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75 Mostra de Venezia #1 Lanthimos, Cuarón y los Coen

En Cine y Series domingo, 2 de septiembre de 2018

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

El inicio de la 75 Mostra de Venecia también estuvo año bajo el eje de la cinematografía estadounidense. Al igual que hace dos ediciones con La La Land, el honor ha sido otorgado a Damien Chazelle con First Man. Basado en el libro de James R. Hansen, el largometraje, presente en la selección oficial, escoge el punto de vista del astronauta Neil Armstrong, para contar de forma original ese acontecimiento histórico que fue la carrera al espacio de los años sesenta y la llegada del primer hombre a la luna. El intento de parte de Chazelle ha sido contar los pasajes de este histórico acontecimiento y los que fueron sus personajes principales, intentando entrar en la psicología y en los sentimientos personales del más importante de ellos.

Lo que resulta es un retrato que une la intimidad de la vida personal de Armstrong, sus fantasmas y su carácter solo aparentemente frío, con una descripción muy realista de los acontecimientos y de las misiones Gemini y Apollo –aunque con varias tomas en subjetiva extremadamente claustrofóbicas. El director lo consigue con un planteamiento que, por un lado, constata, casi físicamente, lo peligroso y sumamente arriesgado que caracterizaba el hecho de poner la vida en juego, en vehículos con tecnologías que hoy en día nos parecen casi prehistóricas, y, por otro, entrando sin demasiada retórica en el miedo, la esperanza y las desilusiones de un hombre que hoy es visto como un ícono del siglo XX. El éxito se debe también a la buena interpretación de Ryan Gosling, muy equilibrado durante todo el metraje y capaz de transmitir en cada toma una personalidad muy introvertida, pero al mismo tiempo cargada de una fuerte intensidad emotiva.

First Man (El primer hombre) (Damian Chazelle, 2018)

Un plano de Ryan Goslin en First Man, © NBCUniversal

El oeste en seis relatos. Así se podría definir la última obra de los hermanos Coen, The Ballad of Buster Scruggs, producida por Netflix y que, originalmente, debia ser una serie en varios episodios encargados a varios directores. Así no ha sido. Al final, los Coen han optado por un trabajo único dividido en seis partes quedándose con la entera autoría de la película. El estilo de los directores es patente en cada una de las historias que cuentan: la de un vaquero cantante, un inepto ladrón de bancos, un espectáculo teatral itinerante, un buscador de oro, una mujer en viaje con una caravana y, finalmente, una diligencia con cinco personas, en rumbo desconocido.

El tono de las primeras dos historias tiene el toque surrealista, recargado y divertido típico de los Coen con guiños cinéfilos evidentes (por ejemplo, al cine de Sergio Leone), pero con el avanzar de las otras partes todo cambia haciéndose más sombrío. El resultado es un filme que logra entretener, pero que al mismo tiempo muestra historias personales muy diversas entre ellas que, además, dibujan con eficacia un universo humano complejo, a momentos alegre, en otros inquietante, entre la vida y la muerte, hasta un relato final que en cierto sentido justifica la necesidad de encontrar un sentido último a los avatares de la vida.

La balada de Buster Scruggs (Joel y Ethan Coen, 2018)

Tim Blake Nelson en el primer relato de The Ballad of Buster Scruggs

El guionista (el australiano Tony McNamara) escribe para Lanthimos la misma historia presentada para la radio de la BBC en Balance of Power, con el guion de Deborah Davis. Lo reescribe poniendo el eje siempre en el lado maquiavélico del poder, pero dentro de un marco, el de la corte, a menudo grotesco para  dibujar las tres figuras femeninas en un perfecto equilibrio entre erotismo, maldad y astucia, destinadas a provocar una irremediable soledad. El realizador griego encuentra así un terreno fértil para desarrollar su peculiar estilo narrativo de la crueldad, esta vez apoyándose además en un interesantísimo aspecto visual: el uso de lentes de gran ángulo extremas (que aportan a la imagen un aspecto onírico y oprimente) y de la única luz natural de las velas en las numerosas escenas nocturnas.

