Es el único examen por el que todos los seres humanos, animales y plantas vamos a pasar, más tarde o más temprano, porque ninguno nos libramos de ello. Yo he empezado a dejarlo todo resuelto para que cuando llegue ese día, alguien sepa qué hacer con mis cosas…
De vueltas con preguntas repetitivas y recalcitrantes me encuentro con una sin fin. La pregunta habla de la muerte y nunca sé en qué términos se formula para poder aclararme con las respuestas.
La muerte quizá es una paradoja, un espejismo que no se puede definir sino en función de las innumerables creencias que se pueden tener sobre ella.
Algunos creen que cuando uno muere no queda nada, eso de que la energía no se crea ni se destruye no va con ellos. Es decir, el cuerpo se descompone y alimenta a gusanos y bacterias o se quema y las cenizas se tiran al mar para alimentar a los peces. La separación de cuerpo y mente o cuerpo-mente y espíritu solo es fruto de reflexiones que se sitúan en los libros de filosofía pero en absoluto se incorporan a la vida de las personas.
Otros pueden pensar, quizá por la influencia de las religiones que, después de la muerte, existe otra vida. Que el cuerpo se muere y en ese instante surge de él un holograma vestido energéticamente que descubre el gran misterio de la vida. Espera a que vengan a buscarle seres vestidos de luz y lo lleven al lugar que se ha ganado con sus acciones y comportamientos en su vida en la tierra. Allí verá a sus seres queridos y habitará a la derecha de Dios Padre en amor y compaña.
Otros creerán que cuando mueren se despiertan de un sueño y descubrirán, por fin, a ese que tanto le ha estado complicando la vida, a ese que pensaba, que miraba por sus ojos, que hablaba por su boca, que le hacia reflexionar sobre cualquier tema que surgiera. Lo verá jugando con la Play y enfadado porque ha perdido la partida y ya no le quedan más vidas que gastar.
Lo que sí que está claro es que ninguno ha vuelto después de la muerte para contarnos lo sucedido, por lo menos con la misma expresión corporal que lo hemos conocido. Y que tampoco se ha librado ninguno de los que han vivido antes que nosotros de ese paso sobre el que vivimos de espaldas, como si no fuera a llegar nunca para nosotros.
Porque esos que dicen que mueren clínicamente y que ven un túnel de luz al final y que sienten mucha paz, que ven pasar su vida como una película y esas cosas parecidas no los contamos porque, de hecho, no les ha dado tiempo a ver realmente lo que sucede ahí y vuelven enseguida.
Estoy convencido de que hablar de la muerte es hablar de la vida. No nos planteamos la muerte porque el miedo y el misterio nos atenaza y nos bloquea, pero no por ello vamos a dejar de superar ese miedo. Vamos a ponerlo bajo control para poder elevar nuestra conciencia y dar respuesta, ahora en vida, al tema de la muerte del que, sin duda, volveremos a plantearnos en futuras escrituras.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!