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“Yes”, la otra zona de interés

En Cine y Series sábado, 24 de mayo de 2025

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Nadav Lapid estrenó Yes en la Quincena de realizadores del 78º Festival de Cannes, una película implacable que, a lo largo de dos horas y media, nos muestra Gaza como una “zona de interés” que no desmerece del horror descrito por Martin Amis, que fue llevado a las pantallas como un terrorífico fuera de campo, por Jonathan Glazer. Yes ha sido una de las películas más impactantes programadas en el festival, a pesar de que su efectividad no se basa en la exposición cruda del genocidio, del asesinato sistemático de ciudadanos de cualquier edad y condición, incluyendo a médicos y periodistas. Solo en una parte del film veremos la humareda que exhala una tierra sin vida, pero por contra, Lapid exhibe descarnadamente, prologada por una ilustración de Joseph Grosz, la orgía perpetua de una sociedad que no duda en organizar boat parties con el aliciente de jalear los distantes bombardeos.

Con una obertura delirante y desatada, en una fiesta de sociedad de Tel Aviv donde jerarcas, militares y millonarios viven, beben, danzan y desfasan como en la víspera del apocalipsis, el director de La rodilla de Ahed arranca su magnífica película con el contraste entre las imágenes y su significado, como hiciera Paolo Sorrentino en La gran belleza, retratando la decadencia de un sociedad definitivamente perdida.

Yes

La plasmación artística de un filme político resulta en manos de Lapid tan efectiva como un crudo documental, porque explora un terreno que tenemos pocas ocasiones de contemplar, chapotea entre las raíces de una agresión que los poderes internacionales permiten, desde una perspectiva privilegiada y absolutamente libre, desinhibida y locuaz. El 7 de octubre y el terror que experimentó supuso para Israel la patente de corso que necesitaba y Lapid muestra la insolencia legitimada de sus compatriotas, que siempre se habían preguntado ¿Cómo puede la gente vivir normalmente mientras perpetra el horror?, convirtiéndose ellos mismos en la respuesta.

Lapid, que reside en Francia desde hace un tiempo, elige como protagonista de su quinto largometraje (coproducido por Francia, Israel, Chipre y Alemania) a una pareja formada por Y (Aron Bronz) un músico talentoso reducido a bufón de fiestas y Yasmin (Efrat Dor) una profesora de baile urbano, padres de un bebé, enamorados como el primer día, que se han convertido en buscavidas, reclamados en las fiestas de la jet-set, donde ejercen de animadores e incluso se prostituyen. La aceptación de las mieles de su éxito social como entertainers no ha logrado aniquilar su conciencia política, por lo que Y experimentará una crisis existencial avivada por la presencia virtual de su madre recientemente fallecida, cuyas enseñanzas recuerda y representa a través de las nubes en el azul del cielo. A lo Woody Allen en Historias de Nueva York (1989) esta madre judía no es sin embargo castradora sino inspiradora, y su ejemplo obliga a su hijo a replantearse una y otra vez la legitimidad de sus elecciones.

Yes

Las imágenes de Lapid son súper efectivas, y llegamos a asombrarnos de que las supuestas caricaturas de los exaltados sionistas resulten demasiado reales, en un filme visualmente apabullante, que incluso llega a romper la cuarta pared, cuando un militar enumera todos los estamentos que odian a Israel, dirigiéndose al público de la película también, para acusarle de antisemita. Cuando se ofrece a Y la oportunidad de su vida, componer la música del nuevo himno de Israel para una letra indecente, la crisis vital se agravará. En ese momento de inflexión, obseionado por el encargo, recurre a su vieja amiga y antigua novia, la traductora Leah, maravillosamene interpretada por Naama Preis, esposa de Lapid, y les acompañaremos en un intenso, aunque breve, road trip que les llevará a cruzar la frontera y adentrarse en el desierto, contemplar Gaza ensombrecida por el humo, recordar viejos tiempos y hacer el intento de tomar decisiones radicales. Durante el viaje, Leah, en un monólogo enfervorecido y ausente, relata los detalles de la masacre del 7 de octubre, a los que tuvo acceso por su trabajo, y aporta un punto de vista más a la difícil decisión de Y y a su ambivalente actitud. A su regreso a Tel Aviv, la crisis matrimonial añadirá más drama, perdiendo su apoyo más importante y el escaso equilibrio que le quedaba.

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En la última parte de Yes, la fiesta exclusiva en una isla, que teóricamente cambiará la suerte de los protagonistas y solventará sus problemas económicos (siguiendo vidas separadas a partir de ese momento) será protagonizada por el oligarca ruso (Aleksey Serebryakov) que controla la situación y ha hecho el encargo a Y, y que llega con un catálogo de regalos para el presidente y Yasmin, que incluyen un pura sangre (Trump ha recibido de Qatar su nuevo Air Force One). Es entonces cuando se nos muestran las imágenes de un coro infantil interpretando el nuevo himno, que incluye referencias a los nazis que van a aniquilar en Gaza. Lapid se inspira en el grupo activista sionista Frente Cívico, que propuso actualizar la canción clásica de Haim Gouri “Hareut”, en un final apoteósico donde la rabia y la provocación se ven superadas por la realidad, en una película tan brillante como efectiva.

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