La segunda temporada de la serie tiene visos de consolidar al vehículo de Shiri Appleby y Constance Zimmer como un éxito total para Lifetime.
En uno de los planos finales de la primera temporada de UnREAL, Rachel (Shiri Appleby) miraba a Quinn (Constance Zimmer) como aquel niño que pide perdón antes de volver a pintar la pared blanca de la cocina. La diferencia estribaba en que la mirada de Rachel, una mujer con un currículum repleto de trastornos de personalidad, apuntaba a instintos homicidas más que a jugarretas con lápices de colores.
En esos diez primeros episodios de UnREAL, recordemos, Rachel interpretaba a una productora de un programa de citas llamado Everlasting. En la línea de shows como The Bachelor o el patrio Quién quiere casarse con mi hijo, pero en ficción y desde el punto de vista de quienes crean la tensión, los amoríos de una noche y las peleas de gatas. Esto es, los productores como Rachel.
Quinn, la directora del show, conduce a Rachel como una marioneta porque conoce su potencial. Es su crío con lápices, pero amaestrado para que responda acordemente a cada orden. Y Rachel lo hace. Toma los expedientes de las concursantes que quieren conquistar al pretendiente protagonista de Everlasting y explota sus debilidades para que estallen ante las cámaras. Rachel, por tanto, responde muy bien a esa expresión que ahora acuñamos a Luke Dunphy (el chavalín cabrón de Modern Family): A veces me gusta soltar una granada e irme corriendo.
En eso, en lo de soltar la bomba y dejar que las chicas se peleen por apagarla o echársela a una rival, Rachel es la mejor. Quinn lo sabe y se aprovecha de ello para conseguir el Everlasting con los impulsos más violentos (y los mejores datos de audiencia). Y es ahí, en ese submundo de misoginia que trata a las mujeres como esclavas al servicio del espectáculo, donde UnREAL se vuelve tan negra como certera.
Claro que, con una primera temporada que había sabido enmarcar tan perfectamente esa tesitura macabra y machista —tan abiertamente establecida en el show business actual—, esta segunda necesitaba un punto más de mala hostia. Iba a ser difícil alcanzar los logros de diez episodios que también nos habían enganchado, muy traicioneramente, a los disparates de Everlasting, pero el elemento extra que han añadido encaja a la perfección: un pretendiente negro llamado Darius. Estrella de fútbol americano, nada menos.
En el contexto estadounidense, y con O.J. Simpson tan cercano en el imaginario colectivo con motivo de la serie de Ryan Murphy y el documental de ESPN que tantos éxitos han cosechado en esta primera mitad del año, un cóctel así puede ser increíblemente efectivo. Y lo es.
En UnREAL, el contraste lo pone, por un lado, el jugador afroamericano que quiere restaurar su reputación tras soltarle un bitch, please [por favor, zorra] a una periodista frente a las cámaras. Por otro, los objetivos de dos mujeres, Rachel y Quinn, que pretenden explotar cierta reivindicación social y racial en un realitycomo Everlasting, tan adscrito a la imagen del todo por conseguir al hombre de mis sueños.
Es entendible entonces que el esquema hay que buscarle a Darius una “wifey” blanca [una mujer para casarse] se haga hueco muy temprano pese a que haya concursantes negras. Básicamente, porque Rachel y Quinn —aunque no lo pregonen— saben que su público tiene como ideal del éxito el juntar a príncipes con princesas —sean estos del pueblo, como Darius; o de las altas esferas, como la hija del dueño de un equipo de fútbol que se establece como favorita para conquistarle desde el primer episodio.
Y pese a todo, UnREAL corre el peligro de dejar de lado esa ristra de análisis, por culpa de los manidos conflictos entre personajes que ya conocemos. El último episodio emitido, el quinto, puede suponer un punto de inflexión en ese aspecto, pero la serie necesita empezar a redirigir focos.
El primero, hacia esas disputas trascendentales del planteamiento inicial de esta segunda temporada que giran en torno al show business y la elección de Darius en el contexto social y cultural del mundo del entretenimiento. El segundo, hacia la autodestrucción de Rachel y su eterno (pero necesario) conflicto con ese otro personaje dañado (y dañino) que es Quinn. En ellas está el poder de hacer deUnREAL el verdadero exitazo que es y merecer ser esta serie.
Y que pinten las paredes blancas que quieran, porque no nos vamos a enfadar.
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