Donde las más modestas recomendaciones de artefactos artístico-culturales capaces de refugiar y calentarnos en invierno el corazón, como copos de nieve en la tormenta, apenas se nota si caen.
En Secretos de un matrimonio, el director de cine sueco Ingmar Bergman hace decir a uno de sus personajes que el amor es una pareja sola en una cabaña en el bosque en mitad de una noche oscura.
En una de las más personales e hilarantes escenas de la filmografía de Woody Allen, a propósito de la academy of the Overrrated, el personaje interpretado por Diane Keaton (en esa afición tan posmoderna de frente a cualquiera arremeter) incluye a Bergman entre los “sobrevalorados”. Entonces Allen empieza a pitar como una cafetera.
Con toda razón.
10 artefactos artístico-culturales con Thermolactyl
En lo que sigue cuento con apuntar, empezando por la filmografía de Bergman, 10 artefactos artísticos o culturales forrados de ese tipo de tejido estimulante que consigue, frente al afán del invierno por helar, adaptar la temperatura del cuerpo al calor más natural eliminando al mismo tiempo la tabla rasa, la dejadez en el juzgar propia del relativismo moral, el There Is No Alternative neoliberal y la humedad. Pero hablábamos de Bergman.
Empecemos por ahí.
#1 Filmografía de invierno
Porque en invierno compartir la conciencia de nuestra consternación por existir y nuestra ínfima ontología con otro ser vivo calienta más que una camiseta de felpa, nuestro primer artefacto recomendado para sobrellevar la tundra de juicios que nos dejan fríos es una revisión: Secretos de un matrimonio (Bergman, 1973).
#2 Ciudad invernal
Porque frente a la deslocalización propia de la economía posmoderna, uno sabe más o menos donde está, apuntamos para quedar en la zona caliente de la tendencia, La ciudad en invierno de Elvira Navarro. Texto de 2007 pero que como se ve, por haber escrito esta autora de enorme talento La trabajadora (Random House, 2014) siete años después, cumple muy bien el requisito de ser invernal pero también la exigencia HYPE de ser muy up to date.
#3 Cuadro de invierno
En el renacimiento tardío, Pieter Bruegel, el Viejo dejó caer la nieve magistralmente sobre El censo de Belén. Mucho más tarde los impresionistas Claude Monet y Camille Pisarro lograron estupendos paisajes invernales. Entrando ya en calor, el expresionista Marc Franz ovilló modernamente bisontes entre los copos blancos y Alexej von Jawlensky consiguió una composición muy cautivadora que llamó así: Invierno.
Hay por supuesto legiones de cuadros invernales poco posmodernos como este de Klee que tengo sobre mi cabeza, pero si tuviera que recomendar uno solo entre otros muchos, mi favorito, porque todos llevamos vivo o muerto un niño dentro, es el de la mujer que retrató a Rilke, Paula Modersohn-Becker: Boy in the snow.
#4 Libros de invierno
Una de las señas de la posmodernidad es su afán por avejentar los grandes relatos o dar la Historia por finiquitada. Frente a tanto final resulta acogedor el torbellino de historia en ciernes, los prolégomenos con los que podemos interpretar el presente. Así, como recientemente recordaba Javier de Lucas, la historia europea que refleja Una princesa en Berlín de Arthur R. G. Solmsseln, o, más clásicamente, la novela de invierno más crudo de entre las obras maestras de Dostoievski: Los demonios. De entre las mejores de rótulo invernal dejaríamos caer Helada de Thomas Bernhard (uno de los genios más gélidos del siglo XX) y de entre las memorias, la lucidez en una estación con perspectiva, Diario de invierno de Paul Auster.
#5 Letras (Lyrics) en invierno
Como bien recordaba Carlos Pérez de Ziriza esta pasada semana en el encuentro Literatura y Pop, Decemberists es una banda de estupendos letristas y hay también entre sus miembros, afanados escritores. Diciembre es un grupo, no solo un mes, entre de invierno y otoñal.
