de cemento y cristal. Se trata de una imagen muy agradable de visualizar, en contraposición con el caos organizado al que estaréis expuestos la mayoría del tiempo.

Ichigaya. Tokyo

Tokyo cuenta con canales y embarcaderos, como este anterior y otros tantos, que bien merecen nuestra atención; almacenes y despachos flotantes de madera enmohecidapiden a gritos que se les fotografíe, se les retenga en la memoria de los contrastes que una no espera encontrarse entre tanta modernidad. Imágenes de barcazas achatadas decoradas con farolillos en la superficie, largos recorridos a orillas del agua, similares a los paseos que bordean el Sena en París, tienen además el encanto de una gran metrópolis futurista.

Amei. Tokyo

Si quisierais alejaros de verdad del centro de la ciudad, y no hablo de 20 minutos en metro, sino de un recorrido de una hora por lo menos, no deberíais dejar de ver la zona de Seiseki Sakuragaoka. Este barrio perfectamente puede ser (y ha sido) inspiración de animes, ya que las casas y calles son bien parecidas a las que vemos en los dibujos. Esta zona en particular apareció caracterizada en la película Susurros del corazón de Studio Ghibli, así como también merece una visita —para todo fan incondicional del estudio de cine nipón— el Museo Ghibli en Mitaka o el Museo Arquitectónico al aire libre de Edo-Tokyo, en el área de Koganei, también a una hora del centro de la ciudad en transporte público.

Museo Ghibli. Mitaka. Tokyo

Una de las costumbres niponas que tal vez no todos los turistas conozcan es la tradición de los baños públicos, llamados sento oonsen, dependiendo de sus características. Así como en occidente relacionamos estos espacios con el lujo o como una actividad para hacer de vez en cuando, y en pareja o grupo, en Japón es muy común ir a estos baños en solitario tres o cuatro veces por semana. Generalmente baratos y bien equipados, podéis encontrar desde los más antiguos y tradicionales, hasta los más modernos.  Esto puede resultar un alto en el camino, un descanso para el cuerpo y la mente—y también el pudor— por menos de 500 yenes (4,10€) que, indudablemente, merece la pena, como por ejemplo el de Mannenyu, en la zona de Okubo Dori.

Asasuka. Tokyo

Otra manera de desconectar muy común entre los tokiotas es la de los pasatiempos y recreativos. Si bien estamos más que acostumbrados a ver estos en los reportajes de televisión y películas, existen otro tipo de actividades, como los campos de práctica de tiro de baseball o golf en medio de la ciudad, de los que poder disfrutar. Así como innumerables salas de música en directo donde ver bandas japonesas actuar en jam sessions entretenidas y poco frecuentadas por turistas. Podrás encontrar información sobre ello en la web Tokyo Gig Guide.

A pesar de ser un gran atractivo para el turista, estas salas de juegos mencionadas anteriormente, llamadas arcade o pachinkos, suponen un verdadero motivo de alarma por la dependencia que generan a sus frecuentes consumidores, afectando tanto al terreno de las relaciones sociales como al económico. Los usuarios de estos centros, desde los más jóvenes (colegiales y adolescentes) hasta los más mayores corren el riesgo de caer en una ludopatía de la que difícilmente se puede escapar, ya que estos se distribuyen a lo largo y ancho de toda la capital.

Takadanobaba. Tokyo

Igualmente, la soledad e introversión que se palpa en este tipo de lugares públicos, invita a reflexionar sobre su sociedad, ya que, por muy tecnológica y cívicamente adelantados que parezcan los tokiotas, socialmente se posicionan muy por debajo de la cultura occidental. En infinidad de barrios —Shinjuku es uno de los más comunes— es fácil encontrar grandes carteles publicitarios donde, junto a la foto de los y las anunciantes, se promocionan los números de teléfono de los nuevos amigos o parejas que puedes alquilar por horas, una medida que, sorprendentemente, se utiliza más de lo que realmente creeríamos.

Tokyo

Esta práctica va muy unida al deseo de guardar las apariencias, como lo es también la prohibición de fumar por la calle. En todas, o casi todas las aceras una se encuentra pequeños recordatorios de lo prohibidísimo que está fumar en la vía pública. Sin embargo, podéis estar comiendo dentro de un restaurante, pedir un cenicero y encenderos un cigarro al lado de alguien que está disfrutando de su comida tranquilamente. Parece tener mucho sentido, ¿no? Resulta que en Japón fuma todo el mundo, pero aparentemente nunca veréis a alguien fumar por la calle, ya que la imagen que se desea proyectar es de salud y de pulcritud nacional.

Sucede otro tanto con el hecho de que no haya basuras en la vía pública. El objetivo es conseguir un mejor reciclaje, otorgando la responsabilidad de este a los hogares y a sus residentes. Sin embargo, el aumento del uso del plástico en los productos más insignificantes e innecesarios no deja de crecer. En una simple visita a cualquier supermercado podréis comprobar que hasta un huevo vendido individualmente está recubierto de plástico. Y así con todo: galletas, tubos de pasta de dientes, cremas faciales, piezas individuales de fruta, etc.

Metro. Tokyo

A pesar de esta faceta oscura que presenta la ciudad, Tokyo no deja de ser un lugar que explorar con un reverso también impoluto, que hará que cambiar de opinión sea tan involuntario como pestañear. Quedaréis espantados por el capitalismo salvaje, pero anonadados por la simplicidad y minimalismo del hogar familiar. Os sorprenderá la limpieza urbana, pero os escandalizará la estética arquitectónica y publicitaria frenética y luminosa.

Querréis que vuestras ciudades de origen estén tan bien organizadas y sean tan respetuosas como la capital nipona, pero echaréis de menos el contacto humano y físico del que carecen los japoneses. Quedaréis agotados por la grandiosidad de las distancias, pero alabaréis el buen funcionamiento y diversas opciones del transporte público. Y así con infinidad de aspectos.

Fujimetropolitan. Tokyo

En definitiva, Tokyo es una dualidad en sí misma. Una moneda que, tras lanzarla y caer, no cesará de girar impidiéndote decantarte por un lado u otro. Os será imposible amarla u odiarla en su totalidad. De esta manera, no os quedará más opción que observarla y tratar de entender su funcionamiento. Entonces experimentaréis que la ciudad de Tokyo que creíais conocer no es la que se os presenta ante vosotros y solo después, conseguiréis verla con algo más de claridad.

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