Tras su paso por numerosos festivales internacionales, el 4 y 5 de mayo se presentará en Docs Valencia el documental Tonantzin Guadalupe, sobre la venerada Virgen mexicana, un poderoso símbolo religioso de la fe católica que atrae cada año a más de 20 millones de peregrinos, pero que también es un estandarte de la identidad nacional, uno de los primeros y más importantes signos identitarios presente en los inicios de la guerra de independencia de México. De hecho, su imagen es considerada la primera bandera nacional. Las proyecciones contarán con la presencia de su director, Jesús Muñoz y el guionista Rafa Casañ.
Este comprometido trabajo documental explica, con rigor antropológico y distancia aconfesional, que para entender el arraigo y la trascendencia de la guadalupana hay que remontarse a mucho antes de la evangelización sistémica de los pueblos mexicas que iniciaron los españoles en el segundo cuarto del siglo XVI, la también llamada conquista espiritual. La Virgen cristiana fue ocupando, de forma más abrupta o más orgánica, un lugar preexistente. Se la hizo encajar en un molde espiritual anterior que urgía vaciar. Y para ello, hubo que desterrar de esa matriz a la diosa Tonantzin —“nuestra Madre Tierra” en idioma náhuatl— vestir el mito con mantos cristianos y colocarlo en su lugar.
Historiadores, antropólogas, activistas, clérigos y lingüistas (siendo algunos de ellos varias de estas cosas a la vez) tejen un relato de mirada poliédrica sobre la conversión religiosa de los indígenas y el origen, creación, desarrollo o mutación del mito de la aparición de la Virgen de Guadalupe y su manto milagroso.
La basílica de la Virgen de Guadalupe se encuentra a los pies del cerro de Tepeyak, donde según la tradición católica, el pastor indígena Juan Diego recibió las apariciones en las que la Virgen le pedía trasladar al obispo su petición de construir un templo para poder recibir a los devotos y ayudarlos. En ese mismo cerro, antes de la llegada de los conquistadores, los locales adoraban a Tonantzin. La estructura narrativa y ciertos componentes escenográficos de las visiones místicas de Juan Diego comparten similitudes tanto con unos cantares autóctonos previos, como con la aparición de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, España. Todos estos puntos de vista ayudan a recomponer de manera equilibrada el esclarecimiento histórico del fenómeno que aún hoy en día causa tanto fervor. También se destripa el mito mismo del sincretismo, poniendo en duda si se trata de una verdadera hibridación religiosa o si, a pesar de los esfuerzos por legitimar la religión católica y anular los cultos originarios mediante estos cultos de sustitución, permanecen como dos visiones que no se unifican, que siguen sucediendo en paralelo.
Para recrear los pasajes históricos más emblemáticos de la conversión, la película se apoya en dramatizaciones teatralizadas que recrean tanto el castellano como el idioma náhuatl de esa época, la estética y la utilería. Con escasos elementos escenográficos y un afinado manejo de la iluminación, nos transporta a los momentos más violentos y oscuros, pero también a las coloridas visiones celestiales con tintes alucinógenos que arrebatan a Juan Diego y al joven cantor nahua. Por decisión del autor, podemos observar cómo durante la visión del pastor se superponen ante él las dos mitologías, siendo expresión de esa convivencia o choque espiritual. Además, podemos ver varias de las representaciones cinematográficas que han narrado el mito de la aparición guadalupana y no son pocas.
Tonantzin Guadalupe remueve, oxigena y arroja luz a un suelo con varios estratos donde trataron de enterrarse mitos y violencias. Y consigue dar a entender una parte esencial de la identidad de los mexicanos dentro y fuera de su tierra.
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