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Cultura

Remedios Zafra: Cambios reales desde la conciencia crítica y ética

En Entrevistas, Slow Movement, Cultura 17 diciembre, 2017

Alejandro Serrano

Alejandro Serrano

PERFIL

Puede que hayas elegido una carrera creativa o estés investigando en la universidad y, a veces, te sobrevenga cierta sensación de culpabilidad por las decisiones tomadas y el tiempo invertido, al no ser compensado económicamente como correspondería. Pero tú esperas que todo se arregle tarde o temprano, porque nace desde el corazón y te motiva día sí y día también a seguir dándole una razón a tu existencia, lejos de los empleos que convierten la vida en trabajo. Lo triste es darse cuenta de la realidad, de que muchas veces lo que se hace por gusto o amor, puede esconder formas silenciosas de desigualdad y opresión.

Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973), autora de El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, premio Anagrama de ensayo, disecciona esta precaria situación, donde los trabajadores creativos viven tan encadenados a sus bajos sueldos como a su vocación. ¿Por qué sólo aquellos que tienen un respaldo económico y pueden permitirse trabajar gratis encuentran pronto sitio en este voraz mercado creativo? Estas y otras muchas preguntas se disputan en su punzante ensayo, así que recuperamos algunas de ellas para replanteárselas en esta entrevista.

¿Qué te impulsó a escribir El entusiasmo?

Para quien escribe desde una posición política (mujer es una de esas posiciones) narrar la época que se habita es siempre un impulso. En ese sentido, me parece que los libros surgen de una confluencia de acontecimientos, lecturas y observaciones enfocados desde esa posición y momento desde los que miramos. En El entusiasmo, lo que motiva coincide con lo que se narra, y no es ni más ni menos que la cotidianidad de trabajadoras y trabajadores creativos y conectados. Sin embargo, lo que me impulsa a escribir este libro es hacerlo desde una lente que contraste con la predominante en esta época, una lente que permita enmarcar y narrar esta realidad, fuera de la lógica de los grandes datos que hoy buscan describirnos y, a menudo, simplificarnos. Frente a la estadística que habla buscando objetivar los movimientos masivos de quienes navegan por precariedades contemporáneas, me interesaba habitar lo pequeño donde son visibles los conflictos, género, deseos y contradicciones de quienes creamos y trabajamos (vivimos) en la red, es decir posicionar la intimidad frente a la estadística.

En esta confluencia hay capas de mis libros anteriores y también de lecturas punzantes e inspiradoras (Bourriaud, Steyerl y Butler, sobre todo), Aunque posiblemente lo más movilizador aquí ha sido observar que las formas de precariedad contemporáneas (tanto las económicas como las relacionadas con la gestión de tiempos) se repiten de manera llamativa en nuestro mundo y tienden a neutralizar –y a veces apagar– a una masa de sujetos creativos cedidos a los trabajos temporales, a la competitividad de trabajos nada o poco pagados, a la búsqueda de visibilidad como pago y a la pérdida (o transformación, no está claro) de algo tan valioso como la capacidad de concentrarse.

"El entusiasmo", Remedios Zafra

La aparición de la figura de Sibila rompe con el ensayo al uso y nos traslada a una esfera más literaria, donde ella representa la figura del entusiasta. Sin embargo, ¿acaso Sibila no es más real que cualquier otra ficción?

Creo que Sibila es un personaje muy real porque está hecha de lo que comparten muchos trabajadores culturales, académicos y creativos, es fácil identificarse con ella. De otro lado, también se beneficia de la libertad que da la máscara, diluyendo el miedo, la repercusión y la expectativa que genera ser uno mismo. Claramente la realidad es más fácilmente representable cuando los grados de libertad son mayores. A menudo los trabajos –muchos con pretensiones científicas– apoyados en la observación de la realidad tienden a idealizar o a limitar y sesgar la información, porque nos implican directamente como sujetos reales que forman parte de aquello que se cuenta. La ficción tiene esa maravillosa facultad de permitirnos usar máscaras para inventar, imaginar y hacer confluir vidas, pero también de permitir liberarnos temporalmente de las máscaras cotidianas. Ahí estaría Sibila.

¿Cómo hemos llegado a una época donde tenemos tantas expectativas creativas?

