Vivir en una sociedad que cada vez va más deprisa y donde lo queremos todo para ayer, la urgencia es un arma de competitividad irrenunciable y donde se prima la economía, por delante a la situación personal de cada uno de nosotros, nos genera, cada día más, grandes dosis de estrés e inconsciencia y, en ocasiones, se nos puede entrecortar la respiración.
Reproducir acciones y comportamientos aprendidos, un día y otro día, sin darnos cuenta de lo que realmente sucede a nuestro alrededor, ha provocado que, a lo largo de estos años, cada uno de nosotros, haya entrado en un profundo olvido de sí mismo y, en otros casos, hayamos caído en graves enfermedades de las que no somos capaces de salir.
Nacemos con una inspiración y nos vamos de este mundo con una exhalación. Esa respiración nos acompaña a lo largo de nuestra vida con una cadencia absoluta y como si de una secuencia de ceros y de unos se tratara. Cuando observo cómo sucede la respiración de una manera consciente es como si yo me hiciera presente en mi vida, como si desapareciera el automatismo y llegara el dueño del cortijo.
Tomar conciencia de esa respiración, todas las veces que me es posible a lo largo del día, me ayuda a separarme de los pensamientos que no cesan en mi mente y en esos momentos, entre pensamiento y pensamiento, surge una paz difícilmente explicable. Sólo observando mi respiración, esta se hace más profunda y tranquila y me permite vivir el momento presente de una manera única e irrepetible. Es como poder saborear la nada por un instante.
Cierro los ojos y observo cómo sucede la respiración. Observo mis pensamientos pasar uno detrás de otro y en un momento determinado me pregunto de dónde vendrá el próximo pensamiento, permanezco muy atento a lo que sucede justo después de formular la pregunta y me doy cuenta que se ha producido un espacio entre un pensamiento y el siguiente. Un espacio sin pensamientos. Eso es la nada, un vértigo silencioso absoluto que experimentamos en meditaciones profundas en algunas ocasiones. El cuerpo se relaja de inmediato y la mente se sosiega.
En ese instante puedes darte cuenta de que no somos nuestros pensamientos, sino que únicamente somos, un palíndromo que indica un camino, una dirección en nuestra vida, una transformación.
A partir de ahí, podemos experimentar algunos de los beneficios de respirar de manera consciente y observar lo que sucede con nuestros pensamientos:
– La coherencia entre nuestro cuerpo y nuestra mente comienza a ser más evidente.
– Nuestra salud mejora sin hacer mucho esfuerzo para ello.
– La creatividad surge en los momentos en los que necesitamos las mejores ideas.
– La capacidad de concentración va aumentando con el tiempo.
– El manejo de las emociones se convierte en algo más sencillo.
– Es posible que disminuyan miedos y temores.
– Disminución evidente del estrés en todas las situaciones.
Y un largo etcétera al que cada uno puede ir añadiendo todas las experiencias vividas, después de un año respirando de manera consciente.
Parece la panacea, pero este sencillo ejercicio de poner conciencia en la respiración puede ayudarnos a que esta vida sea más saludable y enriquecedora.
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