MTV arriesga con la adaptación televisiva del slasher que cambió el género del terror para siempre
No habrá más películas de la saga Scream, dijo el productor Bob Weinstein al WSJ a finales de junio cuando MTV daba comienzo a la promoción de Scream, la serie. En un intento por rejuvenecer su audiencia, la cadena musical se alió con los hermanos Weinstein, dueños de la franquicia, para virar hacia el género de los slashers con la saga que reinventó el género a mediados de los noventa. Es como colocar una película de autor en una sala de cine de arte y ensayo, añadió el menor (y más callado) de los Weinstein. Casi, pero no.
Scream, la serie recupera la esencia de la saga original: Metareferencial, personajes con (relativa) sesera, máscaras y mucho kétchup. El hilo narrativo del género, con sus reglas y figurantes, sigue intacto, salvo que aquí los guionistas deben adecuarse a dos nuevos retos: la serialización y el contador de asesinados. El hecho de que un slasher se preste a la dilatación por episodios debería impedir que en cada capítulo murieran personajes del círculo iniciático, pero Scream, la serie descarta adecuarse a los cánones televisivos y deja que sus personajes mueran con pasmosa facilidad. Y los espectadores padecemos (y disfrutamos) por ello.
Como entretenimiento, Scream, la serie recoge migas de muchos lados. Es fácil ver las costuras del suspense de bachillerato de series como Pretty Little Liars: Cualquiera puede ser culpable y los showrunners no tendrán problemas en ser MUY tramposos al respecto. También evidente es el costumbrismo de instituto norteamericano al que estamos tan habituados: romanticismo de coches con vistas al pueblo, enfrentamientos en pasillos repletos de taquillas metálicas y mucho del meangirlsismo que tanto nos gusta. Y por supuesto, no falta el divertimento sangriento que se espera de un slasher llamado Scream, aunque no sólo gracias al sarcasmo inherente en cada autoreferencia al género -mediante el personaje de Noah, sobre todo-, sino también al morbo que brindan el cuchillo y las muertes elaboradas.
Aunque incluso con la herencia que debe respetar, Scream, la serie conoce sus limitaciones. Por el momento, lo nuevo de MTV no ha abordado mayores retos que los de sentar una mitología con el pueblo de Lakewood (y su pasado) y dejar que los espectadores (y el propio asesino) se diviertan con el juego de sospechosos y acuchillados. Con ello, estamos ante un producto nunca excesivamente ambicioso, perfectamente adaptado al nuevo statu quo tecnológico que tanto ha hecho cambiar a las películas de terror (y al bullying de instituto, tan protagonista aquí), e incluso bien amarrado a la cultura popera estadounidense de ahora -hay una maldita copia de Sarah Koenig grabando un podcast de los asesinatos-.
Scream, la serie, además, cuenta con un reparto muy inspirado. La mayoría carece de un nivel interpretativo que supere el mero aprobado, pero quedan todos muy bien enmarcados en los demográficos y en el cómputo global de un slasher competente. Oh, y Willa Fitzgerald es una protagonista verdaderamente hipnótica. Apunten Scream, la serie, pero si les parece demasiado estúpida o juvenil, no vengan luego a buscarme, porque lo es. Y bastante.
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