En los inicios de la fotografía aérea, visionarias mentes inquietas diseñaron a los primeros bisabuelos de los drones con palomas y cometas. Un nuevo capítulo de este gabinete de curiosidades.
George Raymond Lawrence (1868-1938) fue un fotógrafo comercial de Illinois apasionado constructor de cometas y globos aerostáticos. Aunque entre sus hazañas se encuentran la de haber perfeccionado las técnicas de fotografía con flash y construir la cámara más grande del mundo en 1900, sus creaciones iban destinadas a la fotografía panorámica aérea.
En los principios del siglo pasado solamente las cometas, los globos aerostáticos y las palomas (tal y como veremos más adelante) permitían asumir estos nuevos retos fotográficos. Sus primeros experimentos con globos aerostáticos fueron un auténtico fracaso, puesto que las imágenes perdían nitidez y definición gracias a la poca estabilidad y los pequeños vaivenes de los globos en el aire.
Tal frustración le llevó a construir un sistema de 17 cometas entrelazadas y estabilizadas con piezas de bambú que conseguían elevar una gran cámara de 22 kg a más de 600 metros. Una vez realizada la fotografía, la cámara se desprendía de su entramado y era devuelta a tierra sana y salva gracias a un paracaídas incorporado. Los enormes negativos producidos por esta cámara (50cm x 120cm) siguen siendo hoy en día considerados como piezas únicas por su perspectiva y enfoque.
Julius Gustav Neubronner (1852-1932) fue un farmacéutico alemán y pionero de la fotografía amateur. Utilizaba palomas mensajeras para repartir los medicamentos en pequeñas cajas de aluminio atadas a su pecho, que le permitían dispensar hasta 75 gr de medicación por viaje.
En una de estas entregas, la paloma mensajera de desorientó, y aunque Neubronner la dio por perdida, regresó cuatro semanas después a su destino. Este incidente inspiró a nuestro farmacéutico fotógrafo para desarrollar en 1908 unas cámaras automáticas que acompañarían a las palomas en sus viajes sujetas con un arnés. Tras llevarlas a unos 100 km de distancia de su casa, las cámaras automáticas registraban imágenes aéreas entre 50 y 100 metros de altura. Una vez las palomas llegaban a su hogar, las imágenes eran reveladas y comercializadas como postales.
Durante la Primera guerra mundial se realizaron múltiples pruebas de campo con las palomas fotógrafo. Pero el rápido perfeccionamiento de la aviación las relegó a un segundo plano y tanto la industria militar como el propio Neubronner abandonaron las investigaciones.
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