El 71 Festival de cine de Cannes se ha inaugurado con la coproducción italo-española Todos los saben, rodada íntegramente en España y dirigida por el oscarizado iraní Asghar Farhadi. La película, que recupera la costumbre de abrir el festival con una obra a competición, está protagonizada por Javier Bardem y Penélope Cruz, y marcará el arranque de una edición que llega con cambios para su cobertura. Priorizando los intereses de las producciones de Sección Oficial cuyas proyecciones tienen lugar tras el ceremonial posado en la alfombra roja y montée des marches, donde les recibe Thierry Frémont, delegado general del Festival, los periodistas destacados en La Croisette han visto modificado dramáticamente su modus operandi para no poder ver las películas horas antes ni publicar sus crónicas y reseñas antes del pase de gala.
El trabajo de los críticos parece atragantárseles, y no pocas veces se han apreciado caras largas, cuando no trastornadas por las malas críticas recibidas antes de su estreno oficial o previamente a las ruedas de prensa. La prensa escrita en soporte papel daba un respiro hasta su publicación, pero las plataformas digitales, revistas y blogs, han cambiado los modos de acceder a la información con una inmediatez incómoda. El futuro no espera ni se puede detener, pese a los esfuerzos de los organizadores del Festival, que han relegado a la prensa y, además, han dado por zanjada la polémica de la pasada edición sobre las producciones destinadas a plataformas digitales, vetándolas en la programación.
EL año pasado la polémica se centró en las plataformas de streaming y en la selección de filmes no estrenados en salas, con el resultado de que este año no habrá ninguna película que no haya cumplido esa condición. Las ruedas de prensa del jurado, que señalan la obertura de Cannes siempre son espejo de las preocupaciones del momento, como revela el turno de preguntas. Así fue en la 70 edición, como recogimos en EL HYPE, trasladando las opiniones de Almodóvar y Will Smith sobre productoras como Netflix.
En la presente edición, como no podía ser de otra forma, han sido el acoso sexual y la desigualdad de género los temas que no se han podido obviar en una mesa ocupada por cuatro hombres y cinco mujeres, una de ellas presidenta del jurado. La imagen de Harvey Weinstein sentado entre el público en el patio de butacas nunca se repetirá, pero su infame legado ha levantado en todo el mundo, y partiendo del show business, un terremoto de concienciación imparable.
Tanto Denis Villeneuve como la presidenta del jurado, la actriz Cate Blanchett, se han posicionado, el primero afirmando que #metoo no será un movimiento que dure tres meses sino que promoverá un cambio permanente, mientras que la australiana ha defendido el glamur de la alfombra roja, por no ser incompatibles el atractivo y la inteligencia —qué aburrido sería si no…
Este es un jurado comprometido, de resistencia, ha afirmado la cantante Khadja Nin y lo ha confirmado el militante Robert Guédiguian citando a Mao —la cultura va un paso por delante del pueblo— y declarando que la Palma de Oro será para el filme que consiga ese frágil equilibrio entre emoción e intelecto. Denis Villeneuve votará por la más apasionante; Ava Duvernay, por la calidad intemporal; Andrey Zvyagintsev, por la que vaya directa al corazón y Léa Seydoux elegirá la película que ayude a crear un nuevo lenguaje.
Blanchett no le da demasiada importancia a los premios, defendiendo la posición del Festival de Cannes como crisol de cultura e inteligencia, donde predomina el diálogo en la diversidad. Preguntada por las posibilidades de Jean-Luc Godard de conseguir un galardón, ha valorado la gran influencia del director en la historia del cine, que está más allá de una Palma de Oro.
Y con una gala de apertura a la que no hemos tenido más remedio que asistir a través de la pantalla de la sala donde inmediatamente después se ha proyectado Todos lo saben, se ha iniciado el festival con la convocatoria de Martin Scorsese y Cate Blanchett, que al unísono han declarado inaugurado el certamen.
Si lo que se pretendía evitar eran las malas críticas antes del pase de gala, se ha conseguido en la primera película a competición, porque solo se han escuchado débiles y aislados aplausos en la sala donde la prensa ha seguido la proyección paralelamente. En Madrid o Teherán, Farhadi no abandona su estilo, su interés por las reacciones de las personas ante lo inesperado, lo que perturba o expulsa a la gente de su zona de confort. Puede ser un divorcio, una reacción exagerada o un suceso, pero cualquiera que sea el macguffin, el planteamiento de la historia orbita alrededor del desconocimiento de los límites de la naturaleza humana a la hora de enfrentarse a la responsabilidad, a la elección.
El multipremiado y dos veces ganador del Oscar, Asghar Farhadi, dirige a un entregado y excelente elenco de actores españoles, encabezado por Cruz y Bardem, pero entre el que destaca —y un par de escenas son suficientes para mostrar su talento— Bárbara Lennie. El secuestro de la hija de Laura (Penélope Cruz) y Alejandro (Ricardo Darín) es el detonante de un conflicto familiar que se extiende al pequeño pueblo en el que ella dejó a su novio para irse a Argentina. Los secretos a voces proyectan el pasado hacia el presente, en una erupción de interpretaciones que obligan a los protagonistas a escarbar en sus emociones y admitir que lo que sucedió años atrás ha extendido sus consecuencias silenciosamente hacia la actualidad.
En un juego de confesiones, sobreentendidos y manipulación, el filme transita en el terreno del peculiar thriller intimista del director de A propósito de Elly, marca de la casa, aunque en este caso con un aroma que confunde al espectador y lo conduce a la decepción. La sutileza del iraní se transforma en Todos lo saben en un tono culebrónico, enredado, que ha llegado a causar la carcajada en un momento intenso: la confesión de Laura a su antiguo novio Paco (Javier Bardem) en uno de los clímax argumentales.
La atmósfera sugestiva que deja espacio a la contemplación y abduce emocionalmente al espectador hacia terrenos donde puede empatizar con historia y personajes, característica del director, se transforma ahora en una sucesión de giros argumentales, situaciones y cambios de perspectiva que quedan muy lejos de la cotidianidad utilizada como manto que cubre vergüenzas —léase errores o malas decisiones— y demuestra que en cualquier momento nuestra vida puede dar un vuelco decisivo que nos afecta a nosotros y a nuestro entorno. El recurso al tópico (boda castellana con sevillanas y paella) tampoco ayuda mucho a acercarnos a Todos lo saben, que esperamos guardar en el recuerdo como una anomalía del iraní, envuelta en una magnífica fotografía de José Luis Alcaine.
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