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«El último verano», la transgresión y el poder

En Cine y Series 22 mayo, 2024

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

El nombre de Catherine Breillat atrae magnéticament la idea de transgresión —fue la primera directora en mostrar sexo real en cine comercial—, en su forma de explorar los límites de la moral y las costumbres, a través del drama sexual, donde subyace un humor muy oscuro. El último verano, que se estrenó en el pasado Festival de Cannes, permanecerá como una de sus obras más logradas sin que la envuelva el escándalo de algunas de sus anteriores películas, como Romance X (Romance, 1999).

Con una elegancia y fluidez estilísticas que cohesionan magistralmente el drama, e incluso el suspense que la hilvana durante todo el metraje, más aún por ser el personaje protagonista menor, Breillat se mueve como pez en el agua en una historia que no necesita impactar al público con imágenes de original erotismo. Adaptando la película Reina de corazones (May el-Toukhy, 2019) —que protagonizó una gran dama de la escena danesa, Trine Dyrholm—, la historia es sencilla y casi un clásico en el género: Anne (Léa Drucker), exitosa abogada, tiene un affaire con el joven de 17 años, Théo (Samuel Kircher), hijo de su marido Pierre (Olivier Rabourdin), en el seno de una acomodada familia burguesa con dos hijas adoptadas, Serena (Serena Hu) y Angela (Angela Hu). Pero a diferencia de otras propuestas, como la de Todd Haynes, también presentada en el mismo festival (May December) el foco de interés de la directora está en la dinámica íntima de la relación, no en lo inapropiado, el rechazo legal y social, el escándalo, sino en los recovecos de una historia de romance y deseo que implica una relación de poder. Sin censurar ni defender ni ensalzar, Breillat disecciona todas las fases de la seducción, hasta su resolución final.

El último verano

La interpretación de Léa Drucker es portentosa en su deseo oculto bajo las conveniencias burguesas y su plasmación, tan matizada como realista. La distancia que impone la directora y la aparente frialdad de la seductora nos dan las claves que regirán una dinámica de lobos y corderos, que acabará siendo una lucha de poder. En primer lugar, se plantea el carácter difícil, conflictivo, del adolescente, cuya madre envía a vivir con un padre a quien apenas conoce, insertando así un factor disruptor en un grupo cohesionado mediante valores materiales y tradicionales. El juego de seducción parece en principio un desafío a la figura paterna, motivado por la voluntad de transgredir. A partir de ese momento, la directora nos mostrará claramente que las diferencias de edad, de madurez y de posición no son las únicas brechas entre los amantes, únicamente serán la explicación del curso de los acontecimientos.

Samuel y Anne comparten una pasión sexual, pero sus motivos son muy diferentes. Breillat no se recrea en lo retorcida que pueda ser Anne (aunque nos parezca una bitch manipuladora) ni en lo ingenuamente provocador que intenta ser Samuel, porque su descripción es más amplia, su campo se extiende, desde la falta de dominio del deseo de la mujer madura, libre y consciente de su poder, y también de que es poseedora de los recursos que la mantendrán en su posición, de donde las emociones no la apartarán. La frialdad con que Drucker interpreta a su personaje, matiza la glacialidad con tanto talento, que llega a provocar simpatía a nuestro pesar, en algunos momentos. Y, finalmente, llegando a la necesidad de perpetuación del statu quo familiar, como estructura económica e institucional, blindada al deterioro, aunque sea con los ojos vendados. Ibidem, la escena de sexo entre el matrimonio o el propio final del filme, sin olvidar la ironía implícita en la especialidad profesional de Anne, dentro de la abogacía, o la presencia de su hermana Mina (Clotilde Courau) como insinuación de que Anne escaló en la pirámide social.

Películas como El último verano son los restos gloriosos de cine adulto que nos ofrece la industria, donde se interpela al espectador sin darle demasiadas pistas y mucho menos las respuestas correctas. En ella los conflictos no son simples o reprobables o admirables, aquí el precio de la transgresión no es el mismo para todos, revelando, si hacía falta, el tablero de juego y unas reglas inmutables. La película de Breillat es un drama erótico intensamente social, que expresa que la transgresión con red siempre protegerá a los mismos.

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