Me parece que intervienen varios factores. Por una parte, las últimas décadas de acceso igualitario a la educación pública en este país ha contribuido a liberar nuestro deseo sobre ser, sobre poder ser sin la presión que antes daba repetir una herencia –que de la hija de una mujer que limpia salga otra mujer que limpia; que de un hombre que cultiva, un futuro agricultor; que de un maestro, otro maestro. Garantizar educación pública bajo principios de igualdad y libertad ha sido crucial y un paso fundamental, aunque no suficiente, pues el contexto laboral en este país no ha sabido dar respuesta a esta expectativa derivada de la educación. Por otra parte, la incorporación de muchas de esas personas al mundo laboral ha coincidido con la revolución tecnológica y social que ha supuesto Internet. A la mayor disponibilidad de herramientas asequibles que permiten fácil creación, apropiación, modificación y circulación de obra, se une la vida en un mundo permanentemente conectado y mediado por pantallas. A las personas que tenían clara vocación por crear se une la búsqueda de muchas personas que hastiadas por sus trabajos (o por la falta de los mismos) buscan en una práctica creativa compartida online dar sentido a una pulsión creativa: esa satisfacción, realización, a veces incluso emancipación, que da compartir nuestras ideas, libros, canciones, imágenes y cosas en la red. Porque si antes sólo podían enseñarla a los familiares y amigos, ahora pueden compartirla con todos los conectados. La respuesta amable, por escasa que sea, ayudará a alimentar esa expectativa –qué bonito, qué bien, cómo me gusta, like.

Hace tiempo que el trabajo pausado fue puesto en crisis por la celeridad de los tiempos y la competitividad del sistema.

El entusiasmo es como esa moneda con la que se pagan las cosas que no se pueden pagar, pero hoy sucede de manera preocupante en el mundo laboral y cultural. ¿Es ésta la única forma válida de penetrar en esos mundos?

No tanto que no se pueden pagar, sino que no había tradición de pagar. Sin embargo, las prácticas creativas hoy se reivindican en un nuevo estatuto que está transformando valor y contexto, pero donde conviven aún viejos y nuevos modelos. En un futuro donde la tecnología se ocupará cada vez más de trabajos fácilmente automatizados, la práctica creativa será cada vez más diferenciadora. Hoy se están posicionando los trabajos del futuro porque en muchos sentidos estamos creando los trabajos del futuro.

Y no, claro que el entusiasmo no es la única forma de penetrar en los mundos creativos. Pero es la más fácilmente instrumentalizada por quienes quieren conseguir más ganancias con menos esfuerzo, porque pueden aprovecharse del voluntarismo y la herencia educada en que hacer una obra creativa es ya un pago que compensa a quien lo hace. Una herencia que perpetua desigualdad y denosta el trabajo creativo. Una herencia que precisa transformarse, pero para ello necesita ser señalada junto a sus formas de opresión simbólica.

¿Piensas que cada vez son más las personas que se están sumando a este entusiasmo impostado por intentar convertir su afición en un trabajo?

El entusiasmo impostado opera como un recurso fácil para diferenciar rápidamente a quién, entre decenas de méritos, cursos y becas, parece estar dispuesto a hacer más por menos, el más entusiasta. Hay una perversa lógica detrás, que se beneficia de este sistema competitivo y que nos convierte en partícipes manteniendo estas asociaciones sobre el pago del trabajo inmaterial y creativo. El contexto estimula perversamente este entusiasmo impostado en quienes buscan un trabajo o mejores trabajos.

¿Cuál es la trampa de todo ello?

Sentir que el reconocimiento es ya un pago puede servir para aquellos que tienen dinero y recursos para crear gratis, sin que de ello se derive un trabajo remunerado, o para quienes tienen todo el tiempo del mundo. De forma que los más ricos y los más ociosos serían los posibles candidatos para el desempeño de la práctica creativa, expulsando fuera del sistema a aquellos que precisan recursos para seguir trabajando y para vivir, o a quienes ya tienen gran parte de su tiempo hipotecado en tareas de cuidados –como todavía les pasa a muchas mujeres, más cuanto más abdica el Estado de su responsabilidad social. Así, pasa que muchos terminan encadenando trabajos temporales y precarios para conseguir el sustento básico que les permita seguir soñando con un futuro mejor, pero fagocitando en esas tareas sus tiempos de concentración, acumulando altas dosis de frustración y ansiedad. La trampa es doble, porque a la expulsión de mujeres y pobres de la práctica creativa pagada sólo con prestigio y reconocimiento limitada a quien ya tiene recursos y tiempo, se une la neutralización de sus tiempos con trabajos precarios que dificultan tanto un posicionamiento crítico (toma de conciencia), como la articulación de vínculos entre iguales capaces de movilizarles.

Remedios Zafra

¿Hasta qué punto estas expectativas nos están dañando?

Las expectativas tienen gran poder sobre la subjetividad, crearlas es parte de la interacción de los sujetos en la vida social. Las expectativas cada vez se orientan más a triunfar siguiendo el modelo neoliberal que sugiere que con esfuerzo podrás lograrlo, que podrás conseguir lo que quieres comprando cosas, estando conectado y siendo joven y guapo como todos esos modelos que se reiteran en nuestros imaginarios. Y claro que no es así. Las expectativas hoy también están orientadas por la ansiedad y la prisa. Hace tiempo que el trabajo pausado fue puesto en crisis por la celeridad de los tiempos y la competitividad del sistema.

