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Blackout sessions: mejor con la luz apagada

En Música martes, 14 de febrero de 2017

Inés Calero

Inés Calero

PERFIL

La oscuridad generalmente exaspera porque anula el sentido que más estímulos recibe en el día a día tecnológico: la vista. José Saramago defendió en su Ensayo sobre la ceguera que Los ojos no son más que unas lentes, como un objetivo, es el cerebro quien realmente ve.

No es una cuestión nimia, la oscuridad revela el deseo de acabar con otras distracciones. Es más, al parecer, engancha, lo que justificaría la existencia de cada vez más actividades que retan al ser humano a dejar de guiarse por lo que ven sus ojos para desarrollar más otros sentidos. Entre ellos, destaca el cómico e incómodo programa de televisión Dating In The Dark o los restaurantes “a ciegas” –¿qué puede ser más sensual que pincharse uno mismo con un tenedor?

Con algunas excepciones, la cantidad de canciones que hablan sobre la oscuridad de las cosas da para llenar un carro lleno de sucedáneos de decadencia y cantantes de marca blanca. No obstante, sobre la escucha musical, los periodos cortos de privación de visión tienen un efecto muy positivo en la percepción de la música, defiende un estudio  de investigadores de la Universidad de Johns Hopkins y la de Maryland, publicado en la revista Neuron en febrero de 2014.

Privando totalmente la visión, somos capaces de conseguir que el cerebro de un adulto mejore su procesamiento del sonido, aseguraba la investigación, lo que puede ser positivo para agudizar y recuperar los matices sonoros. Esta se oye como realmente es, explicó una de sus autoras, Hey-Kyoung Lee.

Lee coincide con Saramago, quien obligaba a parar, cerrar los ojos y ver, como medio para recuperar la lucidez y el afecto. Si vista es el medio pero no el fin para entender, los organizadores de las Blackout sessions parecen haberse aferrado al autor portugués como a un clavo ardiente.

Londres, Buenos Aires o Bruselas son ciudades con proyectos que invitan al melómano a sumergirse en la profunda negrura para deleitarse con la música. Warpaint, Jamie Lidell, Ian Brown o Explosions in the Sky han ofrecido conciertos a oscuras -y gratuitos- como parte de las nuevas sesiones de escucha PitchBlack Playback, en Londres. El evento benéfico See Through Sound reunió el pasado octubre a talentos emergentes londinenses para ofrecer un bolo frente a un público que llevaba gafas opacas para simular su ceguera. También las sesiones Blackout en directo en Oval Space, en el distrito de Shoreditch permiten a artistas y DJs actuar en el anonimato, en un ambiente misterioso y lóbrego.

La música aquí es el único fuerte. Uno se encuentra solo frente a las melodías; sin interrupciones ni contaminación audiovisual, se agudizan todos los sentidos, no sólo el oído, y entonces se perciben mejor los matices sonoros. Los bajos resuenan más profundamente en la oscuridad; las voces conturban y los silencios golpean más fuerte. Pero si bien la experiencia es individual, la sesión es compartida. He aquí la diferencia con escuchar un álbum en casa con la luz apagada.

El culmen de esta práctica va más allá del deleite personal, alcanzado cuando la negrura se convierte en ceremonia y la sala de teatro en la Meca. El formato propuesto en Bélgica es todavía más envolvente. Los espacios culturales Atelier 210 y Beursschouwburg en Bruselas, y Le Vecteur en la ciudad industrial de Charleroi, retan quincenalmente al público a acomodarse en una butaca de la sala de teatro y escuchar un álbum completo en la penumbra –sin olvidar una pausa mínima para cambiar la cara del vinilo.

Semejante ritual lleva más de dos años consolidado en Bruselas. Una práctica que también se extiende a festivales como Francofaune, un evento musical francófono que, ya en 2015, invitaba a su público a probar la escucha en la penumbra.

El único criterio para seleccionar su programación de las Blackout Sessions es que el LP debe ser sólido desde el principio hasta el final, aseguran los organizadores. El resultado para el periodo de 2017 es un compendio de bandas eclécticas que tienen en lo más profundo de su ADN alguna traza de oscuridad, bien en su repertorio o en las influencias de sus integrantes. Pero el cualquier caso, bandas que demuestran que sus proyectos caminan por el lado lúgubre de la vida. En el tocadiscos sonarán grupos relevantes como Television, Joy Division, Booker T and the MG’s, Massive Attach, N.W.A., Can o Arthur Russell. Y también servirá de plataforma para aproximar a los melómanos a bandas más humildes pero no por ello con propuestas menos interesantes, como Aksak Maboul, Storm & Stress, Ata Kak, Telex, Hailu Mergia o Madensuyu.

Pero ya han sonado en oscuridad Herbie Hancock, Front 242, The Velvet Underground, IAM, Amy Winehouse, Daft Punk, Neil Young, Motorhead, TC Matic, T- Rex, Nas, Grace Jones, Sonny Rollins, Steel Pulse, Alain Bashung, Rail Band o Bob Marley.

Blackout

A diferencia de la ceguera blanca que padecían los personajes de Saramago, aquí el aturdimiento funde a negro. No es fácil acostumbrarse a la completa oscuridad de repente, y menos cuando la vorágine multimedia satura y desborda. Es un ejercicio sensorial, donde se reduce la distancia entre la música y la imaginación y la visión intenta acostumbrarse a una mísera escala de grises que nunca llega. Sin embargo, una vez relajado, todo es más fácil. Los asistentes se olvidan de todo y sólo se limitan a sentir. Es meditación, básicamente.

A pesar de las bondades, hay para quien el apagón es una especie de flashback a los miedos de la infancia. También hay a quién no le gusta la música,–ni con la luz ni a oscuras. Otra investigación, publicada en Cell Press Journal Current Biology, explicaba que hay gente que es incapaz de experimentar placer con la música. La condición, llamada “anhedonia musical” se refiere a la incapacidad de experimentar placer con la música. Sigmund Freud, sin ir más lejos, reconoció alguna vez que era incapaz de experimentar placer alguno escuchando música. Al padre del psiconálisis le gustaban otras cosas, pero no la música.

Al mismo tiempo, el formato blackout pueden ser el antídoto a la nictofobia de los melómanos; pues lejos de ser insignificante, la música está relacionada con el bienestar, psicológicamente tiene distintas implicaciones y puede ayudar a lidiar con las emociones.

Una práctica cultural que bien funcionaría en las ciudades españolas con escenas musicales potentes, como Barcelona, Madrid o Murcia. En cualquier caso, en tiempos poco alentadores y negros, como el futuro, piensen si es hora de pasarse al lado oscuro.

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