#6 Doble condición isleña de un invierno
Al hablar de artefactos culturales invernales nos viene a la cabeza a todos Un invierno en Mallorca, pero uno que escuchó mucho I am a rock de Simon & Garfunkel sabe que las islas son también personas. Una forma de sujetarse ante la empinada pendiente posmoderna –esa que pone a Blake o a César Vallejo a escuchar Worried Shoes de Daniel Johnston– es recordar, a ser posible durante una tertulia del canal 24h de esas que nos dejan helados, estos versos: A winter’s day/ In a deep and dark December; / I am alone, / Gazing from my window to the streets below / On a freshly fallen silent shroud of snow / I am a rock, / I am an island.
#7 Huesos de invierno
Hay estupendas películas de invierno, Conte d’hiver (Érik Rohmer, 1992) está entre las más hermosas. A quienes nos produce una cierta fascinación la mitología griega, tenemos, de natural, una concepción cíclica del tiempo. El tiempo circular, el tiempo que siempre regresa dando una oportunidad (kairós) o, por decirlo con el título de Kim Ki Du, Primavera, Verano, Otoño, Invierno y otra vez primavera. Este año, casualmente la Palma de Oro de Cannes fue a parar a un título también invernal: Winter Sleep. Nuri Bilge Ceylan, su director, dedicó el premio a la “juventud turca y a todos aquellos que han perdido la vida en las revueltas acontecidas en su país en los últimos años”: emocionante recuerdo de que la lucha por los derechos no es una lucha más en el nebuloso perspectivismo posmoderno, sino una lucha mucho mejor.
Sí, Winter Sleep es hermosa e invernal, por eso está aquí, pero si tuviéramos que quedarnos en esta entrada demodé con un título gélido, este sería Winter´s Bone (Debra Granik, 2010). ¿Por qué? ¿Porque el novelista Country-noir Daniel Woodrell ha logrado, al decir de la crítica, con La muerte del pequeño Shug uno de los mejores libros de 2015?
No.
Porque frente a la fiesta identitaria y la celebración de tono posmoderno de nuestra individualidad, el film interpretado por Jennifer Lawrence con su descripción, ahora áspera, ahora asfixiante, de la parte más miserable de Norteamérica, nos recuerda que el embrutecimiento cultural no es una elección y la libertad que a alguna gente le preocupa no esa hipotética construcción personal a través de la selección de objetos de consumo, sino la condicional del padre que sale de la trena.
#8 Cenizas de invierno
Winter Ashes es la canción que casi cierra el hermoso primer disco de Adrian Levi, My hidden pockets (Nevada Musirecords, 2015). El disco de escucha atenta y emocionada invita a ser mejor y, también “contra-posmodernamente”, a no renunciar a la utopía. También, de alguna invernal manera, a la reflexión y el recogimiento.
#9 Una escena de invierno
Uno de los momentos más emotivos de la historia del cine moderno es el que se produce hacia el invernal final de Los amantes de Pont Neuf (Leos Carax, 1991). Como la sugestiva Blue Ruin (Saulnier, 2013) –el thriller más frío del año– la de Carax es también una historia interpretada por mendigos. Quienes pensamos que si hay un relato siempre vigente es aquel sobre la mezquina manera en que los ricos siguen robando a los pobres, recomendamos desde EL HYPE dos films que han puesto caras a aquellos que, de acuerdo con Zygmunt Bauman, habitan la parte tristemente superflua de nuestra aberrante sociedad.
#10 Una verdad del invierno
Que en invierno ni hace calor ni puedes hacer que regresa la primavera es una obviedad salvo si la canta Tom Waits, si la canta Tom Waits es una montaña nevada, una cima moderna, otro cobijo invernal: You can never hold back spring.
Hermosas: consignas de la modernidad (Igualdad, libertad, fraternidad)
Malditas: tesis sobre estudios culturales
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