Imagino a José Luis Rebordinos, director del Festival, esbozando una sonrisa de satisfacción al conocer el palmarés de Venecia. El León de Oro se lo lleva Desde allá, del venezolano Lorenzo Vigas, dos años después de que su compatriota Mariana Rondón alcanzase La Concha de Oro con Pelo malo.
E imagino a Rebordinos satisfecho, digo, porque su apuesta por el cine latinoamericano en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián aumenta en garantías con cada edición. Si algo caracteriza Zinemaldia es la puerta abierta, sin concesiones, a las producciones hispanas del otro lado del charco. Autores —noveles o veteranos— y cintas que nos demuestran casi con total seguridad que es allí donde hoy por hoy se hace uno de los mejores cines del mundo. Nunca con muchos medios, siempre con mucho que contar. Este próximo día 18, el festival más importante de España arranca su 63 edición, y todo apunta a que el órdago de su director seguirá creciendo.
Siempre es habitual encontrar en Sección Oficial un amplio abanico de autores internacionales que trate de satisfacer a todos, pero especialmente este año llama la atención una fuerte presencia de firmas españolas y latinoamericanas. Dejando a un lado la anglosajona Regresión al cine de Alejando Amenábar, al que muchos dábamos por perdido después de Ágora (2009), y que inaugura el Festival fuera de concurso, no debemos perder de vista los nuevos y esperados trabajos de Marc Recha, Cesc Gay, Pablo Agüero, Federico Veiroj, Asier Altuna, Agustí de Villaronga, Imanol Uribe o Àlex de la Iglesia —este último también fuera de concurso—, que se verán las caras, entre otros, con los británicos Terence Davies y Ben Wheatley, el estadounidense Peter Sollett, el belga Joaquim Lafosse, el chino Liu Hao o el japonés Mamoru Hosoda, que nos brinda la única cinta de animación de la sección oficial, y la primera después del desastre de Futbolín hace dos ediciones. Una selección a priori interesante.
Pero no todo queda en concurso. Siento escalofríos ante el encaje de bolillos que nos espera para poder compaginar todas las proyecciones. Perlas como The assassin, de Hou Hsiao-Hsien, avalada por el premio al mejor director en la última edición del Festival de Cannes; Anomalisa, un experimento stop motion de la mano de Duke Johnson y del siempre obligado Charlie Kaufman; Mountains may depart, de Jia Zhan-ke, su nuevo largometraje desde A touch of sin; Sicario, del últimamente omnipresente Denis Villeneuve; y por supuesto la valiente e imprescindible Taxi Téhéran, del querido Jafar Panahi. Horizontes Latinos como los que filma Patricio Guzmán con El botón de nácar, cerrando su trilogía de las estrellas y los olvidados; las óperas primas de los Nuev@s Director@s como Scott Graham, Hanna Sköld o Rhee Jinwoo… Y para terminar, en ese cajón de sastre que es Zabaltegui, entre Sokurov, y Laurie Anderson, nos encontramos escondida una cinta tan pequeña como importante, Allende mi abuelo Allende, de la chilena Marcia Tambutti. Un hermoso ejercicio de memoria histórica, necesario, de un Chile todavía preso de sus tabúes.
Tampoco podemos olvidar la gran retrospectiva sobre el nuevo cine independiente japonés, donde encontraremos una selección de lo mejor de los últimos 15 años de un cine en eterna lucha entre la inovación y sus valores tradicionales. Una cinematografía donde el sector independiente se ha convertido en un foco de creatividad y libertad de expresión que ayuda a comprender mucho mejor una cultura tan hermética como seductora. En la retrospectiva encontraremos nombres consagrados como los de Nobuhiro Suwa, Shinya Tsukamoto, Kiyoshi Kurosawa o la gran Naomi Kawase, pero además todo un contingente de nuevos realizadores que debutaron partir del año 2000.
Complicado mojarse todavía, pero queda claro que las expectativas están en su derecho de permanecer elevadas, y que con este tablero de juego las sorpresas están aseguradas. Rebordinos sonríe, con razón, y espero que dentro de tres días nos haga sonreír también al resto.
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