David Oelhoffen, el director del western camusiano Lejos de los hombres (2014), repite con Reda Kateb en Enemigos íntimos, donde el actor de raíces argelinas tiene ahora como antagonista al siempre imponente Matthias Schoenaerts. Ellos son un policía y un narcotraficante con fondo de banlieue conflictiva. Un thriller social, que bien podría ser el último exponente de un género antaño glorioso, el llamado polar (cine negro francés), que ha caído en un lamentable desuso, con contadas excepciones, a lo largo de las últimas tres décadas.
Mis amigos, en el sentido virtual que se le da hoy en día a la palabra, lo saben. Hace tres años me propuse hacer la lista de los mejores 100 polars de la historia del cine galo, en orden cronológico porque me parecía lo más lógico. Pero no tardé en fracasar en el intento. Todavía en la década de los 50, ya vi que sería imposible contener mi pasión por debajo de los 100 títulos que me había impuesto como tope. Y sin embargo, al llegar a los 80 mi tarea se hubiese visto considerablemente aligerada, ya que el género que, hasta entonces, rompía la taquilla año sí, año también, con Delon y Belmondo como máximos reclamos, acabó desinflándose. Enemigos íntimos, que es uno de los raros títulos que podría hacernos creer que el género sigue vivo, también puede recordar, por su planteamiento algo esquemático –dos amigos de infancia, que se reencuentran a ambos lados de la ley–, a esos maravillosos westerns urbanos que también, durante un tiempo, nos llegaban con mayor regularidad desde Hong Kong.
Piensen, por ejemplo, en la trilogía Infernal Affairs, que inspiró al Martin Scorsese de Infiltrados (siendo el original mejor que la copia). Pero le vengan grandes o pequeñas, Oelhoffen rechaza las comparaciones. No tiene interés alguno en prolongar la tradición. Y, si tiene que compararse, prefiere Matteo Garrone de la hipnótica Gomorra, por su violencia realista, lejos de la espectacularidad hollywoodiense. No es Oelhoffen un director cinéfilo (a lo mejor cree que ha inventado la pólvora). Él mismo lo reconoce, y Kateb nos los confirma. Durante el rodaje y la preparación del filme no hablaban del género, ni de otras películas.
Como el Garrone inspirado en el libro-reportaje-best-seller de Saviano, Oelhoffen ha preferido sacar su fuerza de la realidad: Una amiga, que es abogada, me brindó la posibilidad de conocer a unos cuantos narcotraficantes que formaban parte de su clientela. Son gente con la cabeza bastante bien amueblada, tipos más bien discretos que han sobrevivido a los peligros de su profesión. Nacieron en la banlieue, y encontraron en la droga una forma rápida de ganar dinero, pero el ascensor social se atascó en algún punto, porque siguen viviendo en el mismo lugar, cuando no acaban en la cárcel. No tenía ninguna idea preconcebida, y les hice preguntas normales sobre cómo se gastaban el dinero, dónde iban de vacaciones, cuánto tiempo pasaban con sus hijos, o si sus parejas conocían sus actividades desde el principio. Vi que llevaban una vida, en definitiva, muy poco romántica, próxima a la de esos estresados hombres de negocios. Casi todos los que entrevisté eran de origen magrebí, hijos de emigrantes de Marruecos o Argelia. Quería centrarme en ese tipo de delincuencia, que ahora controla el tráfico de droga, como lo hicieron antes corsos y marselleses. A veces se justificaban diciendo que lo que hacían era vengar a sus padres, que habían sido explotados por Francia. Una moral, obviamente, muy dudosa.
El factor magrebí hacía de Reda Kateb, que se dio a conocer con la mayúscula Un profeta, el tipo idóneo para encarnar al poli solitario, que es visto como un traidor por los suyos, y al mismo tiempo tampoco lleva una vida demasiado envidiable. Por no decir una vida de mierda. El actor de mirada sartriana, que acude a la cita acompañado de un perrito diminuto, dice que no le gusta que lo encasillen: Me quieren ver como una muestra de la diversidad en el cine francés. Y desconfío bastante de estas historias. Francia siempre ha ido con un cierto retraso en la representación de la diversidad. Digamos que va por oleadas. Y solo habremos superado estas cosas cuando ya no tengamos ninguna necesidad de hablar de ello. De todos modos, yo soy solo un actor, y he tenido mucha suerte. Recibo mucho más de lo que doy. Mi personaje igual no ha tenido tanta. Se ha quedado atascado en el ascensor social, entre dos pisos, sin poder salir. Entró en estupefacientes, pero slo porque podía resultar útil, porque conocía el barrio y podía confundirse con uno de ellos, etc. Mi personaje sólo interesa a sus superiores porque puede contribuir a la paz social. Pero hay ciertos lugares de los que uno viene en los que el precio a pagar para salir de ahí es mucho más caro que en otros.