La favorita (Yorgos Lanthimos, 2018)

Olivia Colman en un momento de The favorite

Dentro de la selección oficial, la calidad no faltó tampoco en Roma de Alfonso Cuarón. Roma es un céntrico barrio de Ciudad de México, donde el director vivió su infancia. La cinta cuenta la historia de una familia de clase media de la capital mexicana antes de la matanza del jueves de Corpus, de junio de 1971, y que significó un nuevo coletazo autoritario del sistema hegemónico tras la represión estudiantil de 1968. Para revivir esos días, Cuarón trabajó cinco años en el proyecto e hizo construir una réplica de su casa de infancia llenándola con muebles traídos de cinco estados.

El punto de vista de la historia, que retrata con un espléndido blanco y negro también lugares de capital mexicanas de las afuera como eran entonces, es, sin embargo, el de la criada Cleo. La cámara nunca recoge su mirada, pero ella está constantemente en el centro de los acontecimientos de la familia, mientras sufre los avatares de su vida personal. La mirada de Cuarón es objetiva con tomas abiertas y planos largos y lentos donde los personajes son un elemento de un conjunto visual siempre más amplio. El resultado es una obra de gran calibre estético que, aunque parezca desarrollarse con simplicidad y naturaleza, presenta momentos de gran tensión junto a otros de melancólica inquietud. Roma es capaz de evocar en cada uno de sus planos, nunca didascálicos, la comparecencia de la vida y de la muerte, así como las rupturas entre los seres humanos y sus posibles reconciliaciones.

Roma (Alfonso Cuarón, 2018)

Una escena de Roma de Alfonso Cuarón

Francia se presentó en estos primeros días de la Mostra con dos películas muy distintas y con resultados diferentes. La producción franco belga Frères ennemies del director David Oelhoffen es un crime-action-thriller que cuenta la historia de Manuel (Matthias Schoenaerts) y Driss (Reda Kateb) ambos en la periferia de París y que han escogido dos caminos diferentes: uno, el del narcotráfico, el otro, el de la policía. La complicada relación entre ellos –con el fondo de un ajuste de cuentas ente familias de narcotraficantes– origina una cinta muy dinámica que, sin embargo, no va mucho más allá de un relato bien contado, muy dinámico, gracias al uso de la cámara a mano, pero bastante insustancial, pese al final muy tenso y dramático.

Close Enemies (David Oelhoffen, 2018)

Escena de Frères ennemies del director David Oelhoffen

Algo mejor Doubles vies de Olivier Assayas. Dos parejas y dobles vidas entre la pasión del papel y de los libros (uno de los personajes masculinos es un editor, otro un escritor) y el nuevo mundo digital hecho de virtualidad y redes sociales. La mirada de Assayas no es nunca nostálgica (en varios momentos hasta divertido, en una forma que recuerda a Woody Allen), pese a saber donde le lleva el corazón, toma nota de la contemporaneidad, de su evolución y de sus contradicciones. En algunos momentos, el metraje se hace largo por algunos diálogos muy densos, pero en general la obra resulta solvente y entretenida.

Non-Fiction (Olivier Assayas, 2018)

Juliette Binoche en Double Vie de Olivier Assayas

No del todo logrado resultó Peterloo de Mike Leigh, un retrato de los acontecimientos relacionados con la masacre en que desembocó una pacífica reunión pro-democracia en St’ Peter Fields en Manchester, en 1819. La multitud de 60.000 personas que pedía reformas políticas y protestaba por la gran pobreza fue atacada por el ejército, originando una ola de protestas en toda Inglaterra, con nuevas represiones por parte del gobierno. Leigh ha optado por seguir los avatares de los personajes: manifestantes, jueces, gobierno y monarquía, creando un fresco compuesto por la diferentes historias y realidades que convergen   en el día de la masacre en la parte final del largometraje. La narración, sin embargo, se desarrolla con lentitud, de forma bastante plana y sin conseguir capturar al espectador en su desarrollo, pese a una excelente interpretación de todo el reparto. Nos esperábamos algo más del gran director británico, que parece encontrarse más cómodo con historias íntimas y sociales que con la representación de un determinado marco histórico.

Peterloo (Mike Leigh, 2018)

Peterloo de Mike Leigh.

