fbpx

Víctor Lenore: a vueltas con los hipsters

En Música jueves, 23 de octubre de 2014

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Entrevistamos al periodista musical soriano con motivo de la publicación del controvertido Indies, Hipsters y Gafapastas. Crónica de una dominación cultural, un libro que analiza el proceso según el cual la cultura alternativa se ha convertido en una opción mayoritaria y conservadora.

El tan cacareado libro de Víctor Lenore es un ensayo oportuno. Pocas ediciones han generado tanta controversia (incluso antes de que prácticamente nadie lo hubiera leído) como este ensayo, en el que el periodista musical aborda, con espíritu (auto) crítico, algunas de las claves por las que un cierto esnobismo ha ido apoderándose de las corrientes culturales más en boga en occidente. Y es que igual se puede comulgar a pies juntillas como estar en profundo desacuerdo con algunos de los argumentos vertidos en Indies, Hipsters y Gafapastas. Crónica de una dominación cultural (Capitán Swing, 2014), pero lo que nadie podrá negarle es su pertinencia como herramienta para la reflexión. Y como necesaria piedra de toque (una de las primeras articuladas en forma de ensayo: esperemos que, ni mucho menos, sea la última) para estimular una confrontación de ideas y opiniones que nos hagan a todos más conscientes de nuestro rol como eslabones de esa cadena que no hace más que consolidar ciertas relaciones de poder impuestas por modelos culturales plenamente asumidos. Como consumidores y como difusores. Así que nada mejor que empezar, directamente, por abordar el tema con su autor.

Independientemente de la controversia que suscite el libro, no negarás que si hay algo indiscutible es tu sentido de la oportunidad, ¿no? Pocos libros musicales han generado tanta controversia en las redes sociales antes incluso de que prácticamente nadie lo lea…

Sí, yo creo que el revuelo responde a que trata algunos temas sobre los que no se había debatido hasta ahora. Habían estado un poco apartados, o había cosas que se daban por hechas, y que en realidad no son como pensamos que son.

¿Crees que los medios de comunicación participan de esa suerte de élite (intelectual, no económica) que tiende a opacar realidades que nos les interesan, como el electrolatino, el reggaetón o los discos de Camela? Afirmas que los propios redactores jóvenes de algunos medios son incluso más sectarios que los propios directores, mayores en edad. ¿Crees que es generalizable?

Creo que la prensa se deja fuera muchísima música que debería cubrirse, no solo en el espectro popular, sino también por el lado de la música techno. Por eso pongo el ejemplo de Óscar Mulero, que ha sufrido una cierta discriminación. Hay una serie de tics que tenemos asociados. Y la mejor prueba de que la prensa musical no funciona es la homogeneidad de la gente que tiene el discurso. Casi todos somos hombres blancos, de unos treinta tantos o cuarenta y tantos, que generalmente no nos gusta bailar, no hemos disfrutado la música en ese plano, sino en uno más individual, de estar en la habitación, escuchar los discos e identificarnos con la sensibilidad del artista que habla. Una visión muy individualista y con un punto narcisista de la experiencia musical, cuando hay otras variedades mucho más sociales. Caso de Camela, del techno o de la música jamaicana, que también la veo bastante ninguneada.

Respecto al tema de las edades, puedo estar de acuerdo en que hay casos y casos, incluso con que los de 40 o 50 años pueden ser más intolerantes que los de 30. Pero los que son más jóvenes se han criado con esa intolerancia. Porque es gente que se ha criado leyendo Rockdelux, o Efe Eme o escuchando Radio 3…, no es que quiera echar la culpa a los jóvenes de intolerancia, sino que creo que es una dinámica en la que creo que el discurso que había desde la movida hasta ahora ha fomentado esa anglofilia, ese clasismo y esa intolerancia que veo en la prensa musical.

En todo caso, y es una duda con la que nos podemos topar todos los que hemos hecho alguna vez críticas de conciertos de Alejandro Sanz, Shakira, Miguel Bosé, Pitbull, Gloria Estefan o Armin Van Buuren: al final nos planteamos si el público que acude a esos conciertos realmente está interesado en lo que podamos decir sobre ellos. ¿O el simple hecho de pensarlo responde también a un prejuicio?

No lo sé. Yo creo que hay varios modelos de debate musical. Los países anglosajones han escogido el modelo de las revistas y los medios en los que hay un crítico que es un prescriptor que se dedica a escuchar música, y que recomienda lo que le parece valioso. Hay otro método, el de una discusión más colectiva, que es el que se da en Jamaica, por ejemplo. En el que hay una serie de productores y una serie de estudios en donde se discute qué tipo de música se va a grabar luego. Se testa en un soundsystem y ves la reacción de la gente que baila y se decide si funciona o no funciona. Son dos modelos. El occidental me parece muy individualista y comercial, y el otro me parece más social, y también se puede detectar en los soundsystems de Londres, en las raves auto organizadas de Detroit o en las que hubo en Reino Unido a finales de los 80 y principios de los 90. El problema de las revistas en España es que son muy pobres. Dependen de la publicidad, no tienen mucha venta, y eso te hace tener un discurso muy cercano al de la industria musical. La mayoría de las revistas son como catálogos, con matices de crítica y tal, pero muy próximos a la industria porque no hay independencia económica.

