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Cultura

Volverás a La Alpujarra

En Entrevistas, Hermosos y malditas, Cultura martes, 17 de noviembre de 2020

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Entrevistamos a Miguel Blasco Marqués (Valencia, 1988), singular escritor, cineasta, editor literario y viajero, con ocasión de su primera novela Hollywood, La Alpujarra, (Che Books, 2020), un relato de muchos registros que ya ha cosechado los primeros elogios del mundo de la literatura, el cine y la música y que se integra en la colección «Extravíos y pasajes».

Jesús García Cívico : El título de tu primera novela, Hollywood, La Alpujarra, con todos sus ecos al tándem Sam Shepard (Crónicas de motel) / Wim Wenders (París, Texas) refleja ya de entrada tu interés por dos tipos de lenguaje, el literario y el cinematográfico. Esa fusión llega al extremo de que esta obra rica en registros termina con una serie de fotogramas. Parece que no solo has intentado —como resulta propio de todo debut literario— contarlo todo, sino también contarlo de todas las formas posibles, ¿de cuál de estas dos intenciones eres más consciente y cuál ha tenido un peso mayor?

Miguel Blasco Marqués: Bueno, muchas gracias, aunque mi sensación es un poco la contraria: que se han quedado muchas cosas fuera, en el tintero. Pero respeto mucho a Michi Panero y él decía que en esta vida se puede ser todo menos un coñazo. En el fondo, es un apunte a un rotundo aforismo de Montaigne: no hay nada más aburrido que contarlo todo… En el montaje final he dejado cosas fuera también porque la idea de la colección Che Books es que sean novelas legibles de una sentada. Y una cuestión económica, el precio de los libros de la colección —y no se escatima en calidad de papel ni gramaje de la portada— es de diez euros. Trescientas páginas por diez euros, como es el caso, no lo encuentras ni en esos libritos que ofrecen los Testigos de Jehová para que te unas a su culto.

De lo falso, puede surgir una verdad. Hacia eso vamos, a lo indistinguible entre literatura y vida.

Muy cierto. Tu novela se integra perfectamente en esa colección de Che Books cuyo rótulo de tintes benjaminianos, «Extravíos y pasajes», evoca tanto el delirio como el flâneur, tanto la sordidez como lo más excelso. Hollywood, La Alpujarra alterna momentos pulp y serie B (de los programas de cocina al trap, de la crónica de sucesos al evento paranormal) con altas cotas de lirismo romántico, una solidaridad muy sensible y una empatía típicamente moderna, pienso en «Tres hombres observan a una mujer que se ahoga», ¿huyes deliberadamente de etiquetas o simplemente estamos ante un autor tan valiente como singular?

Las etiquetas están condenadas al fracaso y más en sociedades tan cambiantes y tecnificadas. Me ha impresionado recientemente el caso de una empresa de Tokio, una empresa real, en la que puedes contratar los servicios de actrices y actores para que interpreten a familiares difuntos o que se hagan pasar por tus amigos y te hagan compañía. En Tokio parece que no, pero hay un problema de alcoholismo brutal y en esta empresa puedes alquilar también gente que haga de familiares sobrios en una reunión social importante. Hay personas que quieren “recuperar” una emoción.

En Family Romance LLC, la última película de Werner Herzog, aparece una señora que ganó dos cientos mil dólares en un rasca y gana y se lo pulió todo comprando boletos y ella quiere recuperar esa emoción primigenia, la sorpresa del día en que ganó, y paga para que otro día, sin que ella lo sepa, se le aparezcan en casa y simulen que vuelve a ganar el premio. Una madre soltera contrata a un padre para su hija y el actor va a pasear con la niña de trece años todos los domingos por los parques de Tokio. Las actrices y los actores están actuando. Las personas que los contratan saben que todo es un fake. Sin embargo, surge algo. La insoportable verdad del fake. Aunque estés fingiendo emociones, logras emocionar a esas personas que te han contratado. De lo falso, puede surgir una verdad. Hacia eso vamos, a lo indistinguible entre literatura y vida.

la alpujarra

Family Romance LLC (Werner Herzog, 2019).

Por continuar con esa sugestiva contradicción, hay momentos en que la cosmovisión bufonesca (por recurrir a una voz de personaje) se vuelca en la crítica social, en otros, sin embargo, asistimos a una suerte de relatos de viaje de un Chatwin hippie, la peculiar road-movie de un tipo despreocupado, solipsista pero lúcido, frívolo pero siempre vital, ¿cuál es la principal diana de la burla de nuestro protagonista, este desconcertante especialista en el eje Liria-Berlín?

Él mismo. Él es quien recibe la bofetada. Si no, sería un ser intragable y literariamente antipático y fallido.

Si analizamos la forma de la novela, el lenguaje no escapa de ese ánimo desconcertante, cuando la prosa adquiere una profusa densidad de frases subordinadas, vagas alusiones y tropos de altos vuelos literarios, subes o bajas deliberadamente la temperatura con mejicanismos o valencianismos muy sonoros, ¿hay ahí una intención vinculada a la rotundidad del estilo o un ánimo iconoclasta enfrentado a la tradicional pomposidad y envaramiento de nuestra literatura?

