El pasado 31 de julio fallecía en un hospital de Londres Alan Parker. El director de cine británico representaba a una estirpe de cineastas en vías de extinción; artesanos que no se doblegaban ante el sistema de estudios y que eran capaces de preservar el recuerdo fílmico ahí donde estampaban su firma.
Pese a negarle el reconocimiento con la estatuilla dorada más anhelada, el apellido Parker quedó ligado a películas de remarcable interés, muchas de estas con un vínculo especial con la música y otras con un carácter que no renunciaba a su compromiso social. Además de blindar su talento al engranaje comercial de la industria, Alan Parker logró mantener su estatus en un lugar privilegiado, en los algo más de 30 años en que se mantuvo en activo, siendo los 80 su década prodigiosa.
La trayectoria del director nacido en Islington (Gran Bretaña) quedará sellada por su versatilidad, y por imprimir una calidad notable durante todo el tiempo que ejerció como director, a caballo entre Hollywood y el cine británico. Despedimos a este autor sobrecapacitado y todoterreno con siete de sus obras cumbre.
El expreso de medianoche (1978)
La aprobación internacional como cineasta le llegaría con su segundo largometraje. Inspirado en la historia real de Billy Hayes, el film narra el via crucis de un joven estadounidense detenido por tráfico de drogas y condenado a prisión en una cárcel turca inhumana.
Parker logró sacudir a las audiencias de su tiempo con un drama carcelario crudo e impactante. La película recolectó dos Oscars: uno para su guionista, un desconocido por entonces Oliver Stone, y el otro para la banda sonora de Giorgio Moroder. Además supuso el trampolín para la carrera hollywoodiense de Parker.
Fama (1980)
La estrecha relación del director de Los Commitments (1991) con la música explotó con este musical centrado en el periplo de varios estudiantes en una Academia de Bellas Artes de Nueva York. Un relato centrado en la vigorosidad de la juventud, los sueños iniciáticos y los reveses amargos aguardando el día después de la graduación.
Parker logró capturar la energía desbordante de la juventud y de la ciudad de Nueva York en unos pocos números musicales de estela icónica. El éxito fue inmediato y dio pie a una franquicia compuesta por una secuela en forma de serie de televisión, musicales de Broadway y un remake en 2009.
The Wall (1982)
El vínculo estrecho de Alan Parker con el musical alcanzó una nueva cota de notoriedad y maestría en el audaz traslado a imágenes del disco superventas de sus compatriotas Pink Floyd. El cineasta inglés ideó un fascinante imaginario como respuesta visual a las temáticas que Roger Waters vació en el popular disco de la banda inglesa.
Combinando imagen real —con Bob Geldof en la piel de una angustiada víctima de las fallas de la sociedad inglesa de posguerra— con las imaginativas y sorprendentes fases de animación convirtieron la película en una de las más logradas simbiosis entre imagen y música de la historia del rock.
Arde Mississippi (1988)
Drama racial de plena vigencia, pese a estrenarse en 1988. Basada en los funestos hechos reales que acontecieron en Jessup en 1964 y que conmocionaron al país del dólar, el filme indaga en la investigación de dos agentes del FBI alrededor de la desaparición de tres activistas por los derechos civiles, cuyas pistas conducen, indudablemente, hacia el Ku Klux Klan. La película tuvo una gran acogida y fue nominada a siete Oscar, incluyendo mejor película y mejor director.
El corazón del ángel (1987)
Un año antes volvió a cambiar de parcela con este acercamiento al terror, ambientado en el Nueva Orleans vudú. La película giraba alrededor de las investigaciones de un detective privado venido a menos, a quien se le encarga la búsqueda de un hombre desaparecido en la ciudad del jazz. Mickey Rourke y Robert De Niro ponían la planta —y daban inicio a unas desavenencias que arrastran hasta hoy— en este neo-noir sureño que trascendió la década con cierta aura de culto.
Birdy (1984)
Una de las obras más olvidadas y ninguneadas de Parker se llevó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1985. Un relato alrededor de la enfermedad mental y las secuelas de Vietnam a través del punto de vista de dos jóvenes: uno obsesionado con los pájaros y su capacidad de vuelo, y su mejor amigo, el prototipo de persona sana y normal.
Matthew Modine y Nicolas Cage protagonizaron este drama de 1984.
Las cenizas de Ángela (1999)
En su penúltima película, en las postrimeras del pasado siglo, Alan Parker se volvió a calzar su perfil más social y comprometido para dar forma a este drama inscrito en el cine social inglés. Utilizando como base el bestseller autobiográfico de Frank McCourt, el director de Evita (1996) traza un crudo retrato de los ambientes grisáceos, empobrecidos y alcoholizados de la Irlanda urbana. Personajes en el alambre, marcados por el infortunio enquistado a cada paso.
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