Como lector, algunas de las posiciones que mantienes en el libro no me terminan de convencer, porque en algunas de ellas creo que tomas la parte por el todo, quizá elevando a veces lo anecdótico a una categoría generalizable, como si la fotografía que realizas no fuera completa. Por ejemplo, comentas que el underground yanqui se había hecho muy conservador desde los años 90 en adelante (algo en lo se podría estar de acuerdo), pero mencionas el intercambio de misivas que Thurston Moore (Sonic Youth) inició a raíz del atentado de las Torres Gemelas, cuestionando la visión oficial y patriótica norteamericana, y cómo este la interrumpió, por miedo a polemizar con compañeros de profesión. Pero no mencionas la legión de músicos norteamericanos que desde unos meses más tarde se enfrentaron a la política del miedo emprendida por Bush, no solo de viva voz sino a través de sus canciones: Dixie Chicks (a quienes les costó una especie de lapidación mediática), Rickie Lee Jones, Steve Earle, American Music Club, etc…

Bueno, yo hablo de corrientes mayoritarias dentro de lo alternativo. Evidentemente, Steve Earle es una persona de izquierdas y cada vez que abre la boca lo explica. Lo que creo que pasó después de los atentados de las Torres Gemelas es que hubo un movimiento anti-partido republicano. La cultura alternativa allí siempre ha sido anti-republicana, y pro-demócrata. Lo que explico en el libro es que me parece una posición muy parecida a la que tenían Ana Belén, Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat o Miguel Ríos con el PSOE. Porque sí, estamos contra la guerra y la política militar de Bush, dicen, pero luego apoyan todos a Kerry y luego a Obama, a quien siguen apoyando en la reelección. Me parece muy significativo que le apoyen en la reelección porque ha mantenido Guantánamo, ha seguido manteniendo una política militarista en oriente medio y ha rescatado a Wall Street, y no tiene intención de poner freno a la especulación financiera. Y me parece conservador. El hardcore, por ejemplo, era una cultura que en los 80 estaba muy en contra del imperialismo norteamericano, con gente como los Dead Kennedys o Fugazi. Respecto a lo que había antes de Nirvana, sí que me parece que ha habido un giro a la derecha. Y por ejemplo, cuando entrevisté a Michael Azerrad, que es bastante prodemócrata, reconoce que la cultura alternativa se ha ido a la derecha también. Lo de Thurston Moore es algo que él mismo le contó a Ignacio Julià, y parece ser que eran muchos los que no estaban de acuerdo con ese patriotismo reinante.

Pones a Diplo, e incluso a figuras como The Streets, Disclosure o Plan B como fagocitadores de tendencias surgidas del underground, generalmente de barrios negros (como el grime o el dubstep), que se valen de ellas para popularizarlas. Pero ¿no crees que esa ha sido una corriente tradicional del pop y del rock, hipsterismos al margen, desde los tiempos en los que Elvis representaba la cara amable e higienizada del rock and roll mientras Chuck Berry era su reverso negro y peligroso, menos popular? ¿O desde los tiempos en que los bluesmen más populares siempre han sido blancos, caso de Eric Clapton, Johnny Winter o Gary Moore, mientras los pioneros negros apenas trascendían? Incluso a principios de los 80 costaba pulverizar la barrera del racismo en la MTV, solo rota con Michael Jackson (un negro sui generis).

Te doy toda la razón, no es algo típicamente hipster. Como la gentrificación, que tampoco es culpa de los hipsters. Pero sí creo que la cultura hipster no combate esas dinámicas de la industria cultural, sino que las refuerza. No las ha inventado, ni es algo característico de ella. No culpo a Mike Skinner, ni a Plan B ni a Disclosure de nada. Simplemente creo que ellos hacen una propuesta artística que les parece interesante y lo que me preocupa es la industria musical: cómo en lugar de dar difusión a la gente que ha creado todos esos géneros (que cultivan y practican mejor que la versión blanca), la crítica musical se conforma, escogiendo como mejor disco del año a The Streets, por ejemplo, de forma que ya no tiene que hablar de todos esos artistas negros que están en Londres haciendo música que, en realidad, es igual de interesante o más que esa. Y eso tiene que ver con lo que te comentaba antes del baile. Los discos de The Streets son medio de spoken word, no están hechos para bailar, sino para escuchar en el coche o en tu habitación. De disfrute individual. Mientras el grime y el dubstep son de disfrute grupal. Preferimos las versiones individualizadas y blanqueadas que las colectivas y bailables.