Hay un mestizaje, porque hay un sinfín de palabrotas y expresiones latinoamericanas y valencianas que te alegran el día, son muy atractivas, poseen una sonoridad única y pienso que aunque las lectoras no sepan exactamente qué quieren decir, se harán una idea. Por ejemplo, afirmar que una película es un cagalló de séquia infumable o mandar a alguien pa la chingada o pedirle que, por favor, no te apapuche más… Todo esto le da sazón al texto y, más que de rotundidad del estilo, yo hablaría de un texto bien sazonado, como unos tacos al pastor bien ricos o esa paella del diumenge a fuego de leña.

En lo que toca a los protagonistas, tu experiencia editorial y cinematográfica te ha permitido idear travesuras muy mordaces con autores y gente del mundo del cine, no te pregunto si todo es real, sino si hay alguien totalmente inventado.

Ha salido una novela bastante “documental”, lo cierto es que hay pocos inventados. Pero bueno, todos han pasado por el siempre deformante espejo de la literatura. Y salen más monstruosos o más apolíneas.

La Alpujarra

Uno de los hilos conductores de esta novela, a medio camino entre la crónica social y un particularísimo coming of age sentimental es La Alpujarra. Esta región histórica de Andalucía trasciende su consistencia geográfica para presentarse a lo largo del libro como un vehículo de historias muy intrincadas en una serie de fisiologías más o menos reconocibles de la sociedad y la cultura españolas. Inscribes La Alpujarra en una notable tradición de topografías que posiblemente comience con La Mancha cervantina y llegue a lugares improbables del tipo Macondo (García Márquez) o Región (Juan Benet), ¿qué tipo de lugar es La Alpujarra literaria de Miguel Blasco?

Es el más hermoso manicomio de Europa al aire libre y gratuito. La Alpujarra ha tenido moradores ilustres como Virginia Woolf, Adelaida García Morales, el cantante de The Clash o Robbie Williams. Lo peculiar es que todas y todos han estado un rato y luego han proseguido el camino. Los nombres de algunos pueblos son literatura en sí mismos: Busquistán, Pimpineira, Laroles, Lanzadrone… Al mismo tiempo tiene algo de far west, hay una brecha profunda entre los locales y los de fuera, tienes que “hacerte del lugar” y “hacerte al lugar”, que parece lo mismo pero no lo es. Para lo primero hay que lidiar con los locales y que no te miren como a un forastero (para muchos siempre lo serás) y en lo otro intervienen varios factores, internos, lo personal, el periodo de adaptación o aclimatamiento. Son procesos plagados de pequeños detalles y sutilezas que he pretendido trasladar a la trama… Y, bueno, para mí el sitio fue un paraíso en la tierra que me permitió vivir con lo puesto, los alquileres son muy asumibles. Es uno de esos sitios donde es grato vivir y, por tanto, escribir, crear.

Dividida en dos extensas partes («Hollywood» y «La Alpujarra»), la novela principia con un texto al que algunos lectores pudieron asomarse en la revista literaria Registros: «Sus fracasos (cierta ficción por entregas)», se trata de una serie de tentativas o de «ensayos» en el sentido de constituir intentos (en su etimología francesa) de escritura cinematográfica ficcional o documental que resultan por uno u otro motivo malogrados. Me recuerda mucho el caso de los guiones de Antonin Artaud, en tu caso como en el del surrealista francés, parece que la grandeza de ciertas obras radica precisamente en su destino fútil, ¿es Hollywood, La Alpujarra el destino final de toda una serie de ideas que durante mucho tiempo tuviste en la cabeza y que ahora abandonas para ponerte a pensar en otra cosa?

Sí, ahora me quiero alejar de ese vórtex alpujarreño, estoy escribiendo sobre el padre fundador de la Escuela de Barcelona, Jacinto Esteva. Más ensayo o, sí, más intento. Pero como te contaba, hay muchos textos que se han quedado fuera y tienen entidad propia así que una segunda parte no, porque nunca o casi nunca fueron buenas, pero que volveré literariamente allí, muy probablemente.

Te manejas admirablemente con una serie amplísima de recursos y formatos. La segunda parte («La Alpujarra») contiene diario, poemas, listados, tipologías, relato epistolar, imagen, ¿te quedó en el tintero alguna otra forma de narrar?

Gracias de nuevo. Creo que detrás de eso hay alguien que alterna en sus lecturas una novela, un ensayo y un libro de cuentos, en paralelo, de ahí tal vez ese híbrido en lo formal, ese juego que, en el fondo, es una extensión lógica de ese ir picoteando.

Hermosos: territorios literarios: Yoknapatawpha, Macondo, La Mancha, Región, La Alpujarra.

Malditas: Autopistas y otros centros comerciales («centros demenciales»).

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