Jaume Collet-Serra sigue brillando como director barcelonés en Hollywood. Siete películas (sin contar aquello de ¡Goool 2! Viviendo el sueño), algunas muy buenas (La huérfana, Infierno azul, La casa de cera, Una noche para sobrevivir) y otras resultones ejercicios de género (Sin identidad, Non-stop), que le han convertido en uno de los cineastas comerciales con más clase y solventes de la actualidad.
Su último parque de atracciones genérico es El pasajero, cuarta colaboración con Liam Neeson y un thriller trepidante de muchos quilates. A continuación, explicamos los porqués.
Artesano con pulso
Así son los directores que se ponen al servicio del guion que tienen entre manos, que disfrutan con el arte y el juego de explicar historias, que se lo pasan bien retorciendo un poco los géneros, que saben rodar la acción con elegancia y sin florituras innecesarias, y que convierten eso de las películas de encargo en algo excitante. En los ochenta y en los noventa, había unos cuantos de esos, y solían moverse siempre en géneros muy tipificados: thriller, terror o ciencia ficción. Nombres como los de Peter Hyams, John Badham o Gary Sherman. Y más recientemente ídolos de la serie b comercial como el desaparecido David R. Ellis o Nimród Antal.
En esencia, El pasajero tiene el ADN de esos directores citados más arriba. Un filme dirigido con pulso por un jugón que conoce el oficio de cineasta y que es capaz de hacer partícipe al público de la fiesta.
Cruce festivo entre Alfred Hitchcock y Tony Scott
El mejor híbrido entre Extraños en un tren e Imparable, que vas a ver este año, podría ser la frase perfecta para definir lo que ofrece El Pasajero. Sin duda, una de las obras más maduras de Collet-Serra. Un ejemplo de esa madurez: la excelente secuencia inicial de créditos donde el director barcelonés, mediante el uso de las elipsis y el montaje, describe la monótona rutina diaria del personaje de Neeson, un ex-policía convertido en asesor legal que, desde hace años, coge el mismo tren para ir y volver del trabajo. Una secuencia clave para entender el posterior comportamiento del protagonista.
Lo que viene después de ese inicio es una clase magistral de situaciones juguetonas de suspense à la Hitchcock (el primer encuentro de Neeson con el personaje Vera Fermiga) y escenas de acción vitaminadas (el plano secuencia de la pelea con guitarra eléctrica o el espectacular accidente de tren).
El factor Roque Baños
Ídolo de las bandas sonoras en España, el compositor murciano también se desenvuelve con comodidad en las Américas. Suyas son, por ejemplo, las estupendas partituras para el remake de Posesión infernal y el survival de horror No respires.
En una película como El pasajero, la música es vital para elevar la tensión y el pathos de la historia. Baños lo consigue firmando uno de sus mejores trabajos, mezclando orquestaciones clásicas con sintetizadores, y situándose cerca del Michael Kamen de La jungla de cristal.
https://www.youtube.com/watch?v=-SiUMdH8bTg
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