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Sueño de una noche de verano: la utópica dignidad de la canción estival

En Música jueves, 23 de junio de 2016

Jorge Salas

Jorge Salas

PERFIL

¿Y si la canción del verano no fuera una afrenta indigna para el ciudadano español? Afortunadamente para algunos, desafortunadamente para otros, hemos entrado ya en ese territorio inhóspito y baldío culturalmente en el que, mientras unos abrazan la laxitud, otros miran para otro lado porque lo exige el calendario.

La canción del verano se ha instalado ya en nuestras vidas. Ha llegado a las 8 de la mañana con sus sillas ochenteras, su sombrilla de promoción de helados y su nevera llena de cosas que caducan mientras se están elaborando para quedarse con el mejor sitio de la playa. Los más ancianos del lugar la observan con admiración. La estampa metafórica es sobrecogedora, pero no lo es menos la realidad a partir de la cual se proyecta.

Sin embargo, siempre hay espacio para la utopía. O debería. En este caso, resulta reconfortante pergeñar mentalmente una realidad paralela (pero muy lejana, la verdad) en la que nadie relaja su criterio cuando llega el verano; una en la que las canciones quedan disueltas bajo capas de sudor ácido. Sin embargo, existe ese lugar en el corazón de cada uno en el que la “Eva María” de Fórmula V es en realidad el “Here Comes The Summer” de los Undertones. Apenas hay 6 años entre ambas, aunque no lo parezca. A partir de ahí, jugar a las equivalencias con los últimos 20 años de infortunios veraniegos es mucho más sencillo.

María… you’ve got to see her
Bien, esta es de las sencillas. ¿Y si la “María” de Ricky Martin fuera, en realidad, la “Maria” de Blondie? Hubiéramos ganado en calidad de vida, eso seguro. Tampoco existe, además, una distancia temporal demasiado prolongada entre ambas: mientras el puertorriqueño irrumpía en el inconsciente colectivo en 1995, la “María” de Debbie Harry lo hacía sólo 4 años después, en 1999. Desde luego, todo habría sido mucho menos incómodo así.

La alternativa latinoamericana
¿Y si en realidad pudiera existir esa canción de cadencia latina y/o tropical que, por lo que sea, sólo sobrevive en verano, y fuera algo más que Gloria Estefan, Marc Anthony o Jennifer López? ¿Y si, por ejemplo, Calle 13 tuviera material para canción latinohedonista del verano? Pues lo tiene. “Vamo’ a portarnos mal” o “Esto con eso” son el perfecto ejemplo de lo diferente que podría ser el mundo simplemente con un ligero cambio de registro o enfoque. Pero, si lo miramos bien, tampoco sería necesario recurrir una y otra vez a la radiofórmula latina para entretener los sinsabores propios de la canícula. Luego pasan cosas como la de 2004 con “Obsesión”; para eso, “My Obsession” de los Stones.

¿Cuántas Salomé eres capaz de asimilar?
Entramos ya en territorio pantanoso, ese en el que todo el mundo se mueve con dificultad, por el lodo. Menos Chayanne. Él sigue bailando con el micro à la Madonna. Por suerte, también existe una alternativa para su “Salomé”; y es mucho más divertida. ¿La de U2 en Achtung Baby? No, la de Pedro Pubill Calaf. Todo era mucho más divertido cuando lo hacía Peret.

Yo querer bailar, ¿y tú?
Han pasado 15 años, y todavía no hemos conseguido olvidar lo que pasó en el verano de 2001. Vivimos los meses más cálidos del año dentro de un anuncio de Corporación Dermoestética cavernario con la apelación a los instintos más poco elaborada del siglo XXI: Yo quiero bailar. Y ya. No hay más. Si sólo pudiéramos retorcer el tiempo y viajar desde el futuro con SKATERS, que en 2001 deberían de ir a la escuela todavía, y evitarlo todo…

Casanova, mejor con la new wave
Poner a bailar a “Casanova” sólo puede tener sentido en el ambiente de relajación muscular, mental y ética del verano. Tu calor y pasión, qué combinación, cantaba Paulina Rubio en 2002 sobre una producción tan de principio de siglo como hortera. Claro que el resto de la letra tampoco era precisamente un intrincado laberinto de inspiración lírica, con lugares tan comunes que se escriben en minúscula: la noche es mágica y sensual, y el deseo incontrolable, el momento es ideal. Ajá. Mucho mejor, por ejemplo, el “Casanova” de Bryan Ferry y Roxy Music. Dónde va a parar.

Con B de Beatles y Baute
Vamos con la droga dura. Verano de 2008: Carlos Baute y Marta Sánchez se aliaban para importunar nuestro verano y desazonar nuestros corazones. Siempre hay una alternativa, aunque en este caso es contorsionar tanto la ciencia ficción que se da la vuelta a sí misma en cómica postura.”Colgando en tus manos” podría, y debería, ser “I want to hold your hand”. Todos saldríamos ganando.

¿”Waka waka”? No, “yé ké, yé ké”
En 2010, Shakira perpetraba la canción del verano con la excusa del Mundial de selecciones de fútbol de Sudáfrica. Y lo hacía, además, con una precisión sangrante: un paréntesis junto al título del tema que rezaba “esto es África”; no hay que dudar de la certidumbre de la declaración, porque lo diga una colombiana que canta en inglés. Aún así, puestos a elegir, siempre será mucho mejor el hit “Yé ké, yé ké” del guineano Mory Kanté, coetáneo de Salif Keïta. La canción, por cierto, fue número uno en 1987 en España.

Billy Idol para arreglarlo todo
¿En qué universo no sería mejor que, teniendo la misma base semántica y el mismo hilo conductor, la canción del verano fuera de Billy Idol y no de Enrique Iglesias? Sólo habría que colarse en la sala de control del universo y, cuando nadie mirara, cambiar “Bailando” por “Dancing with myself”. Y todo arreglado.

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