Pocas palabras sobre The Mountain del estadunidense Rick Alverson (a competición), que sigue las peripecias de un joven (Tye Sheridan) que tras la pérdida de su padre sigue, haciendo de fotógrafo, los experimentos de lobotomía a pacientes con problemas mentales del doctor Wallace Fiennes, interpretado por Jeff Goldblum. Ambientada en los años cincuenta –con una fotografía en colores pastel muy lograda y que recuerda las imágenes de las revistas de la época–, The Mountain se hace interminable con sus imágenes frías y con un desarrollo demasiado críptico, que termina por ser finalmente simplemente anodino.

The Mountain (Rick Alverson, 2018)

Tye Sheridan y Jeff Goldblum en The Mountain de Rick Alverson

Totalmente decepcionante fue también la primera cinta italiana del certamen, Suspiria, de Luca Guadagnino. El remake de la famosa película de Dario Argento resultó ser muy poca cosa, incomprensible en sus intentos narrativos, extremadamente recargada en varias escenas y deja al director muy lejos de su cálida última obra Call Me by Your Name. Entre citas y traiciones del original, visiones horroríficas, escenas espeluznantes, símbolos, rituales…, las seis partes y un epílogo de que se compone la película se quedan en un molesto despilfarro de situaciones en el Berlín de 1977, con madres brujas espantosas y alumnas sacrificadas a la magia negra. Para el olvido.

Mia Gothy Dakota Johnson en Suspiria © Alessio Bolzoni

Mia Gothy Dakota Johnson en Suspiria © Alessio Bolzoni

Fuera de concurso, destacó la película del director argentino Gastón Duprat, Mi obra maestra. El autor de la brillante El ciudadano ilustre (ganadora en la Mostra del premio al mejor actor) ha vuelto con otra comedia ácida y llena de sarcasmo, capaz de criticar la sociedad contemporánea adquiriendo un punto de vista original y nada banal. En este caso, sobre el mundo del comercio del arte y de las galerías, en relación a la creación artística, vista como acto de libertad individual.

Renzo (un espléndido Luis Brandoni) es un pintor hosco y un poco salvaje, en fase de decadencia, que no consigue ya vender su obra, a pesar de los esfuerzos de su mejor amigo Arturo (Guillermo Francella), propietario de una galería. Los dos viven una serie de acontecimientos que darán un vuelco inesperado a la situación, dentro de un argumento donde se alternan de forma muy equilibrada la ironía, la comedia costumbrista y el humor negro, con algunas pinceladas de intenso dramatismo. El resultado es una obra agradable, pero que al mismo tiempo consigue hacer una crítica social sin tono moralista, que confirma la gran habilidad narrativa de Gastón Duprat, gracias también al perfecto guión escritorio por su hermano Andrés.

Mi obra maestra (Gastón Duprat, 2018)

Luis Brandoni en Mi obra maestra de Gastón Duprat

Poco interesante, por el contrario, A Star is Born, primer largometraje del actor Bradley Cooper (el segundo será un biopic sobre Leonard Bernstein), que también actúa junto a la cantante Lady Gaga. Casi irreconocible sin su habitual maquillaje y vestuario, la diva del pop consigue una buena actuación junto a Cooper, en el remake del  remake de 1976 con Barbara Streisand y Kris Kristofferson. Sin embargo, al igual de su antecesora, la película no vuela muy alto y se queda en una narración bastante banal de una tormentosa historia de amor y éxito, pensada sobre todo para poner en primer plano las dotes canoras de la famosa protagonista.

Ha nacido una estrella (Bradley Cooper, 2018)

Lady Gaga y Bradley Cooper en A star is born

Finalmente, merece una mención el acontecimiento de la 75 Mostra de Venezia: el estreno de la última e inacabada película de Orson Welles, The Other Side of the Wind. Interrumpida a causa de su muerte, el metraje que ha quedado ha sido recuperado y montado, respetando en parte el proyecto de Welles, tras superar  problemas de derechos. Gracias a Netflix, hemos así podido saborear nuevamente el genio del gran director en un largometraje de poco más de dos horas, construido con el típico enredo de imágenes y diálogos que caracteriza su última obra y presenta una fuerza visual todavía muy fresca, deslumbrante y que no ha padecido mínimamente el paso del tiempo.

Al otro lado del viento (Orson Welles, 2018)

Orson Welles durante le rodaje de The Other Side Of The Wind

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