La paz social, quizás sea por eso que el gobierno francés, de un tiempo a esta parte, trata de humanizar las banlieues más conflictivas. No lo hacen por cuestiones éticas o morales, afirma Oelhoffen, sino porque se han dado cuenta que son ollas a presión, donde se cocina delincuencia y terrorismo. Por eso hay banlieues que se erigieron para dar cobijo a los obreros de las fábricas, que estaban totalmente aisladas, pese a que se podría ir a pie hasta París, a las que ha terminado llegando el metro. Y pone como ejemplo a Gagarin, no al astronauta borrachín, que hizo en su día acto de presencia en la inauguración del lugar, sino al mastodóntico edificio rojo que se erige en el cielo de Ivry, bastión del PCF, desde principios de los años 60. Ahí se ha rodado parte de la película (otras localizaciones significativas son Lilas y Pantin). Ahora la Cité Gagarine es un edificio fantasma, huérfano de las 380 familias que vivían en él. Los camellos han sacado las sillas a las calles, esperando a que vengan a demolerlo en el marco de otro gran plan renove de la banlieue. París estaba rodeado de auténticos ghettos, todavía nos queda mucho a pagar por esa mentalidad colonialista que Francia ha seguido arrastrando durante décadas, se lamenta el director.
Volviendo a Kateb, y a su rol de policía de origen magrebí, este nos recuerda que, pese a que hay un montón en la vida real, no se ven tanto en el cine. El cine francés siempre va un poco con retraso respecto a la realidad. Aunque está Roschdy Zem, que es hijo de emigrantes marroquíes, y ha interpretado a unos cuantos polis. En efecto, sin ir más lejos, ha ascendido a comisario en la pequeña gran Roubaix, une lumière, en donde Arnaud Desplechin brinda una visión postindustrial y desesperanzada, a lo Dardenne, de su ciudad natal. Zem, que creció en Gennevilliers, otro enclave conflictivo en las afueras de París, ya había sido policía en la magnífica Le petit lieutenant (Xavier Beauvois, 2005), y participó en otros thrillers franceses recientes y más o menos competentes como Asuntos pendientes (Olivier Marchal, 2004), Cuenta atrás (Fred Cavayé, 2010), Brazos armados (Pierre Jolivet, 2012), o Une nuit (Philippe Lefebvre, 2012). Una pena que no salga también en Enemigos íntimos. Puestos a repasar polars recientes, la investigación previa de la parte policíaca, Oelhoffen ya la tenía hecha por haber firmado el guion de la notable El Caso SK1 (Frédéric Tellier, 2014), un thriller clásico sobre la caza, en los años 90, del asesino en serie Guy Georges, que sigue en la cárcel. Afortunadamente.
En el marco de todos estos polar más o menos recientes, Enemigos íntimos puede ocupar un lugar preponderante, pese a su planteamiento tópico, a su título de andar por casa, y al desaprovechamiento de los personajes femeninos. La impresión que queda en la retina es que podría haber sido mejor si el director hubiese visto más cine, y no se dedicara a mirar el género por encima del hombro, como si hubiese querido jugar con los tópicos sin saber que los estaba repitiendo. Pero, con todo, gracias a dos pesos pesados como Kateb y Schoenaerts, sensibilidad y músculo, al muy realista retrato del actual milieu de la banlieue y a escenas de violencia, en definitiva, de un realismo espectacular, Enemigos íntimos se impone como un título a tener en cuenta en la historia del género. Los nostálgicos de los años dorados del polar sencillamente no pueden dejar pasar la ocasión de verla en pantalla grande. Los que aspiran a un thriller contundente con personajes carismáticos tampoco.
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