La serie de abogados de la CBS cubre con mucha más convicción la realidad informativa a la que se enfrentan sus episodios.
Las series norteamericanas que aprovechan la actualidad informativa para los guiones de sus episodios se arriesgan al backlash de los medios. Backlash, en este caso, es un concepto que refiere a los contragolpes que reciben los programas televisivos cuando se pasan de la raya. Es algo que se pudo ver de forma muy obvia en la última temporada de The Newsroom y aquel capítulo en el que una universitaria decía haber sido asaltada sexualmente por unos compañeros. La reacción en Twitter y en el resto de redes fue brutal contra Aaron Sorkin.
El problema de aquel capítulo (y de The Newsroom en general) es que afrontaba temas de actualidad desde el prisma periodístico y con ello quedaban en evidencia las corrientes ideológicas del creador -más demócrata que un burro pintado de bandas y estrellas- y su postura conservadora en algunos aspectos polémicos, como el mencionado. Con The Good Wife el acercamiento es diferente, aunque no carente de controversia.
El matrimonio King, creador de la serie, protege su aproximación a la realidad escudándose en el baremo legal estadounidense: la justicia apolítica y la constitución firmada en Filadelfia. No es un detalle que se deba pasar por alto. El hecho de que sea así y de que los debates siempre se presenten a dos voces, pues al fin y al cabo de eso trata la justicia (demandante y defensor), plantea un debate siempre prominente sobre cualesquiera que sea el tema enfocado en el episodio de la semana.
The Good Wife tiene dos frentes, perdonen la redundancia, enfrentados, mientras que The Newsroom contaba sólo con la redacción de un canal de noticias. Los problemas éticos y políticos están presentes en ambas series, no penséis que acometo contra el periodismo porque sí, pero los King pueden refugiar y cuestionar su propia ideología en sus personajes porque son abogados que se amparan en la ley -y en los textos que la protegen- y Sorkin en cambio carecía de crítica porque siempre iba en búsqueda de un único discurso, el suyo, a través de un periodismo parcial y más ficticio de lo que él hubiera querido. Es un problema de egomanía. Como siempre.
Precisamente la falta de ego (y la inteligencia) de los King permitió que hace casi dos semanas se presentara en la CBS un capítulo ejemplar (Loser Edit) sobre cómo tratar un tema político candente. En este caso, la libertad religiosa y la discriminación sexual en Estados Unidos. Este artículo de Roger Senserrich os lo explica mejor que yo. Loser Edit es un episodio importante porque refleja a la perfección cómo la ficción puede acercarse a debates del ahora sin ahogarse en polémicas innecesarias. Sorkin nunca supo hacerlo tan bien y estoy seguro de que envidia a los King por ello.
Diane Lockhart puede que actuara como paladín de uno de los frentes, pero no por ello el camino hasta la convalidación de sus argumentos dejó de ser apasionante. Y a tantos niveles. Sería un lujo que la ficción española -y el país en general- supiera enfrentar temas de este calibre con la convicción de la, ya digo, mejor serie viva: The Good Wife.
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