Capítulo final de la pesquisa que iniciamos hace quince días al ritmo de Triana Pura. Kundera hacía tiempo que no salía porque estaba en La fiesta de la insignificancia. Era, de alguna nostálgica forma, feliz en la montaña. ¿Y Carpenter?
Me dicen que Miguelito
Entre nosotros se encuentra muy extraño
Él dice que es feliz en la montaña
Que se está convirtiendo en ermitaño
Probe Migué, Triana Pura
Sí, la última vez que nos vimos quisimos saber qué le pasaba al probe Milan que hacía mucho tiempo que no salía. Salía W. G. Sebald, salía J. M. Coetzee, salía Vila-Matas, salía John Banville, salía Anne Tyler pero Kundera se estaba convirtiendo en ermitaño. Pero, ¿qué le estaba pasando…? Pues que la aldea global lanza, a veces, globos de pueblo: dijeron que havia fet una malesa. Milan lo celebró con La fête de l’insignificance.
Una amiga mía que trabaja de camarera en un after de París nos envió hace poco un ejemplar. Lo dijimos ya: tenían sus páginas posos de cubata, olor a cerveza caliente, delirio, rastros de carmín, etc.. Aquí aparecerá en septiembre, lo traerá Beatriz de Moura con Tusquets.
En la vida real se mata porque lo manda dios o un general, por pasar una tarde balcánica cuando el cuerpo pide un poco de matanza, por calor, por desidia, por dinero, por celos o por equivocación.
De acuerdo, supimos de Milan. Por puro egotismo buscamos también a Carpenter. No le veíamos desde el siglo pasado. Si del checo aún reverberaban entre los anaqueles de las librerías de viejo del Parterre las variaciones de una serie de temas existenciales y estéticos, de Carpenter en los cines de una sala que cerraron para siempre (Martí, Rex, Gran Vía, Acteón…), iban y aún venían fotogramas míticos: los primeros cinco minutos de La Niebla, los últimos de Halloween, el blaxploitation de Asalto…, la imaginación-comic de Escape from New York, las pautas ficcionales (à la Alien) y el final de La Cosa -uno de los mejores de la historia del cine-, El príncipe de las tinieblas: siempre el mismo tema (un grupo de individuos luchando frente al peligro exterior) tocado con profesionalidad americana, entusiasmo juvenil y conciencia social.
Sí, un nostálgico tiempo de juventud Carpenter fue nuestro director de miedo preferido. Hasta el enigmático crítico de arte Orlando Osorio lo había incluido en su conocida (y quizás excesivamente recurrente) lista de imprescindibles programas dobles de terror del siglo XX.
1. Frankenstein (Whale, 1931)/ La novia de Frankenstein (Whale, 1935)
2. El cerebro de Frankenstein (Fisher, 1969)/ Las novias de Drácula (Fisher, 1960)
3. Suspiria (Argento, 1977)/ Rojo profundo (Argento, 1975)
4. La noche de los muertos vivientes (Romero, 1968)/ ¡Atención: título spoiler! La semilla del diablo (Polanski, 1968)
5. El exorcista (Friedkin, 1973)/ Suspense (Clayton, 1961)
6. Halloween (Carpenter, 1978)/ La niebla (Carpenter, 1980)
7. Alien (Scott, 1979) / La cosa (Carpenter, 1982)
8. La mosca (Cronenberg, 1986) / Videodrome (Cronenberg, 1983)
8. Pesadilla en Elm Street (Craven, 1986) / Scream (Craven, 1996)
Luego todo declinó. se estaba haciendo cada vez más tarde, por decirlo con Tabucchi o, parafraseando el verso de Benitez Reyes, de todo comenzó a hacer bastante tiempo. Si Kundera desapareció una década, Carpenter también. ¿Sería feliz en la montaña?
Carpenter adaptando al Rey. Muchos críticos fruncen el ceño al oír de Stephen King como esas señoras que aprietan el bolso contra el sobaco cuando pasa por su lado un chico magrebí.
A nosotros nos gustan más Shelley, Stoker, Poe, Bierce, Lovecraft y Maupassant, pero creemos que El resplandor, It o Salem’s Lot son grandes novelas de terror. En la foto Christine, novia nerd.
Cívico, ¿dices que no salía Carpenter?
No salía, no.
Vampiros y Fantasmas del Marte fueron señales de un agotamiento que anunciaba retiro. De vez en cuando rescatábamos en el video club Stromboli o en el video club Underground variaciones Carpenter: Quatermass, Debra Hill. Lovecraft, Hawks-Ford, Kurt Rusell, terror puro, serie B. Luego un día, de nuevo el controvertido Orlando Osorio envolviendo un sandwich de cuscús nos enviaba su lista de mejores películas de terror del siglo XXI… y ya no estaba Carpenter.
Había aceitito, trozos de cordero, uvas pasas y estragón, cine asiático (Nakata, Woongpoom, Jee-Woon), rebuscado horreur francés (Laugier, Aja) estaba Reeves, estaba Insidious y el Expediente Warren de Wan y estaba, sobre todo, Déjame entrar, la poesía vampírica de Tomas Alfredson, ¡hasta el Inland Empire de Lynch! pero nada de Carpenter.
Los siguientes años nos preguntamos qué le estaba pasando al probe Carpenter que parecía un ermitaño. Esperamos, pero, al regresar, su talento se había quedado en la montaña: The Ward.
No podía ser.
Buscamos mejor.
Si no estaba en The Ward, ¿dónde estaba Carpenter pues?
En la televisión.
Sí, parte del mejor cine de terror del siglo XXI ha estado en televisión, es el caso de American Horror Story (los capitulos tercero-cuarto de la primera temporada y el episodio sobre Ana Frank en el demasiado truculento serial del psiquiátrico, es lo mejor que hemos visto en muchos años). Es el caso de Master of Horror, su magistral episodio titulado aquí El fin del mundo en 35mm, snuff movie sobre un ángel caído, no sólo fue el regreso y lo mejor que Carpenter hizo desde las persecuciones del coche-chica y la conserje mala de En la boca del miedo, Cigarrette burns fue un regalo y una joya, un broche estupendo a su carrera.
Dicen que prepara Darkchylde. Nos da igual. Para nosotros, que queríamos tanto a Carpenter, aquello fue (como el objeto de esa meta-película) La fin absolute le monde, al menos el fin de una parte del mundo, del nuestro, que se acababa.
Y estábamos bien.
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