
La historia se centra en Ali (Ekin Koç), un profesor universitario que regresa a Turquía después de catorce años en Estados Unidos —años que describe como una huida del miedo. El origen de ese miedo está en su familia: un padre despótico y una madre oprimida marcaron su infancia, y sus sombras siguen perturbando su vida adulta. Sus ansiedades resurgen cuando su madre muere en circunstancias sospechosas. Convencido de que su padre es responsable, Ali inicia una investigación que lo conduce a los pasillos más profundos de su propia alma, obligándolo a enfrentarse a capas de trauma generacional. Los recuerdos de su madre siendo golpeada, encerrada y silenciada lo atormentan y lo empujan a actuar. Sin embargo, la fuerza interior que lo impulsa es ambivalente: Ali proviene de una sociedad que acepta en silencio la dominación masculina y alimenta un estilo de masculinidad basado no en el cuidado y la sabiduría, sino en la agresión y la violencia.
Si existe un poder oscuro y hostil que tiende dentro de nosotros sus pérfidas redes, con las que nos mantiene presos y nos arrastra por un sendero de peligro y destrucción que, de otro modo, no habríamos recorrido; si, digo, existe tal poder, entonces debe formarse en nuestro interior y a partir de nosotros mismos: debe, en efecto, volverse idéntico a nosotros. E.T.A. Hoffmann, El hombre de arena.
Estos marcos psicológicos se activan aún más cuando Ali descubre que es infértil, un golpe doloroso para cualquier hombre en una sociedad tradicional. Finalmente, un misterioso doble comienza a apoderarse de su vida y a ejecutar la venganza. A medida que avanza la trama, vemos cómo Ali se rinde gradualmente ante este yo sombrío, una figura que abraza las narrativas patriarcales y actúa conforme a ellas sin resistencia. ¿Aceptará Ali —y perdonará— el maltrato y el asesinato de su madre? ¿Y acabará convirtiéndose, a su vez, en el mismo tipo de esposo que una vez fue su padre?
La violencia doméstica sigue siendo una de las mayores amenazas para las mujeres en todo el mundo. Según la OMS, el progreso avanza con una lentitud desesperante: la violencia de pareja ha disminuido apenas un 0,2% al año en las dos últimas décadas. El hogar continúa siendo uno de los lugares más peligrosos para las mujeres, y solo alrededor del 55% de los países cuentan con legislación integral contra el maltrato doméstico. Las estadísticas siguen siendo imprecisas, ya que muchos casos no se denuncian.
The Things You Kill aborda estas realidades mediante una metáfora lingüística tan elegante como inquietante. En una escena, Ali explica que en árabe una misma raíz puede generar varios significados, incluidos los verbos “traducir” y “matar”. ¿Es esta dualidad una trampa… o una oportunidad? Mientras Ali intenta construir una nueva vida, ¿podrá matar los patrones destructivos del pasado, o acabarán “traduciéndose” en su presente, apagando cualquier posibilidad de una humanidad renacida?
El director no ofrece respuestas contundentes, pero sí un poderoso impulso para la reflexión —y quizá ese sea el mayor impacto que el cine puede tener.






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