¿Por qué son imposibles de culminar? O dicho de otra forma, ¿por qué el trabajo creativo no se considera trabajo?

Hay una tradición que vincula las prácticas creativas a un grupo reducido de personas y, más recientemente, al tiempo libre relacionado con el ocio como algo diferenciado del trabajo -prácticas que se presuponen placenteras y pagadas en sí mismas con su mero ejercicio. Pero vivimos un tiempo donde se solapan tiempos distintos y esas viejas fronteras se erosionan. De pronto, las clásicas formas de trabajo conviven con un contexto en red donde una gran masa de sujetos crean y comparten. A ello se une la reciente profesionalización del ámbito cultural que apunta a una revalorización de lo creativo en un mundo donde casi todo nos viene (y nos vendrá) dado a través de pantallas. Ocurre en este escenario atravesado por fuerzas y tiempos distintos que perviven asociaciones como, por ejemplo, aceptar que hacer música, una película, una obra de teatro o un libro es algo que va pagado con la realización y circulación de una obra.

Las ideas preconcebidas sobre la creación pagada con satisfacción es algo que inconscientemente alimenta esta asociación y precariza este trabajo.

¿Cómo es posible que los contactos que uno tenga y la visibilización, tanto en eventos como en redes, sean claves para moverse y mantenerse en las industrias creativas?

El escenario ha mutado increíblemente en las últimas décadas y las posibilidades de la creación han sido transgredidas en un contexto online donde todos somos potencialmente creadores y donde luchan por asentarse nuevas formas de valor y posicionamiento. Formas de valor que están contribuyendo a crear significado, diferenciando como trabajo aquello capaz de congregar audiencia en sus novedosas formas de seguimiento y visibilidad. Lo más visto equiparado hoy a lo más valioso está horadando un nuevo entramado profesional como criterio máximo frente al que se posiciona este libro.

Las redes me parecen clave en este contexto. Entre otras cosas porque se han asentado como la nueva plaza pública que nos permite gestionar visibilidad en la red. Se articulan además sobre vínculos ligeros y afectivos –likes y lógicas exponenciales que tienden a acumular y a crecer– pues son los que mejor toleran la velocidad. Si tenemos en cuenta que el valor del trabajo creativo –como el de los trabajos inmateriales en la red– está presionado por la lógica cuantificadora y capitalista, no resulta extraño que este capitalismo afectivo case tan bien con la dinámica de acumulación numérica que favorece ser visto como forma de mantenerse activo y disponible en las industrias creativas.

Remedios Zafra

¿Piensas que una toma de conciencia sobre estas contradicciones contemporáneas puede llegar a frenar, no sólo el deseo imparable de explotación de las empresas y su burocratización, sino también el impulso y las expectativas de los entusiastas para poder sobrevivir en un mundo donde el trabajo no fagocite la vida? ¿Eres optimista con el futuro que nos espera?

Cierto que la toma de conciencia no es suficiente para frenar estas contradicciones contemporáneas, incluso quizá parezca algo pequeño, pero me parece imprescindible como primer paso para el posicionamiento y la acción, sobre todo si ayudan a interpelar y generar contagio. Cuesta creer que el cambio venga de quienes ostentan el poder pues la situación les beneficia y ¿por qué querrían cambiarla quienes se lucran (y mucho) con todo esto?

Sin toma de conciencia se alimenta la resignación y el vínculo ligero con los otros. Y me parece que la conciencia crítica es clave para la alianza política con los otros. Sin ella, la alianza no pasará de ser un movimiento orquestado de masas movidas a golpe de clic. No es de extrañar que los vigentes movimientos de posverdad que refuerzan la emotividad de las decisiones y los espejismos de verdad en la repetición de mentiras que huyen hacia delante, caractericen estos tiempos, beneficiando a quienes más tienen. Tengo la sensación de que solo desde la conciencia crítica y ética podemos iniciar cambios reales. Sin embargo, la toma de conciencia a la que aludo no es solo de los trabajadores y precarios, sino del conjunto social y de sus fuerzas políticas. Hay una idea de Butler al respecto que me interesa mucho y es la perversión de reducir a una responsabilidad individual aquello que debiera ser una responsabilidad social.

¿Optimista? Creo que el pesimismo opera como forma de apagamiento y contribuye a repetir formas de poder bajo la resignación de nada podemos hacer. Y aunque el enfoque que destaco en el libro es duro y muy crítico como instantánea de la realidad, el inmovilismo pesimista queda para mí excluido. Entre una y otra posición hay un gradiente donde está la acción política y la responsabilidad social, la certeza de que la cultura se hace y se modifica. Posiblemente las estrategias y maneras más eficaces están por escribir o están escribiéndose en estos momentos… Quizá incluso en la cabeza de quienes leen esta entrevista.

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