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‘Última noche en el Soho’, el reverso tenebroso del Swinging London

En Cine y Series miércoles, 17 de noviembre de 2021

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Última noche en el Soho, el séptimo largometraje de ficción de Edgar Wright, ve al director de Bienvenidos al fin del mundo enredado en la nostalgia, por un lado advirtiendo de los peligros de caer en ella y, por otro, haciendo todo un homenaje a un tiempo y a una época, el ‘Swinging London’ de los años 60. Y es que en esta película se replantea por completo su obsesión pop, yendo al lugar que muchos ‘nerds’ musicales considerarían el paraíso, el Londres de mediados de los 60 y convirtiendo ese mundo soñado, más allá de las grandes canciones pop o el maravilloso estilismo, en pesadilla cuando descubre que ese histórico lugar, como diría James Brown, es un mundo de hombres, un lugar podrido y machista no apto para mujeres aspirantes a estrella.

La película es un verdadero prodigio visual y contiene una primera hora fascinante, llena de grandes momentos, desde la escena inicial que sirve para presentarnos a Eloise Turner, una joven obsesionada con el Londres de los 60 que sueña con triunfar como modista, al ritmo del “A World Without Love” que Paul McCartney escribió y Peter & Gordon convirtieron en éxito, o la maravillosa introducción del personaje interpretado por Anya Taylor-Joy que permite al director hacer verdaderas florituras con la cámara, en un baile en el que las dos actrices se mezclan bailando con Matt Smith, jugando también con sus reflejos en espejos, ventanas y demás, en un maravilloso ejercicio de máscaras e identidades.

Es evidente la fascinación del director hacia el lugar elegido y el sitio, no en vano Wright es del propio Soho y el barrio londinense es un personaje más de la película, no hay que olvidar que el Soho era chic, estaba de moda y era cool, pero el barrio londinense también era conocido como el centro del comercio sexual de la ciudad y el territorio de las pandillas, no es ninguna casualidad que la película esté localizada allí, tanto en el presente como en el pasado.

Última noche en el Soho

La película sigue los pasos de Ellie Turner, la chica enamorada de los discos que escuchaban su madre, que se suicidó siendo ella una niña, y su abuela, su habitación está empapelada de pósteres de la época, de Desayuno con diamantes a Twiggy. Antes de partir para Londres nos dejan claro que la chica también ha padecido episodios de enfermedad mental, habiendo visto en varias ocasiones a su madre muerta. Cuando llega a Londres para estudiar moda, se encuentra con una compañera de piso bastante estúpida que parece que la puede hacer la vida imposible, así que sale de la residencia de estudiantes y acaba alquilando una habitación en una vieja casa del Soho, totalmente vintage donde comenzará a fantasear, soñar o recordar con que viaja al pasado donde conoce a Sandie, una aspirante a ser la nueva Cilla Black o la nueva Sandie Shaw, con la que sufre un juego de espejos en el que no está muy claro si es una fantasía, su otro yo o un fantasma del pasado.

El caso es que tras unos primeros momentos en los que aquello parece realismo mágico y un cuento de hadas, la cosa irá derivando hacia un mundo de pesadilla, en el que se aprovecharán de Sandie para meterla de lleno en la prostitución y la película dará un giro hacia el horror, con un ojo puesto en el ‘Repulsión’ de Polanski y otro en el Giallo, con Dario Argento como principal referente. Nuevamente la película seguirá siendo un espectáculo audiovisual, con Wright entregando una obra de una factura técnica increíble, metiendo a la perfección muchas canciones de la época perfectamente elegidas, como ese “Starstruck” de los Kinks en el que Ray Davies canta algo aplicable a las dos protagonistas de la película: You’re a victim of bright city lights and your mind is not right (Eres una víctima de las brillantes luces de la ciudad y tu mente no está bien).

Última noche en el Soho

Pero si bien la fascinación visual sigue durante toda la película, una vez que la misma se convierte en una película de horror psicológico el guión comienza a flojear, resultando en una resolución no del todo convincente. Es una pena porque Última noche en el Soho podría haber sido una película redonda, pero al final termina por debajo de lo esperado por culpa de algunas grietas de guion.

Claro que esas grietas se notan menos gracias al mimo que ha puesto Wright en cada detalle de la película, desde la cuidada banda sonora a la elección del reparto. Las dos actrices principales están maravillosas, tanto Thomasin McKenzie como Anya Taylor-Joy, y son lo mejor de la película, aunque es en los secundarios donde se ve el fetichismo de Wright hacia la época, con Rita Tushingham, la protagonista de El Knack… y cómo conseguirlo de Richard Lester, la película definitoria del Swinging London, como la abuela de Eloise; Matt Smith, uno de los que han interpretado el papel principal de la serie inglesa Doctor Who como el mánager convertido en chulo de Sandie; Terence Stamp, el rostro del ‘Free Cinema’ inglés, y para muchos el Terry del “Waterloo Sunset” de los Kinks, como el intrigante Lindsay; Margaret Nolan, la mujer cubierta de pintura dorada en Goldfinger, en un pequeño papel y, finalmente, la inmensa Diana Rigg, la protagonista de Los Vengadores, además de mujer de James Bond en 007 al servicio de su Majestad (aunque el público actual la recuerda más como Olenna Tyrell, la Reina de Espinas, en Juego de Tronos) como la casera de Sandie. Tanto Nolan como Rigg murieron antes del estreno de la película y Wright ha decidido dedicársela con un escueto, pero sentido “For Diana“, a esta última.

Es evidente que Wright, como Eloise, siente esa fascinación hacia el pasado y, aunque esta película también sea una advertencia sobre la inutilidad de sentir nostalgia por un ayer que no te pertenece, también le pasa como a su protagonista, que no puede sino sentir una enorme huella hacia aquellos años y a ese lugar, reconociendo el propio director que comenzó la película tirando de la colección de discos de sus padres y de sus recuerdos del Soho como escenario. Al final de la misma se puede sentir todo eso, pero también que la historia no está a la altura de la realización, primando más el estilo que la sustancia, casi como ese Londres pesadillesco que tan bien recrea en el que el brillo exterior sirve para ocultar la fealdad de lo que ocurre fuera de los focos. En definitiva, una película fascinante pero irregular.

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