La simple utilización de las cosas en nuestro propio provecho, sin tener tiempo de preguntarnos ni, mucho menos, de responder a la pregunta ¿qué son las cosas?, hace que dejemos de admirar aquello que sucede en nuestros entorno.
Vivir en esta sociedad de masas y especialmente de consumo quizá se parezca mucho a la vida animal, como decía J.A. Heschel. Este afirmaba que “agobiados por las prisas y el afán de realizar el mayor número de cosas en el menor tiempo posible, vivimos en una incesante actividad, únicamente encaminada a producir medios o útiles para satisfacer determinadas necesidades de la vida. En estas circunstancias la existencia del hombre se convierte en una especie de estéril ciclo que solo sirve para mantenerse a sí mismo y repetirse indefinidamente.”
Siguiendo a Gabriel Marcel, podríamos añadir que “el hombre ha confundido el ser con el tener y se ha convertido en un ser pura y radicalmente pragmático, no tiene tiempo para preguntarse y, mucho menos para responder a la pregunta de qué son las cosas, porque simplemente las utiliza en su provecho.”
Hoy me gustaría adoptar una simple postura de mirar el mundo con ojos nuevos, que sería algo así como abrir los ojos al mundo por primera vez y admirarme de todo lo que sucede a mi alrededor. Y desde esa perspectiva de novedad, de inocencia, de admiración poder hacerme las mismas preguntas que se han formulado todos los hombres de todos los tiempos y lugares, intentando llegar a una respuesta. Hoy me gustaría hacer filosofía de la vida en la que vivo, porque como decía Aristóteles,”la filosofía nació de la admiración. La realidad misma es admirable porque no es un caos, sino un cosmos, un conjunto ordenado de seres que siguen leyes racionales.”
Una misma realidad o quizá todas, pueden llegar a suscitar mi admiración. Un cielo repleto de estrellas girando alrededor de la polaris, la belleza que esconde y refleja, a la vez, una sonrisa, la complejidad que entraña cualquier parte de nuestro cuerpo humano o lo incontrolado de un enorme enfado… pero esto sucede cada día de mi vida y quizá no es suficiente con mirar, sino que tengo que saber mirar aquello que aparece a mi alrededor, tratando de ser humano y no parecerme a un mero robot de movimientos toscos y poco armónicos.
Hoy deseo recuperar esa capacidad de admirar. No quiero perderla por falta de uso, por no valorar suficientemente hechos y personas o porque simplemente las utilizo. No quiero parecerme a aquellos que ante una hermosa obra de arte, solo se pregunten ¿cuánto costará?, o ante un enorme descubrimiento científico el único interés sea ¿para qué servirá?
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