Afirmas que la generación hipster es profundamente individualista. Y las redes sociales están ahí para ponerlo a prueba cada día. Pero empleas unos comentarios que alguien te hizo hace más de diez años respecto a la inutilidad de manifestarse contra la guerra de Irak, en 2003, como un rasgo clave de ese individualismo indie/hipster/gafapasta, cuando al mismo tiempo, reconoces poco antes que el principal punto de encuentro de sus integrantes son los grandes festivales al aire libre y los eventos, que es la idea más opuesta que se me ocurre a esa idea de no mezclarse con la masa. Una muestra de gregarismo, creo. ¿No es contradictorio?

Bueno, el capitalismo tiene sus contradicciones. Pero hacer cosas a la vez no significa hacer cosas juntos. Tú puedes estar en un festival, pero eso no significa que se haya tejido una relación social con las otras personas. Es una experiencia de ir, escuchar y volver. Si lo comparas con el rock radical vasco, que participó de un tejido social que tenía que ver con las radios libres, las casas ocupadas, los gaztetxes, el movimiento de la insumisión… estaba vinculado a todo eso, a un tejido social, mientras que el indie no está vinculado a nada que no sea comercial, como los festivales empapelados de publicidad, la tienda exclusiva de discos a dónde vas a comprar las ediciones limitadas, el club de moda donde va la gente que más se entera, etc… al margen de que haya un montón de gente en el Primavera Sound o en el FIB, creo que son experiencias individualistas y comerciales.

Al final del libro esbozas un halo de esperanza a raíz del 11-M y de la creciente concienciación que todos, especialmente los creadores (sobre todo los músicos) están adquiriendo respecto al contexto en el que les toca trabajar, y las relaciones de poder que este implica. En todo caso, y aunque los efectos del fenómeno hayan tardado en hacerse notar y, aun reconociendo que no es fácil evitar caer en el panfleto, ¿eres optimista de cara al futuro?

Sí, creo que con la burbuja hipster las cosas estaban tan mal que solo podíamos ir a mejor, realmente. Había mucho esnobismo, mucho elitismo, mucha anglofilia, en las que yo he caído durante años y que ahora me causan tanto rechazo. El 15-M tejió redes sociales, nos hace ser más conscientes del entorno en el que vivimos, y puede ser el punto de arranque de un nuevo enfoque cultural. Estas cosas tardan muchísimo, y no se pueden forzar, y también tienen que ver con cambios políticos desde arriba. En los medios, en la industria cultural, aunque sean lentos. Soy optimista, aunque no espero milagros express.

Comentas el caso de Nacho Vegas, y la cera que le propinó Rockdelux. Pero lo cierto es que ha habido unos cuantos más en los últimos meses. Curiosamente, en las redes sociales, en los foros cibernéticos y hasta en la prensa, las reacciones difieren bastante según quien formule esos textos de denuncia. ¿Crees que el hecho de que los recientes posicionamientos de Amaral o Bunbury sean considerados no cool y,, hasta cierto punto menospreciados y los de León Benavente, El Pardo o Pablo Und Destruktion (por poner tres ejemplos), al contrario, sí lo sean, implica que esa visión esnob o hipster de las cosas sigue vigente?

Sí, totalmente. Hay un sesgo clarísimo. Yo hablo en el libro también del hipsterismo de izquierdas. De la gente que apoya el 15-M pero luego se cuestionan qué pintan Amaral ahí apoyándolo también. Pues a mí me parece que el video de Amaral es estupendo, y me alegré mucho cuando salió. Lo que me llamó la atención de cuando salió el disco de Amaral es que gente que se había vendido a sí misma como concienciada y sensible socialmente, como Joaquín Sabina o Joan Manuel Serrat, luego te das cuenta de que en todo el tiempo que ha pasado desde 2008, con despidos, desahucios, recortes y demás, ¿qué han dicho al respecto? Estaban todo el rato haciendo bromitas del uno al otro y con un rollo narcisista muy fuerte. El 15-M ha revelado muchas posiciones políticas del mundo cultural. Rockdelux, por ejemplo, arremete contra Nacho Vegas, tanto en la entrevista como en la crítica, pero no se hace eco de lo que dijo Morrissey hace unas semanas acerca de que se podría haber planteado votar a UKIP, que es el equivalente británico a la Falange española. Lo que triunfa en el mundo hipster es un nihilismo cool, como pensando que todo está perdido, el mundo es un desastre y lo único que cabe es que las personas más sensibles nos juntemos y hagamos nuestro mundo aparte. Me parece profundamente reaccionario. Y creo que es uno de los problemas grandes que tiene la cultura hipster.

Suscríbete a nuestra newsletter

* indicates required

Compartir:

Thurston MooreamaralSteve EarleNacho VegasMichael AzerradVíctor LenoreDixie ChicksMorrisseyAmerican Music ClubDiploRickie Lee JonesSerratJoaquín SabinaPSOERockeluxFIB

Artículos relacionados

Comentar

Debes ser registrado para dejar un comentario.

Sin comentarios

Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!